Esta entrada es la cuarta en una serie dedicada a la reconstrucción del Jesús Histórico. En la primera indiqué como a partir del trabajo de Albert Schweitzer en 1908 la comunidad académica ha convergido en la idea que el mensaje original de Jesús probablemente fue una variante del mesianismo judío. En la segunda, realicé un análisis de los hechos más prominentes del ministerio de Jesús, explicando cómo estos ajustan a ese paradigma. En la tercera, realicé un análisis similar, centrado en las palabras y enseñanzas del Nazareno. En está entrada, realizaré un análisis comparativo entre el cristianismo primitivo y otros movimientos milenarios, en búsqueda de patrones comunes que sustenten esa tesis.

En los artículos precedentes de esta serie resumí las principales razones que llevan a la mayoría de investigadores bíblicos modernos a defender la hipótesis de que el Jesús Histórico (es decir, el Jesús que se reconstruye empleando métodos estrictamente históricos, sin apelar a ninguna doctrina religiosa) fue un “profeta apocalíptico”. Según esta óptica, el mensaje original de Jesús fue el anuncio de la inminente llegada del Reino de Dios, una sobrenatural transformación del mundo material mediante la cual Israel finalmente sería liberada de sus opresores, los muertos resucitarían, y la tierra sería transformada en un paraíso terrestre. Así, para la mayoría de expertos del cristianismo primitivo, el mensaje original de Jesús está perfectamente resumido en las primeras palabras que pronuncia en el Evangelio según San Marcos: “Se ha cumplido el tiempo. El Reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas noticias!” (1:15).
Uno de los defensores más vocales de esta perspectiva hoy en día es Dale Allison, investigador bíblico de reconocida trayectoria que actualmente es miembro del Seminario Teológico de Princeton. Si bien el retrato histórico de Jesús defendido por Allison no difiere significativamente del presentado por la mayoría de expertos del cristianismo primitivo, la metodología que emplea para defenderla es vanguardista. En efecto, mientras que la metodología “tradicional” usada por la mayoría de reconstructores por lo general consiste en aplicar una serie de criterios y razonamientos históricos más o menos establecidos a las fuentes de la vida de Jesús, las obras de Allison usan además de este repertorio métodos adoptados de las ciencias sociales y otras ramas del estudio de las religiones, las cuales frecuentemente son ignoradas por biblistas más tradicionales.

En particular, Allison ha argumentado que el uso de la religión comparativa puede ayudarnos a investigar los orígenes del cristianismo. Su razonamiento es bastante intuitivo: si el mensaje original de Jesús realmente fue anunciar la inminente llegada del Reino de Dios, entonces el movimiento religioso que lideró entraría dentro de la categoría de lo que se denomina como un “movimiento milenario”, es decir, un movimiento religioso que anuncia la próxima llegada de un paraíso terrestre. Esto, a su vez, significa que se podría realizar un análisis comparativo entre el cristianismo primitivo y otros movimientos milenarios en búsqueda de patrones comunes que apoyen esa hipótesis.
Este artículo será una exposición comparativa entre el cristianismo primitivo y otros movimientos milenarios basado en la obra de Allison “Jesús de Nazaret, Profeta Milenario” (en especial, sus páginas 78 a 94), la cual será mi fuente principal. Concretamente, se buscarán patrones comunes que den sustento adicional a la tesis que el cristianismo inició como un movimiento judío que esperaba el inminente final de los tiempos. Recomiendo leer junto a este artículo aquellos que lo preceden en esta serie, además de aquellos dedicados al mesianismo judío y al apocalipticismo los primeros cristianos, pues a lo largo de este haré alusión a conceptos explorados ahí a detalle.
Movimientos Milenarios: Un fenómeno trans-cultural
Aunque el término “milenarismo” comúnmente designa la creencia de algunas denominaciones cristianas (basándose en el capítulo 20 del libro del Apocalipsis) de que el mundo será transformado en un paraíso terrenal durante un milenio antes del Juicio Final, en círculos académicos el término se usa de un modo mucho más amplio para designar a movimientos religiosos de todo credo que esperan una inminente y sobrenatural transformación del mundo material. Siguiendo el trabajo de Norman Cohn en 1957, usualmente se definen como “movimientos milenarios” aquellos que articulan la creencia en una forma de “salvación” que cumple con estas cinco características:
- Colectiva: La salvación para los movimientos milenarios ocurre en grupo. Los movimientos milenarios son comunitarios, predicando la salvación de sus miembros y, a menudo, la perdición de quienes no lo son.
- Terrestre: La salvación ocurrirá “aquí abajo” en este mundo, no en un plano etéreo, transcendental o de modo subjetivo. Los movimientos milenarios definen la salvación como un cambio radical en el presente orden natural, político y social.
- Inminente: Los movimientos milenarios creen que la salvación llegará de forma súbita y en tiempo cercano.
- Total: Para los adherentes de estos movimientos, la salvación traída por este cambio radical no será una mera mejora en la condición humana, sino su perfeccionamiento absoluto.
- Traída por la agencia de entes sobrenaturales: La salvación para los milenaristas llega a este mundo a través la intervención de entes sobrenaturales, con o sin la ayuda de seres humanos.
Los movimientos milenarios, por lo tanto, pueden definirse “a grosso modo” como movimientos religiosos que predican el inminente final de los tiempos, entendido no como la aniquilación del universo sino como su transformación absoluta. Estos movimientos han aparecido y siguen apareciendo en múltiples épocas, culturas y contextos religiosos. Cohn originalmente empleó estas cinco características para estudiar movimientos milenarios que surgieron en la Europa medieval, por lo que deben entenderse de modo amplio si se desea aplicar esta categoría a movimientos que surgen en otros contextos. Así, por ejemplo, a pesar de que los movimientos milenarios hablan de una transformación terrestre, eso no evita que algunos también incorporen elementos de salvación ultramundana a sus narrativas. Igualmente, los movimientos que emergen en contextos budistas o hindúes, religiones con una visión cíclica del tiempo, por lo general hablan de la llegada de una era paradisíaca que durará un largo periodo de tiempo, pero que no será necesariamente eterna. Del mismo modo, mientras que la mayoría de movimientos milenarios esperan que la salvación provenga de la intervención de agentes sobrenaturales “tradicionales” (ej.: dioses, ángeles, budas) algunos movimientos “New Age” modernos anuncian que la salvación vendrá de la acción de seres de otro planeta.

Si bien todos los movimientos milenarios tienen peculiaridades que los hacen únicos, independientemente de su origen, contexto histórico o ubicación geográfica, estos tienden a exhibir ciertos rasgos comunes. Aunque estas similitudes pueden explicarse en parte por la influencia mutua que diferentes tradiciones religiosas han tenido a través de la historia, Dale Allison argumenta que estas semejanzas se explican mejor como expresiones paralelas de características universales de la psicología humana:
La psicología humana es tal que las mismas convicciones a veces aparecen independientemente en diferentes culturas – ej.: el tabú del incesto, o la idea de un gran diluvio en tiempos primordiales, o la trágica expectativa, tan frecuentemente hallada entre las víctimas indígenas del colonialismo, que su magia los protegería de las balas de sus opresores. Respecto al milenarismo en particular, es impactante como tantos movimientos, en varios tiempos y lugares, compartan tantas características. (Jesus of Nazareth, Millenarian Prophet, pp. 79)
En efecto, el milenarismo responde a profundos deseos, añoranzas e inquietudes inherentes a la condición humana. El milenarismo es la expresión de una profunda insatisfacción con el mundo, tan lleno de horrores e injusticias, las cuales se vuelven aún más inexplicables en tradiciones religiosas que afirman que el universo es la creación de una deidad bondadosa (problema que en filosofía se conoce como el “problema del mal”). Así, los milenaristas sueñan con una rectificación definitiva, la pronta llegada de una realidad donde las limitaciones que nos definen como especie, incluyendo la mortalidad, el dolor y la falibilidad moral, desaparecerán en un parpadeo.
Dale Allison detecta no menos de diecinueve rasgos comunes entre movimientos milenarios de todas las culturas y el cristianismo primitivo. Eso no quiere decir que todos los movimientos milenarios necesariamente siempre exhiban estas características, pues incluso algunos de los ejemplos citados por Allison a veces no cumplen con toda la lista. Estas diecinueve similitudes, por lo tanto, tienen que entenderse no como características rígidas, poseídas necesariamente por todos los movimientos milenarios, sino más bien como lo que Wittgenstein llamaría “semblanzas de familia”, similitudes recurrentes entre este tipo movimientos, aunque no sea imposible que algunos no exhiban todos los rasgos listados.
Rasgos Comunes de los Movimientos Milenarios
1. Los movimientos milenarios comúnmente se dirigen a los desafortunados, especialmente en tiempos de angustia social
Aunque ciertamente han existido excepciones, es más frecuente que los movimientos milenarios surjan y se popularicen entre quiénes se ven a sí mismos como oprimidos. Como lo expresa Peter Worsley:
“(L)os movimientos milenarios han encontrado apoyo en todos los niveles de la sociedad en algún momento u otro. Pero es entre quienes se sienten oprimidos y quienes ansían liberación donde han sido particularmente bienvenidos: especialmente en las poblaciones de países colonizados, por campesinos descontentos, y por la escoria de los pueblos y ciudades de civilizaciones feudales.” (The Trumpet Shall Sound: A Study of “Cargo” Cults in Melanesia, pp. 255)
Varios movimientos milenarios surgieron, por ejemplo, entre nativo-americanos en la Norteamérica del siglo XIX, movimientos que anunciaban que Dios derrotaría al hombre blanco para devolverles sus tierras y soberanía. El “Culto Earth Lodge” y el famoso movimiento iniciado por Wovoka son solo dos ejemplos prominentes. Por otro lado, Birsa Munda inició un movimiento similar en India, profetizando que Dios iba a liberarlos de los colonos británicos. En Melanesia, la dominación europea inspiró una ola de movimientos milenarios en diversas islas, incluyendo el “Culto de Taro” en Nueva Guinea, la “Locura de Vailala” de Papua, el “Culto Desnudo” de la isla Espíritu Santo, el “Movimiento John Frum” en Nuevas Hébridas, y el “Culto Tuka” en las islas Fiji. Los movimientos milenarios del medioevo frecuentemente se popularizaban entre campesino y sectores marginalizados. Dentro del judaísmo, la aparición de movimientos mesiánicos frecuentemente está correlacionada con periodos de angustia comunitaria y de hecho, como expliqué en el artículo dedicado al tema, los propios textos que nutren el mesianismo apocalíptico judío empezaron a aparecer por primera vez durante la persecución religiosa conducida por Antíoco Epífanes en el siglo II a.C.

Este patrón se reproduce en los orígenes del cristianismo. Durante la ocupación romana en tiempos de Jesús la esperanza de que Dios intervendría para salvar a su pueblo se volvió particularmente intensa, resultando en la aparición de múltiples movimientos mesiánicos además del cristianismo. En efecto, el cristianismo surgió en medio de una ola de movimientos milenarios judíos, los cuales anunciaban la pronta liberación de Israel y la llegada de su Mesías o Cristo. Más aún, si nos concentramos en la Galilea rural, estudios recientes sugieren que ella fue duramente afectada por las políticas económicas de Herodes Antipas, con el resultado que el grueso del campesinado se vio forzado a contraer deudas aplastantes. Jesús emergió de entre campesinos oprimidos y dirigió su mensaje a campesinos oprimidos. Aunque es imposible predecir con exactitud dónde y cuándo emergerá un movimiento milenario, las condiciones de la Galilea del siglo I ciertamente eran propicias para su aparición.
2. Los movimientos milenarios generalmente emergen alrededor de un líder carismático
Los movimientos milenarios casi de forma invariable giran en torno a un individuo concreto, el cual dice tener contacto con la divinidad o encarnar de alguna forma a la divinidad en sí. Esta persona es la que anuncia la próxima liberación sobrenatural y es a través de sus enseñanzas que el movimiento adquiere su identidad y perfila sus creencias.
El enfoque en un “salvador” parece ser una característica universal de la psicología humana, cosa que se vuelve evidente no solo al estudiar las religiones, sino también otros fenómenos sociales como la política. En efecto, el cristianismo y el judaísmo distan mucho de ser las únicas religiones que esperan la llegada de un “Mesías”. Los adherentes al zoroastrismo, por ejemplo, esperan la llegada del Saoshyant, un redentor futuro que traerá consigo el Frashokereti, la destrucción final de las tinieblas y la renovación de todas las cosas. En el budismo, en cambio se aguarda la llegada de Maitreya, el Buda del Futuro, el cual aparecerá para restaurar las enseñanzas budistas. En China, algunas vertientes del taoísmo predican que cuando el mundo esté sumido en el caos llegará Li Hong, un sabio justo que fundará una sociedad utópica. Dentro del islam shia, en cambio, se espera al Mahdi, un imám que librará al mundo de la maldad en preparación para el Juicio Final. Los seguidores de algunas corrientes del hinduismo, por otro lado, esperan la encarnación de Kalki, avatar de Vishnu, el cual traerá consigo la Satya Yuga, una era utópica. Los ejemplos podrían multiplicarse. Así, dada esta natural inclinación humana a conectar sus esperanzas de redención con la llegada de una figura mesiánica, no es de sorprendernos que la mayoría de movimientos milenarios giren en torno a una personalidad carismática que se presente a sí misma como un salvador.

Al buscar paralelos con el cristianismo, Allison coloca particular énfasis en el hecho que cuando la figura venerada por movimiento milenario fallece, no es infrecuente que sus seguidores anuncien que de alguna forma regresará de la muerte. Los ejemplos citados por Alison incluyen, entre otros, al profeta judío-persa Abu Isa, el “Mesías” Shabtai Tzvi, Birsa Munda en India, el profeta peruano Juan Santos Atahualpa, el profeta africano André Matswa, John Frum en Melanesia, Selivanov, fundador de la secta Skopsy en Rusia, el Rebbe Lubavitcher para Jabad y Haile Selassie según la doctrina de los rastafarios.
3. Los movimientos milenarios validan sus enseñanzas a través de los milagros de su profeta
Las profecías de los profetas milenarios son frecuentemente “validadas” a través sus habilidades sobrenaturales, las cuales a los ojos de sus seguidores acreditan su estrecha conexión con la divinidad. Así, por ejemplo, durante su vida se afirmaba que Wovoka tenía grandes poderes sobrenaturales, particularmente el poder controlar el clima, y numerosos prodigios se le han atribuido a supuestos “Mesías” judíos como Shabtai Tzvi y “el Rebbe” Lubavitcher. Igualmente, Teudas y “el Egipcio”, dos líderes de movimientos mesiánicos judíos contemporáneos a Jesús, anunciaron que replicarían los milagros realizados por Moisés y Josué. Sin embargo, de especial interés a propósito de encontrar paralelos con Jesús, es relevante notar que una de las habilidades sobrenaturales más comunes que se dice exhiben los profetas milenarios es la de poder curar enfermedades. En efecto, tras realizar un estudio comparativo entre varios movimientos en culturas distintas, Michael Adas concluye:
“Cada uno de los cinco profetas estudiados a profundidad ganaron considerable reputación como sanadores, un atributo que varios académicos han encontrado cercanamente asociado con líderes salvíficos en culturas vastamente distintas. Las curaciones jugaron un rol crítico en validar las revelaciones de Kinjikitile, Birsa y Te Ua, y en su éxito atrayendo seguidores. El propio nombre de Saya San refleja su experticia en el arte de “se saya”, un practicante de la medicina Burmesa. Sus habilidades como sanador tuvieron un efecto directo en la fe de sus adherentes en sus amuletos protectores y tatuajes mágicos, los cuales fueron prominentes en su esfuerzo de conseguir seguidores. Si bien Dipanagara nunca fue un sanador como tal, sus adherentes creían que tenía poderes sanadores milagrosos. Era ampliamente creído que simplemente tocar sus vestidos o comer las sobras de su comida eran suficientes para curar las enfermedades más graves. Las curaciones eran estrechamente vinculadas a las revelaciones de los profetas y a su supuesta invulnerabilidad y habilidad para predecir el futuro.” (Prophets of Rebellion, pp. 120)

4. Los movimientos milenarios típicamente ven el presente como una era de sufrimiento, y predicen que la transición al paraíso futuro será violenta
Los movimientos milenarios por lo general ven al mundo como irremediablemente corrupto, lleno de angustia e injusticia. Así, aunque ha habido movimientos que predicaron que la llegada del Mundo Nuevo será pacífica, mucho más frecuente es que se afirme que la transición será marcada por la violenta destrucción del orden presente. En palabras de Eugene V. Gallagher:
Por una variedad de razones, los milenaristas catastróficos concluyen que “el mundo apesta” y no puede ser rehabilitado sin intervención sobrehumana. El Fin de los Días será señalado por disrupción social, conflictos políticos y militares, desastres naturales, serias amenazas a instituciones religiosas, y perturbaciones cósmicas. El punto de enfoque de estos eventos varía según las preferencias individuales [de cada grupo], pero son universalmente colocadas en el futuro muy cercano. Consecuentemente, todos los que escuchan un mensaje milenario se enfrentan a una decisión urgente. Aquellos que fracasen en prestarle atención serán denegados para siempre entrada en el maravilloso mundo nuevo que se halla tan tentadoramente cerca, justo después de las catástrofes purificadoras. Por otro lado, aquellos que aceptan la promesa milenaria deben prepararse para actuar acorde a ella. (Catastrophic Millennialism, en The Oxford Handbook of Millennialism, pp. 17)
Así, Wovoka y el “Culto Earth Lodge”, por ejemplo, predijeron que la destrucción del orden presente controlado por el hombre blanco sería traída por devastadores terremotos, inundaciones y deslaves. El movimiento de la Bahía Milne (en Melanesia) esperaba que erupciones y tsunamis pronto destruirían a los incrédulos. El culto Njuli en Borneo igualmente esperaba que el Mundo Futuro venga después de terremotos y tormentas. Expectativas similares aparecen en movimientos milenarios en Japón y China. Birsa Munda en India esperaba que la Era Dorada sería traída por una gran inundación. Los movimientos milenarios que surgen dentro del cristianismo y el judaísmo frecuentemente interpretan terremotos, epidemias, guerras y otros desastres como signos del pronto regreso de Cristo o la llegada del Mesías respectivamente. El análisis de los evangelios confirma que Jesús tampoco creyó que el Reino de Dios aparecería pacíficamente sobre la Tierra. Para él, la redención también provendría de un acto violento de Dios (ej. Mc. 13:1-35).

5. Los movimientos milenarios tienden a dividir a la humanidad en dos grupos: quiénes están salvos y quienes están perdidos
Congruentes con su perspectiva apocalíptica, los movimientos milenarios generalmente dividen a la humanidad entre “buenos” y “malos”, aquellos que serán salvados y aquellos que serán condenados. Rara vez se contempla un término medio. Yonina Talmon lo expresa bien:
El objetivo de los movimientos milenarios no solo es la salvación de almas individuales, sino la erección de una ciudad celeste para un pueblo elegido. El mensaje milenario está dirigido a un grupo ya existente o busca la creación de un nuevo grupo de electos. (Pursuit of the Millennium, pp. 131)
Las recurrentes imágenes de juicio, elección y condenación que impregnan los evangelios y el resto del Nuevo Testamento (ej.: Mt. 25:31-46) encuentran aquí buen encaje.

6. El paraíso futuro prometido por los movimientos milenarios por lo general incorpora elementos de inversión social y retorno al pasado mítico
Los movimientos milenarios creen que la redención traerá consigo un cambio fundamental en el universo. En palabras de Yonina Talmon:
(E)l futuro metahistórico será uno donde el mundo será habitado por la humanidad liberada de todas las limitaciones de la existencia humana, redimida del dolor y la transitoriedad, de la falibilidad y el pecado, convirtiéndose de una vez en perfectamente buena y perfectamente feliz. El mundo será absolutamente, completamente e irrevocablemente cambiado. (Pursuit of the Millennium, pp. 130)
En qué consistirá esta utopía varía de movimiento en movimiento. Sin embargo, Allison apunta dos patrones con particular relevancia para estudiar los orígenes del cristianismo. Por un lado, el enderezamiento de injusticias frecuentemente toma la forma de una inversión del orden natural y consigo una inversión jerarquías sociales. Varios movimientos milenarios en Melanesia, por ejemplo, esperaban que cuando llegue la redención los colores de piel se invertirán: la piel oscura se volverá clara mientras la clara se volverá oscura, esperanza que emerge independientemente en movimiento milenarios afroamericanos en el sur de Estados Unidos en el siglo XIX. Aunque Jesús nunca llegó a tales extremos, ciertamente su predicción de que “muchos de los primeros se volverán los últimos y los últimos primeros” (Mc. 10:31) encuentran aquí buena compañía. Por otro lado, el Mundo Futuro descrito por los movimientos milenarios frecuentemente incluye elementos del pasado mítico de la cultura en donde emergen, por lo que la llegada del paraíso será también, en cierto sentido, el retorno a una Era Dorada. Este patrón se reproduce en el mesianismo judío y el cristianismo primitivo, pues ambos incluyeron en sus visiones redentoras la restauración de elementos perdidos de la historia de Israel, como la reagrupación de las Doce Tribus y la restauración de la monarquía Davídica.
7. Comúnmente, los movimientos milenarios esperan que los muertos participen de alguna forma en el Mundo Futuro
La creencia que los muertos regresarán para formar parte del Mundo Nuevo es recurrente entre movimientos milenarios. Cuando Wovoka y otros profetas nativo-americanos describieron el Mundo Venidero, sus visiones revelaban que los ancestros iban existir en este junto a los vivos. En Melanesia, varios cultos milenarios (como por ejemplo aquellos que surgieron en la Bahía Milne, la isla Wilsin y la isla Espíritu Santo) afirmaron que cuando llegue la redención, un gran barco aparecería en las orillas de donde se bajarán los difuntos ancestros, trayendo consigo abundantes bienes materiales. Dentro del judaísmo mesiánico-apocalíptico, esta misma esperanza se articuló como la creencia en la resurrección de los muertos, artículo de fe probablemente adoptado del zoroastrismo persa, que afirmaba que cuando Dios finalmente restaure a Israel allí reuniría no solo los judíos dispersos por el mundo, sino aquellos que fallecieron. No es sorpresa, por lo tanto, que el cristianismo primitivo, un movimiento que surgió dentro del judaísmo y cuyas tendencias milenarias son manifiestas, también haya adoptado ese artículo de fe.

8. Los movimientos milenarios frecuentemente son revivalistas
Los movimientos milenarios tienden a buscar incitar un profundo entusiasmo religioso a nivel popular, avivando la conciencia religiosa de las multitudes. Este patrón es trans-cultural, habiendo emergido en lugares tan diversos como Melanesia, movimientos nativo-americanos y en la Europa medieval.
Es relevante notar entonces que el movimiento liderado por Jesús era un movimiento de carácter popular, el cual se desplazaba entre las aldeas empobrecidas de Galilea anunciando la inminente llegada del Reino de Dios (ej.: Mc. 6:8-11). Dicho otramente, era un movimiento que buscaba despertar la conciencia religiosa de otros judíos, llamándolos a reformar su vida y redoblar su fe en preparación para la redención mesiánica.
9. Los movimientos milenarios frecuentemente generan compromisos intensos y potencialmente auto-destructivos entre sus adherentes
La convicción en un inminente final a menudo se materializa en la formación de compromisos absolutos con el movimiento y un abandono potencialmente peligroso de relaciones sociales ordinarias así como de bienes materiales. Este patrón es observable en movimientos de toda cultura y contexto. Cuando Shabtai Tzvi se proclamó Mesías, muchos judíos que lo siguieron vendieron y donaron sus posesiones, cosa que también hicieron los seguidores de Teudas, un movimiento mesiánico más o menos contemporáneo con el de Jesús. Cuando Birsa Munda anunció que India sería purificada por un gran diluvio, sus seguidores abandonaron sus cultivos y liberaron sus animales. John G Streland describe un patrón similar en Melanesia:
“[Cuando se acepta el mensaje de un profeta] los aldeanos usualmente lo siguen en una serie de acciones: todo el trabajo ordinario llega a un final abrupto; cerdos y gallinas son sacrificados en un holocausto; los ahorros son gastados o desechados; propiedades y cosechas son destruidas – todo esto con la idea de acelerar la llegada de los espíritus de los muertos y el cargamento que traerán con ellos” (Search of Salvation: Studies in the History and Theology of Cargo Cults, pp. 51).
El patrón se reproduce en el cristianismo primitivo, donde Jesús exigió a por lo menos algunos de sus seguidores abandonar sus posesiones y familias para dedicarse a tiempo completo a anunciar la llegada del Reino de Dios (ej.: Lc. 9: 59-62).

10. Los movimientos milenarios tienden a simbólicamente sustituir la familia natural por una familia espiritual
No es infrecuente que las comunidades que conforman movimientos milenarios se entiendan a sí mismas como familias que sustituyen los vínculos de sangre. Es relevante aquí notar, entonces, que los evangelios preservan una polémica recurrente de Jesús en contra de la familia natural. Jesús anunció, entre otras cosas, que “si alguno viene a mí y no odia a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo.” (Lc. 14:26), y que su mensaje estaba destinado “a poner en conflicto al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra” (Mt. 10:35), a la vez que proclamó que su verdadera familia era aquellos que aceptaban su mensaje (Mc. 3:31-35 // Mt. 12:46-50 // Lc. 8:19-21). El empeño de los primeros cristianos en llamarse “hermanos” el uno al otro, al igual que esta tendencia a exaltar la familia espiritual a costa de la natural, encajan perfectamente dentro de los patrones comunes del milenarismo.
11. Los movimientos milenarios pueden ser pacifistas
Aunque en numerosos casos los movimientos milenarios acaban encendiendo violentas rebeliones populares (como, por ejemplo, la Rebelión de Taiping en China), no es imposible que adopten una posición de pacifismo frente a los opresores. Wovoka, por ejemplo, famosamente enseñó que “no debemos pelear. No debemos dañar a nadie,” prohibición que incluía no dañar tanto a blancos como a nativos. En efecto, Wovoka declaró que la violencia “es mala y debemos evitarla (…) debemos ser amigos unos del otro”. La posición pacifista de Wovoka no constituía una aceptación del orden colonial ni tampoco, en realidad, un repudio a una solución violenta. En efecto, a la vez que Wovoka predicaba el amor universal él también creía que dentro de poco Dios exterminaría al hombre blanco. Detrás de esta aparente paradoja yace el hecho que Wovoka, al igual que otros profetas milenarios, reconoció que la violencia humana era incapaz de curar al mundo, por lo que debía ser “delegada” a Dios. Esta curiosa dicotomía donde se predica hermandad entre los hombres a la vez que se anuncia que la divinidad actuará de modo feroz y violento también está presente en los evangelios, donde Jesús ordenó a sus seguidores dar la otra mejilla (ej.: Lc. 6:29) a la vez que predecía la violenta destrucción del orden presente (ej.: Mt. 11:23).

12. Los movimientos milenarios frecuentemente son egalitarios
El llamado a la igualdad que exhiben muchos movimientos milenarios responde a la creencia de que el mundo presente, el cual se caracteriza por relaciones de jerarquía y dominación, está por desaparecer. Así, por ejemplo, en el siglo XII Joaquín de Fiore predicó la igualdad de los sexos, creencia igualmente profesada por los Müsteritas y los Ranters en el siglo XIV y XVII respectivamente, los cuales además implementaron un régimen de propiedad compartida. En China, el movimiento milenario que encendió la Rebelión de Taiping en el siglo XIX también proclamó igualdad entre los sexos y distribución equitativa de la tierra. La abolición de la distinción de clases también es una característica recurrente de los movimientos milenarios de Melanesia. El egalitarismo de las primeras comunidades cristianas donde “todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno” (Hch. 2:44-45) y donde las mujeres jugaban un rol importante, por lo tanto, se ajusta a este patrón.
13. Los movimientos milenarios tienden a ser nativistas
Aunque en ocasiones los movimientos milenarios predican cosmovisiones nuevas, es más frecuente que su naturaleza sea nativista, es decir, que anclen su doctrina en las creencias tradicionales de la cultura en donde emergen, característica que se explica precisamente porque el milenarismo es frecuentemente una expresión del temor de que la cultura y modo de vida de un grupo se encuentra bajo ataque.
A pesar de que su posterior difusión en el mundo greco-romano alteró significativamente su carácter, no hay duda alguna que el cristianismo originalmente inició como un movimiento judío, iniciado y popularizado entre judíos, que predicaba que Jesús era el Mesías judío, enviado por el dios judío y profetizado en las escrituras judías. Dicho otramente, pese a evolucionar en direcciones separadas, el cristianismo inició como un movimiento nativista judío.
14. Los movimientos milenarios frecuentemente rompen tabúes culturales
A pesar de frecuentemente celebrar su conexión con el pasado, la expectativa que el mundo está por transformarse a menudo causa el relajamiento de ciertos tabúes culturales. Así, por ejemplo, el “Mesías” judío Shabtai Tzvi rutinariamente violaba las leyes alimenticias de la Torá, insistiendo que ya no eran aplicables a la luz de la inminente redención mesiánica. Igualmente, el rol prominente que las mujeres han gozado en varios movimientos milenarios frecuentemente ha chocado con los valores patriarcales de las culturas donde emergen.
Aunque esto evidentemente es una explicación incompleta, no es difícil ver cómo este espíritu de liberación, proveniente de la convicción que el orden presente está a punto de desaparecer, pudo influir en la postura liberal que los evangelios le atribuyen a Jesús respecto al Shabat, al igual que la decisión de sus seguidores de aceptar que gentiles se unan al movimiento sin adoptar las costumbres judías.

15. Los movimientos milenarios crean nuevos canales para entrar en contacto con lo sagrado
Al creer vivir en el final de los tiempos, los movimientos milenarios se ven a sí mismos viviendo en tiempos extraordinarios donde nuevos canales para conectarse con la divinidad son posibles. Mientras que las vías «oficiales» para conectarse con Dios en tiempos de Jesús eran los sacrificios en el Templo y la Torá interpretada por escribas y sacerdotes, este mediaba lo sagrado directamente mediante su prédica profética, sus curaciones, exorcismos y comidas comunales.
16. No es raro que movimientos milenarios surjan de otros movimientos milenarios
No es infrecuente que los movimientos milenarios revivan las creencias de movimientos anteriores, o que surjan como una rama de un movimiento milenario original. Este patrón se duplica en el cristianismo, pues el movimiento liderado por Jesús con toda probabilidad emergió de entre las filas de los seguidores de Juan Bautista, al cual nuestras fuentes históricas claramente adscriben un mensaje apocalíptico (ej.: Mt. 3: 7-12).

17. Los movimientos milenarios a veces insisten en la posibilidad de empezar a experimentar las glorias del mundo futuro en el presente
A pesar que invariablemente los movimientos milenarios entienden la salvación como la llegada de un Mundo Futuro, no es imposible que también anuncien que algunos beneficios de esa utopía puedan ya ser experimentados en el presente. Dale Allison aquí enfatiza que esta posibilidad a menudo aparece cuando las profecías de una inminente transformación terrenal demoran en cumplirse. Así, los seguidores del movimiento racionalizan el aparente fracaso “espiritualizando” la profecía incumplida: el Mundo Nuevo ya ha llegado, al menos parcialmente, pero no de forma visible. La posibilidad de los creyentes de participar de la salvación futura en el presente, por lo tanto, es a menudo una consecuencia de la necesidad de postergar (a veces indefinidamente) la “inminente” llegada de la redención.
Es relevante aquí notar, por lo tanto, que hay una tendencia dentro del Nuevo Testamento a insinuar que el Reino de Dios de alguna forma ya fue inaugurado, tendencia que se vuelve más marcada entre más tardío sea el texto. Esto ocurre por ejemplo en secciones del Evangelio de Lucas (ej. Lc. 17:20-21) mientras que el Evangelio de Juan (el último de los evangelios en ser escrito) habla de la Vida Eterna como algo que ya es accesible en el presente (ej. Jn. 11:25).
18. Los movimientos milenarios predicen que la redención vendrá pronto
Los movimientos milenarios, por definición, anuncian que el paraíso está a la vuelta de la esquina. El análisis de los actos y palabras de Jesús, apuntan a que él creía que el Reino de Dios se manifestaría en su generación, conclusión que se ve reforzada cuando se coloca sus enseñanzas en su contexto histórico, así como cuando se analizan las creencias de las primeras comunidades cristianas que se formaron inmediatamente después de su muerte.
19. Todos los movimientos milenarios, tarde o temprano, deben lidiar con el hecho que sus profecías fracasaron
Al anunciar que la transformación final es inminente, los movimientos milenarios en algún momento tienen que confrontar el hecho que el fin no ha llegado. Sorprendentemente, rara vez esto destruye el movimiento, sino que simplemente causa una revisión de sus doctrinas. Este fenómeno se explora a continuación.
Cuando la Profecía Fracasa
A pesar de que no hay dos movimientos milenarios idénticos, absolutamente todos hasta la fecha tienen algo en común: estaban equivocados. Por más intensa que haya sido su fe y por más fervientes que hayan sido sus plegarias, hasta el día de hoy el universo ha sido indiferente a sus sueños y esperanzas. Así, todos los movimientos milenarios tarde o temprano se han enfrentado al hecho que sus profecías fracasaron. Sin embargo, por sorprendente que parezca, esto raramente marca su final. Al contrario, no es infrecuente que los movimientos milenarios no solo sobrevivan la desconfirmación, sino que sigan creciendo exitosamente a pesar de ella. Lorne L. Dawson describe esta curiosa dinámica:
Cuando las profecías fallan en volverse realidad, sus creyentes están a menudo sorprendidos, decepcionados y desconcertados. Las apasionadas convicciones que le dieron un propósito especial a sus vidas se convierten en una fuente de desazón cuando deben vergonzosamente explicar a otros, y a sí mismos, que salió mal. Sin embargo, es raro que estos fracasos resulten en las terribles consecuencias que quienes no forman parte del grupo esperan. Contra-intuitivamente, la vasta mayoría de grupos que hacen predicciones milenarias navegan la tormenta de desconfirmación bastante bien. En vez de empujar a sus miembros a la duda y la frustración, los fracasos pueden intensificar el compromiso de los seguidores, al menos por un tiempo. La fe en los líderes que hicieron las profecías, así como su ideología en general, permanecen intactas y, con unos cuantos ajustes, los decepcionados frecuentemente enfocan su atención en profecías nuevas. (Prophetic Failure in Millennial Movements, en The Oxford Handbook of Millennialism, pp. 126)
En efecto, cuando un movimiento milenario se enfrenta al fracaso, ocurre frecuentemente lo que Dale Allison llama “exégesis secundaria” (pp. 94), una reinterpretación de los hechos o de la profecía que permiten racionalizar el suceso. Así, al enfrentarse a acontecimientos que parecen refutar sus convicciones, lo más frecuente es que la ideología del movimiento simplemente sea ajustada, dándole nuevo significado a los eventos, pronunciando nuevas profecías, y/o reinterpretando las anteriores. Mediante esta racionalización, el grupo se mantiene firme en su fe y el movimiento sobrevive. En efecto, mediante este ejercicio de reinterpretación, a través de la historia varios movimientos milenarios no solo han superado el fracaso de sus profecías, sino que incluso han conseguido sobrevivir y prosperar, incluso durante siglos. Para ilustrar esto, presento cuatro ejemplos que creo son iluminadores:
El caso de los Dönmeh
En 1648, durante un periodo de intensas persecuciones, un judío llamado Shabtai Tzvi declaró ser el Mesías, rápidamente ganando apoyo en varias comunidades hebreas de medio-oriente, Europa, y el norte de África. Varios judíos empezaron a vender o donar sus posesiones en preparación para la inminente restauración de Israel y el retorno a la Tierra Prometida. En 1666, sin embargo, las fuerzas del sultán Mehmed IV arrestaron a Shabtai en Constantinopla. El sultán le dio dos opciones: convertirse al islam o ser ejecutado. Para el horror de sus seguidores, el “Mesías” aceptó la primera alternativa. Ahora bien, a pesar de que la mayoría de sus seguidores abandonaron su fe, muchos no lo hicieron. Una interesante explicación teológica fue ideada: la apostasía de Shabtai Tzvi era parte del eterno plan salvífico de Dios. Para redimir el mundo, era necesario que el Mesías “descendiera” a los lugares más oscuros de la condición humana, incluso a la apostasía, para que así, en su eventual “ascenso”, la entereza del universo sea redimida. Así, el horror de la apostasía empezó a jugar un papel similar dentro de la teología de los Sabateos al que jugó la crucifixión dentro del cristianismo primitivo.

Shabtai Tzvi en sí adoptó una postura ambigua respecto de su identidad después de su apostasía, convirtiéndose en parte de la corte real donde actuaba como musulmán, pero todavía proclamando su identidad mesiánica en círculos judíos. La fe de quienes permanecieron leales a él tampoco cedió cuando finalmente falleció en 1679 sin haber cumplido las expectativas judías de lo que haría el Mesías (es decir, restaurar el reino de Israel, reconstruir el Templo, e inaugurar una era de paz y prosperidad). En vez de eso, se anunció que Shabtai Tzvi volvería de algún modo a manifestarse en el futuro para cumplir con dichas profecías. Hasta que llegue ese día, los seguidores de Shabtai, en imitación al Mesías y para continuar con su labor salvífica, debían convertirse al islam en público, pero preservar secretamente sus creencias judías. Así, los seguidores de Shabtai Tzvi se convirtieron en un movimiento religioso autónomo, denominándose los Ma’aminim (es decir, “los creyentes”) aunque son más conocidos como los Dönmeh (“los conversos”). El movimiento sigue vivo hasta el día de hoy en Turquía. La naturaleza secreta de su religión hace difícil calcular su número, pero se estima que cuenta entre 15.000 a 100.000 adherentes.
El caso del Mesianismo de Jabad
Un caso similar mucho más reciente es el de Menachem Mendel Schneerson, más conocido como el Rebbe Lubavitcher o simplemente “el Rebbe”. Menachem fue el séptimo líder de un popular grupo judío ortodoxo conocido como Jabad, y durante su vida ganó reconocimiento internacional por su labor en áreas de educación, servicio social y promoción de valores universales. El Rebbe incluso ganó reconocimiento oficial por parte del gobierno estadounidense, el cual designó su cumpleaños como el Día de la Educación y el Compartir, además de otorgarle la Medalla de Oro del Congreso de los Estados Unidos póstumamente en 1995. Durante su vida, el carisma y popularidad del Rebbe convencieron a muchos judíos de que él era el prometido Mesías, y que su compasión y esfuerzos humanitarios finalizarían la preparación del mundo para la llegada de la Era Mesiánica. El Rebbe en concreto nunca declaró explícitamente ser el Mesías, pero tampoco hizo grandes esfuerzos por negarlo, por lo que es posible que él mismo haya estado abierto a esa posibilidad.

Sin embargo, a pesar de las esperanzas de sus seguidores, el Rebbe falleció el 12 de junio de 1994 sin revelarse como el Mesías ni cumplir las profecías mesiánicas judías: no restauró el reino de Israel, ni reconstruyó el Tercer Templo, ni dio inició una Era Gloriosa. Ahora bien, mientras que la mayoría de sus seguidores aceptaron que su muerte era prueba de que él no era el Mesías después de todo, algunos de ellos empezaron a proclamar que Dios lo resucitaría, o bien que ya lo había resucitado, o incluso que en realidad no había muerto, por lo que volvería a manifestarse en el futuro cercano para cumplir con esas profecías incumplidas. Curiosamente, los paralelos con el cristianismo no se detuvieron ahí, pues algunos de sus seguidores también empezaron a insistir que el Rebbe no solo fue el Mesías, sino que fue Dios encarnado. Este movimiento, que se conoce como “Mesianismo Jabad”, sigue vivo hasta el día de hoy, a pesar de que la mayoría de judíos consideran sus doctrinas heréticas y contrarias al espíritu del propio Rebbe.

El caso de los Milleritas
A mediados del siglo XIX, un estadounidense llamado William Miller, después de realizar complejos cálculos usando textos bíblicos, llegó a la conclusión de que la Segunda Venida de Cristo ocurriría el 22 de octubre de 1844. La profecía fue ampliamente creída y cientos de entusiastas empezaron a prepararse, incluso vendiendo o donando sus posesiones. Cuando el 22 de octubre finalmente pasó y la profecía quedó incumplida, Miller y sus seguidores se convirtieron en objeto de burla e incluso violencia. Sin embargo, pese a la adversidad, muchos se mantuvieron firmes en su fe. La siguiente explicación fue ofrecida: la profecía se había cumplido, pero de forma invisible. Miller había calculado bien la fecha, pero se equivocó al creer que hacía referencia a la Segunda Venida. En vez de eso, 1844 realmente marcaba el momento en el que Cristo entró en el “Santuario Celestial”, un recinto ultramundano desde donde decidirá quienes serán salvados cuando regrese en un futuro cercano. Dicho otramente, la fecha calculada por Miller hacía referencia a un evento imperceptible a los ojos, pero de enorme trascendencia, pues marcaba la etapa final en la historia de la salvación. La Iglesia Adventista del Séptimo Día, rama nacida del movimiento original de Miller y que hoy en día cuenta con más de 21 millones de miembros, sostiene esto hasta el día de hoy.

El caso de “los Buscadores”
En 1954, con la intención de estudiar cómo los movimientos religiosos lidian con profecías incumplidas, un equipo académico dirigido por el psicólogo social Leon Festinger se infiltró en un pequeño culto en Estados Unidos llamado “los Buscadores” (“the Seekers”), también conocido como “la Hermandad de los Siete Rayos de Luz”. El culto sostenía que su líder Dorothy Martin (a la cual se le dio el seudónimo “Marian Keech” en el libro publicado por Festinger) recibía mensajes enviados por seres espirituales de otro planeta. Estos seres luminosos le habían revelado que la mayoría de Norteamérica sería destruida por una inundación el 21 de diciembre, pero que los miembros del culto serían transportados a otro mundo donde iban a trascender todas las limitaciones humanas. Algunos miembros de la secta estaban tan convencidos de este mensaje que abandonaron sus trabajos y cortaron sus vínculos sociales para prepararse.

Llegada la medianoche del día en cuestión, los Buscadores se llenaron de desconcierto y angustia al ver que la nave espacial que los salvaría del Diluvio no había descendido. Sin embargo, su decepción pronto se tornó en júbilo cuando su líder recibió otro mensaje extraterrestre pocas horas después: la fe de los Buscadores había llenado a la Tierra de tanta «luz y bondad» que los planes de destruirla habían sido cancelados. Este pequeño culto efectivamente creía haber salvado el mundo. El equipo de Festinger fue particularmente meticuloso en apuntar un radical cambio de actitud después del evento: mientras que antes de su decepción la secta había mostrado poco interés en ganar nuevos seguidores, después de este se volvió proselitista, tratando de hacer todo lo posible por diseminar su nuevo mensaje.
***
Ejemplos como estos podrían fácilmente multiplicarse, pero el punto debe haber quedado claro. El fracaso profético dentro de un movimiento milenario no marca necesariamente su fin, ya que la reinterpretación teológica fácilmente puede convertir la derrota en victoria. Aquello que se profetizó sería visible ahora se anuncia cumplido de forma invisible, aquello que fue origen de decepción se reinterpreta como parte del eterno plan de salvación, e incluso la muerte prematura del líder sólo despierta la convicción que volverá a manifestarse, derrotando a la muerte misma. Así, la racionalización de decepciones genera nuevas doctrinas y nuevas profecías. Las creencias del movimiento mutan, pero su energía y entusiasmo son preservadas, permitiéndole continuar existiendo e incluso prosperar. Gracias a la “exégesis secundaria”, lo que muchos creerían es el fin, en realidad frecuentemente sólo es el principio.
La “exégesis secundaria” en el cristianismo primitivo
Si el movimiento fundado por Jesús fue, como afirman Alison y la mayoría de expertos del cristianismo primitivo, un movimiento milenario, entonces este también tuvo que en algún momento revisar sus expectativas originales. En realidad, la evidencia de reinterpretación teológica dentro del cristianismo primitivo no solo existe, sino que nos permite dar una respuesta históricamente satisfactoria a porqué las concepciones mesiánicas del cristianismo son tan distintas a las del judaísmo. En particular, nos permite iluminar tres importantes interrogantes:
- ¿Por qué el cristianismo afirma que el Mesías tenía que morir y resucitar cuando el judaísmo nunca ha afirmado eso?
- ¿Por qué el cristianismo afirma que el Mesías se manifestará dos veces mientras que el judaísmo afirma que bastará se manifieste una única vez?
- ¿Por qué a pesar de haber iniciado como un movimiento judío en pocas décadas las comunidades cristianas estaban compuestas mayoritaramente por gentiles?
Para iluminar estos interrogantes podemos analizar al cristianismo primitivo como un movimiento milenario, concretamente un movimiento mesiánico judío, cuyas doctrinas pasaron por tres “etapas”, cada vez mutando orgánicamente como resultado de situaciones originalmente imprevistas.
Etapa 1: El anuncio del Reino de Dios
En esta primera etapa, el mensaje del movimiento habría sido una variante del judaísmo mesiánico-apocalíptico, el cual el registro histórico indica fue particularmente popular durante la ocupación romana. El mensaje central de Jesús y sus allegados habría sido la proclamación de la pronta llegada del Reino de Dios, un evento material y tangible, concretamente, la restauración de Israel bajo un monarca Davídico, la reagrupación de las Doce Tribus, la resurrección física de los muertos, y el inicio de una era de paz y abundancia sobrenatural. Todas estas esperanzas milenarias estaban fundadas en las escrituras hebreas y eran compartidas por varios judíos de la época, como da testimonio mucha de su literatura producida durante ese periodo. Jesús, al igual que otros judíos, también habría profetizado que esta Era Gloriosa no llegaría de modo pacífico, sino que sería inaugurada por un violento acto de juicio divino, el cual revertiría las injustas jerarquías sociales de su tiempo, entregándole Reino a los pobres, humildes y oprimidos mientras que los ricos y soberbios serían por siempre excluidos. Lo más probable es que Jesús haya anunciado que él mismo jugaría un rol protagónico en este drama apocalíptico, proclamándose no solo como un profeta anunciador del Mundo Venidero, sino como el Mesías, el Rey Davídico de Israel que se sentaría en el trono llegado el Reino de Dios.

Los evangelios indican que este movimiento original presentaba los rasgos generales de movimientos milenarios descritos por Allison. Jesús y sus seguidores se habrían desplazado de aldea en aldea en las zonas rurales de la empobrecida Galilea, llamando a las multitudes a reformar sus actitudes morales, intensificar su amor por el prójimo, y avivar su fe en preparación para la redención mesiánica. La reputación de Jesús como exorcista y sanador efectivo rápidamente se esparcieron, afianzando su autoridad y validando su mensaje de salvación. El movimiento se habría dirigido principalmente a campesinos y los estratos marginados de la sociedad, los cuales habrían aceptado su mensaje con entusiasmo. Jesús incluso se acerca a los “casos perdidos” de Israel, prostitutas y pecadores, transformando sus vidas y dándoles propósito y sentido. Con alegría, la “escoria” de la sociedad israelita se llena de esperanza. Ellos serán los herederos del Reino. Muchos, convencidos por el carisma y habilidades de Jesús, abandonan sus posesiones y familias para unirse a su misión, dedicándose a tiempo completo a preparar a Israel para la llegada del Reino de Dios.
Etapa 2: De un “Mesías Triunfante” a un “Mesías Sufriente”
Sin embargo, ocurre un desastre. Durante una visita a Jerusalén, Jesús es crucificado por las autoridades, evento que habría sido consecuencia directa de su mensaje de liberación mesiánica. En efecto, a pesar que el movimiento era pacifista (a diferencia de otros movimientos mesiánicos de la época como los zelotes), eso no dejaba de convertir a su líder en una persona peligrosa a ojos de las autoridades. Predicar un mensaje de liberación en la ocupada Jerusalén fácilmente podría encender una insurrección, incluso si esa no era la intención de Jesús. Como explica Antonio Piñero:
La explicación histórico-crítica entiende que Jesús fue condenado a muerte por los romanos como pretendiente mesiánico, como autoproclamado rey de Israel, como individuo políticamente peligroso en cuanto que, al declararse públicamente mesías y rey, podría provocar de inmediato un motín contra las fuerzas de ocupación romanas. Es posible incluso que quizá se produjera de hecho tal motín, o al menos un conato, tras la entrada triunfal en Jerusalén (Mc 15,7). (Aproximación al Jesús histórico, loc. 6262)
El Nuevo Testamento indica que la crucifixión causó sorpresa y angustia a los seguidores de Jesús. No es difícil ver porqué. En el judaísmo nunca se había esperado que el Mesías fuese a morir, mucho menos ser ejecutado. Hasta ese momento, las voces judías siempre habían hablado de lo que se podría llamar un “Mesías Triunfante”, un individuo empoderado por Dios que derrotaría los poderes de las tinieblas, expulsaría a los invasores, restauraría la soberanía israelita, e inauguraría una utopía. La crucifixión de Jesús en manos de paganos parecería negar toda posibilidad que él fuese ese individuo.

Sin embargo, poco después del suceso, la desilusión y tristeza se transforman en júbilo cuando algunos de los miembros del movimiento reportan tener experiencias que los convencen de que Jesús ha resucitado. A la luz de esta nueva convicción, los seguidores de Jesús reinterpretan las escrituras hebreas, insistiendo que ciertos pasajes que hablan de sufrimiento (por ejemplo, el Salmo 22 o Isaías 53) eran en realidad profecías mesiánicas que anunciaban que el Mesías debía sufrir y morir. Es importante enfatizar que no hay registro de ningún otro grupo judío que haya interpretado esos pasajes de ese modo. En efecto, el propio Nuevo Testamento indica consistentemente que esa interpretación sólo ocurrió después de la resurrección, momento en el que a los discípulos “se les abrió el entendimiento” (Lc. 24:45) para comprender muerte del Mesías era parte del eterno plan de Dios.
La crucifixión, un hecho inesperado que pudo acabar con el movimiento, es reinterpretado como parte del plan divino. Así, los allegados más cercanos de Jesús superan la aparente desconfirmación y mantienen intacta su convicción de que Jesús es el Mesías que inaugurará el Reino de Dios en la tierra, pero con el crucial ajuste que el evento ocurrirá cuando este vuelva a manifestarse. En otras palabras, a pesar que los primeros cristianos empezaron a proclamar la novedosa idea de un “Mesías Sufriente”, en realidad nunca realmente abandonaron la teología tradicional del “Mesías Triunfante”, sino que (al igual que los seguidores de Shabtai Tzvi y el Rebbe Lubavitcher) simplemente la desplazaron hacia el futuro. Jesús cumpliría con todas las profecías mesiánicas del judaísmo, pues al son de trompetas angelicales volverá para inaugurar el Reino que prometió en vida. Así, en esta segunda etapa, como consecuencia de la inesperada muerte y resurrección de su líder, el anuncio original de la inminente llegada del Reino de Dios se convierte en sinónimo del anuncio del inminente retorno de Jesús.
Etapa 3: La larga espera
Hasta qué punto esta reinterpretación fue convincente para todos los seguidores originales de Jesús es imposible de discernir. Ciertamente lo fue para sus allegados más cercanos (muchos de los cuales habían abandonado todo para seguirlo), aunque es imposible saber si las entusiastas multitudes de Galilea mantuvieron su fe después de la crucifixión. En todo caso, lo que sí queda bastante claro es que la proclamación de un Mesías Sufriente no fue bien recibida por los judíos en general. Por las razones ya explicadas, para la gran mayoría el hecho que Jesús haya sido ejecutado por Roma era de por sí prueba concluyente que él simplemente no era el Mesías.
Este mensaje, en cambio, fue muchísimo mejor recibido por los gentiles, los cuales no tenían ideas preconcebidas sobre qué o quién sería el Mesías, y que empezaron a unirse al movimiento gracias a misioneros como Pablo. El mensaje anunciado por estos misioneros ya era reconociblemente “cristiano”: Jesús es el Mesías, quién en cumplimiento con las escrituras judías fue crucificado y resucitado, y que se manifestará en tiempo próximo para juzgar a la humanidad, levantar a los muertos, e inaugurar una utopía. Aquellos que acepten este mensaje y reformen su vida acordemente serán “salvados”, es decir, superarán el Juicio de Dios y participarán en el Mundo Nuevo. Esta doctrina, la cual impregna prácticamente todo el Nuevo Testamento, es en realidad una mutación de las esperanzas de redención mesiánica articuladas por el judaísmo de la época, pero ajustadas para acomodar el hecho que Jesús, el líder del movimiento, fue crucificado.
Sin embargo, el movimiento cristiano, ahora mayoritariamente gentil, tiene que enfrentarse a un nuevo problema: la larga espera. A diferencia de la crucifixión, evento que requería de una reinterpretación inmediata, aquí la respuesta fue mucho más gradual, prolongándose por décadas e incluso siglos. Las comunidades cristianas parecen haber adoptado dos mecanismos reinterpretativos principales para lidiar con la aparente demora. El primero, aplazar el momento del retorno de Jesús y el segundo, espiritualizar algunos aspectos de la salvación. Evidencia de estas estrategias pueden detectarse tanto en el Nuevo Testamento como en otros documentos cristianos.
Ejemplos de “aplazamiento” ocurren, por ejemplo, en el Evangelio de Juan y la Segunda Epístola de Pedro, dos de los textos más tardíos del Nuevo Testamento. En el epílogo del primero, Jesús insinúa que uno de los discípulos estaría vivo para su regreso, profecía que hace eco a la pronunciada en los sinópticos que “algunos de los aquí presentes no sufrirán la muerte sin antes haber visto el Reino de Dios llegar con poder” (Mc. 9:1 // Mt. 16:28 // Lc. 9:27). Esta profecía habría sido la razón por la cuál “corrió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría” (Jn. 21:23). Sin embargo, como ese discípulo murió, el evangelista se apresura en clarificar que Jesús «realmente» no prometió que el discípulo permanecería vivo, sino que técnicamente dijo que eso solo pasaría “de ser su voluntad”. Igualmente, la Segunda Epístola de Pedro explica que, a pesar de las burlas de los incrédulos, no es verdad que el retorno de Jesús se haya atrasado, pues “para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día” (3:8). Dicho otramente, lo que se esperaba como “inminente” en términos humanos debe reinterpretarse como “inminente” en términos divinos.
Por otro lado, el cristianismo también empezó a cada vez más “espiritualizar” aspectos de la salvación que generaciones anteriores habían entendido de forma terrenal. Este patrón es claro, por ejemplo, con respecto a la profecía articulada en el capítulo 20 del libro del Apocalipsis donde se indicaba que en poco tiempo habría una resurrección corporal y la tierra se transformaría en un paraíso durante un milenio. James Tabor ilustra esta tendencia:
El énfasis en la perspectiva literal del Milenio continuó en los escritos de Papías (c. 130 d.C), Justinio el Mártir (c. 150 d.C), e Ireneo (c. 180 d.C), pero con menos énfasis en predicciones apocalípticas sobre cuando precisamente el final iba a llegar. Para el siglo tercero d.C., cualquier perspectiva literal del Milenio era cada vez más vista como materialista e inferior, y las interpretaciones apocalípticas del libro de Revelaciones eran desfavorecidas. El teólogo de principios del siglo tercero Origen (185-254), junto con su maestro, Clemente de Alejandría (c. 150 – c. 215), favorecieron interpretaciones más filosóficas neoplatónicas del Milenio. Origen sugirió que el reino de Cristo que duraría mil años predicho en Revelaciones 20 no se refería a un futuro apocalíptico, pero a la era presente en la cual Cristo reina en el cielo como Señor soberano del cosmos y que aquellos renacidos a través del bautismo eran sus participantes “resucitados”. (…) La transformación de un Milenio Cristiano “terrenal” a uno “celestial” encontró su culminación en la influyente obra “La Ciudad de Dios”, escrita a principios del siglo quinto d.C. por Agustín (354-430). Los cristianos cada vez más identificaron cualquier interpretación literal del Milenio con la “inferior” perspectiva de los “judíos”, los cuales habían esperado un reino terrestre en vez de uno celestial. (Ancient Jewish and Christian Millennialism, en “The Oxford Handbook of Millennialism”, pp. 238)
Así, en las décadas y siglos posteriores a la muerte de Jesús, las comunidades cristianas empezaron cada vez más a entender la salvación como algo que ocurre en un mundo espiritual, al Reino de Dios como una metáfora para la Iglesia terrestre, y el retorno de su líder como un evento que ocurrirá en un futuro remoto e indefinido.
Conclusiones
Los resultados de la metodología comparativa propuesta por Dale Allison son congruentes con las conclusiones llegadas por otros métodos empleados en la búsqueda del Jesús Histórico, sustentando la tesis enunciada por Albert Schweitzer hace ya más de un siglo. Según está óptica, el cristianismo tuvo su origen como un movimiento milenario, concretamente un movimiento mesiánico judío, emergido entre las empobrecidas y explotadas aldeas de la Galilea del siglo I. El mensaje de Jesús era uno de esperanza y redención, fundamentado en la convicción judía que sin importar lo malas que se vean las cosas, al final del día hay un Dios bueno que calmará el mar del sufrimiento humano y redimirá a su pueblo. Así, el sueño milenario de Jesús fue la semilla y el fermento original del cristianismo, y el punto de inicio de su evolución histórica hasta nuestros días.
La abundancia de movimientos milenarios a través del tiempo da testimonio de la dimensión universal de esta convicción, la cual parece brotar en todo tiempo y lugar donde el Poder no está al servicio de la Justicia. Fiódor Dostoyevski articuló con elocuencia el sueño milenario, colocándolo en los labios de Iván Karamazov:
Confío que las heridas sanarán, las cicatrices se desvanecerán, que el triste y ridículo espectáculo de los conflictos y luchas del hombre desaparecerán como un lamentable espejismo, como la sórdida invención de un enclenque, microscópico, euclídeo cerebro humano, y que, al final de todas las cosas, en el gran desenlace universal, en el momento que la harmonía eterna sea alcanzada, algo tan magnífico ocurrirá que satisfará todo corazón humano, aliviará toda indignación, pagará por todo crimen, por toda la sangre derramada por el hombre. De modo que se podrá no sólo perdonar, sino justificar todo lo que ha ocurrido en la tierra. (Los Hermanos Karamazov, pp. 283)
La exploración de las consecuencias teológicas y filosóficas de los resultados de la reconstrucción histórica de Jesús serán el objeto de la última entrada en esta serie.
(Puedes ver las otras entradas que se han publicado a la fecha en esta serie en la biblioteca, o en la lista que se encuentra debajo de la bibliografía)
BIBLIOGRAFÍA
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Esta entrada es parte de un grupo dedicado a explorar el carácter apocalíptico de Jesús y el cristianismo primitivo. Otras entradas dentro de esta categoría son:
- Mesianismo y Apocalipticismo
- El Apocalipticismo de los Primeros Cristianos
- El «Padre Nuestro»: una Oración para el Final de los Tiempos
- Jesús de Nazaret, Profeta Apocalíptico
- Los Actos Apocalípticos de Jesús
- Las Enseñanzas Apocalípticas de Jesús
- Movimientos Milenarios y los Orígenes del Cristianismo
- Un Jesús Apocalíptico: Conclusiones y Reflexiones (no publicado aún)
Esta entrada igualmente forma parte de una serie dedicada a la reconstrucción del Jesús Histórico. Otras entradas de esta serie son:
- La Búsqueda del Jesús Histórico: Fuentes y Criterios
- ¿Existió Jesús?
- La Natividad: Historia y Leyenda (1)
- La Natividad: Historia y Leyenda (2)
- La Natividad: Historia y Leyenda (3)
- ¿Tuvo Jesús Hermanos?
- Jesús de Nazaret, Profeta Apocalíptico
- Los Actos Apocalípticos de Jesús
- Las Enseñanzas Apocalípticas de Jesús
- Movimientos Milenarios y los Orígenes del Cristianismo
- Un Jesús Apocalíptico: Conclusiones y Reflexiones (no publicado aún)
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