A través de esta entrada doy inicio formalmente a una serie dedicada a reconstruir el Jesús Histórico empleando los argumentos y metodologías empleados por los expertos en la materia. Para hacerlo, me dedicaré aquí a hablar de las fuentes y criterios que serán empleados.

¿Quién fue Jesús de Nazaret? Algunos dicen que fue un judío revolucionario, que buscaba la liberación de Israel del yugo romano. Otros dicen que era un pacifista, un predicador de la paz, amor y compasión. Hay quienes dicen que Jesús era un proto-socialista, un “Che Guevara” de la antigüedad que embistió contra las desigualdades sociales de su día. En cambio, otros sostienen que Jesús era un conservador, un acérrimo defensor de la propiedad y la santidad de la familia. Algunos dicen que fue un judío devoto, profundamente conectado con las tradiciones de su pueblo. Otros, en cambio, insisten que era un tenaz crítico del judaísmo y su Ley, de la cual se separó. Muchos creen que fue exactamente como lo predican las iglesias. Otros dudan. Hay quienes incluso creen que Jesús nunca existió, sino que es un mito al igual que Mitra, Osiris o Dionisio.
Hoy en día la llamada “Búsqueda del Jesús Histórico” se ha convertido en un tema de gran interés tanto para académicos como para el público en general. Sin embargo, pese a la popularidad del tema, la metodología y razonamiento empleado por los expertos en la materia son a menudo poco conocidos o malinterpretados. En esta entrada explicaré, a grandes rasgos, las pautas metodológicas empleadas comúnmente en esta búsqueda con la intención de iniciar una serie dedicada a resolver preguntas concretas sobre la vida de Jesús desde una perspectiva histórica.
Ahora bien, ¿cual es esa metodología? Si bien no hay una formula rígida usada por investigadores para tratar de llegar al Jesús Histórico, lo cierto es que la metodología compartida por la gran mayoría de ellos consiste en aplicar los llamados “Criterios de Historicidad” a las fuentes relevantes de la vida de Jesús. Consecuentemente, podemos identificar dos “pasos” necesarios: en primer lugar, identificar, analizar y descomponer las fuentes históricas relevantes sobre Jesús de Nazaret y luego, en segundo lugar, someterlas a un análisis crítico para identificar que elementos en ellas son probablemente históricos y cuales probablemente legendarios.
Consecuentemente, en atención a esos dos «pasos» a seguir, voy a dividir esta entrada en dos secciones. La primera estará dedicada a enumerar las fuentes disponibles para la reconstrucción del Jesús Histórico. La segunda, por otro lado, será una enumeración de los llamados «Criterios de Historicidad», los cuales se usarán para evaluar el contenido de las fuentes de modo crítico.
Fuentes del Jesús Histórico
En el pasado le dediqué una serie completa a identificar las fuentes que tenemos sobre Jesús de Nazaret, por lo que aquí me limitaré a presentar las conclusiones de esa serie.
Por regla general, los historiadores buscan que las fuentes cumplan estos criterios:
- Se buscan fuentes que sean lo más cercanas cronológicamente a los hechos que narran.
- Se buscan fuentes que sean independientes entre sí.
- Se busca que la fuentes sean, en lo humanamente posible, lo más imparciales.
En el caso de Jesús tenemos buenas y malas noticias. Las buenas son que, a pesar de tratarse de un campesino de la Galilea del siglo I, tenemos una cantidad decente de fuentes que podemos usar y contrastar para reconstruir su vida. Las malas son que provienen casi exclusivamente de escritos redactados por devotos suyos décadas después de su muerte.
1. Fuentes Apócrifas
Si bien existe una abundancia de evangelios y epístolas que no forman parte del Nuevo Testamento (los llamados textos “apócrifos”), la mayoría de expertos coincide en que estos fueron redactados más de un siglo después de la crucifixión, no son independientes y están atiborrados de elementos legendarios e históricamente inverosímiles, motivo por el cual la mayor parte de investigadores modernos creen que no son de utilidad para reconstruir al Jesús Histórico. Los evangelios apócrifo, pese a ser una ventana para entender la evolución del cristianismo primitivo, no nos ayudan a acercarnos al mensaje original de Jesús de Nazaret.

Si el lector le interesa más respecto del tema, puede encontrar una entrada dedicada a este aquí.
2. Fuentes No-Cristianas
Jesús y los cristianos son mencionados en solo cuatro ocasiones por autores judíos o paganos dentro de los primeros cien años despúes de la crucifixión:
- En “Las Antigüedades de los Judíos” de Flavio Joséfo, historiador judío, hay dos referencias a Jesús (∼95 d.C.).
- En los “Anales” escritos por el historiador romano Tácito se encuentra una breve referencia a Jesús y los cristianos (∼115 d.C.).
- Suetonio, en su relato de la vida del emperador Claudio, quizá haga referencia un incidente con cristianos en Roma. También hace una mención a ellos cuando habla del imperio de Nerón (∼121 d.C.).
- Plinio el Joven habla del movimiento cristiano en su correspondencia con el emperador Trajano (∼112 d.C.).
Sin embargo, lamentablemente la información provista por ellos es bastante breve y escueta, por lo que a pesar de ser útil, difícilmente es suficiente para reconstruir la vida de Jesús. Concretamente, estos autores solo nos indican que:
- Existió un hombre llamado Jesús (Joséfo, Tácito, quizá Suetonio),
- Este tenia la reputación de hacer “hechos impactantes” (Joséfo),
- Este fue ejecutado por Poncio Pilato, bajo el imperio de Tiberio (Joséfo, Tácito),
- Que el movimiento iniciado por el persistió después de su muerte (Joséfo, Tácito, Suetonio, Plinio el Joven),
- Que Jesús tenía un hermano llamado Santiago quien estaba involucrado en el movimiento después de su muerte (Joséfo),
- Que Santiago también fue ejecutado (Joséfo),
El lector puede hallar una entrada dedicada exclusivamente a este tema aquí.
3. El Nuevo Testamento
La mejor fuente de información sobre Jesús es, en definitiva, el propio Nuevo Testamento y en especial los cuatro evangelios canónicos. Lamentablemente, desde un punto de vista estrictamente histórico esta fuente es problemática por dos motivos. Primero, sus autores evidentemente no son (ni pretenden ser) imparciales ni mucho menos desinteresados en la materia. En efecto, los escritos del Nuevo Testamento son todos escritos confesionales y polémicos que buscan expresar la fe y esperanzas religiosas del autor a la vez que buscan atacar y desacreditar la de otros. En segundo lugar, como explicaré a continuación, el consenso académico moderno es que los autores no fueron testigos de los eventos que narran, sino que están alejados de ellos varias décadas de transmisión oral.
La Autoría de los Evangelios
A pesar que la tradición sostuvo que los evangelios fueron redactados por Mateo, Marcos, Lucas y Juan, es decir por cristianos de la primera generación, la evidencia histórica indica que los cuatro evangelios no fueron atribuidos a esos autores sino hasta finales del siglo II. En efecto, el consenso moderno en la materia sostiene que estos evangelios fueron escritos por cristianos anónimos décadas después de la muerte de Jesús, basándose en relatos orales que fueron trasmitidos de boca en boca a través del Imperio Romano.

Hoy en día la fecha de composición de estos evangelios se estima más o menos así:
- El Evangelio de Marcos: ≈ 70 d.C.
- El Evangelio de Mateo: ≈ 85 d.C.
- El Evangelio de Lucas: ≈ 85 d.C – 100 d.C.
- El Evangelio de Juan: ≈ 105 d.C.
Por motivos de espacio, no voy a incluir aquí los argumentos que han llevado a los investigadores modernos a estas conclusiones, ya que le he dedicado una serie completa precisamente eso y que recomiendo al lector leerla si está interesado en profundizar sobre el tema.
El Problema Sinóptico
Otra dificultad en emplear a los evangelios como fuentes históricas es que ellos no son fuentes independientes entre sí. En efecto, un análisis cuidadoso de la estructura, vocabulario y gramática de los evangelios revela que tres de ellos, concretamente Mateo, Marcos y Lucas, los llamados “evangelios sinópticos”, son literariamente interdependientes. En efecto, los impactantes paralelos que se presentan los tres evangelios, paralelos que frecuentemente son palabra por palabra, solo pueden explicarse si los evangelistas se copiaron el uno al otro o copiaron fuentes en común.
La gran mayoría investigadores modernos resuelve este llamado “problema sinóptico” del siguiente modo. Marcos fue usado como “base” tanto por Lucas como Mateo para escribir sus propios evangelios. En otras palabras, cuando Lucas y Mateo escribieron su evangelio ellos tenían a su lado una copia del evangelio de Marcos, la cual editaron para construir su propia narrativa. Adicionalmente, tanto Lucas como Mateo tuvieron acceso a un segundo documento que contenía información biográfica sobre Jesús, documento que no fue preservado y actualmente se halla perdido. A este segundo documento se le conoce en el medio académico como la fuente “Q” ya que en alemán (idioma de los investigadores que originalmente propusieron esta teoría) la palabra “fuente” se dice “Quelle”. Adicionalmente a Marcos y Q, Mateo y Lucas debieron emplear fuentes propias y únicas a ellos para explicar las discrepancias entre estos dos evangelios (por ejemplo, respecto al nacimiento de Jesús). Las fuentes propias de Mateo se denominan colectivamente “M” mientras que las fuentes propias de Lucas se denominan “L”.
La solución del Problema Sinóptico parece entonces ser esta: tanto Lucas como Mateo tomaron a Marcos y a “Q”, y los combinaron con a relatos únicos de su comunidad («M» y «L») para crear sus respectivos evangelios. Esta solución al problema sinóptico puede resumirse visualmente de este modo:
Un análisis del contenido de “Q” (es decir, de aquellos pasajes que son compartidos entre Mateo y Lucas, pero no figuran en Marcos) nos indica que este documento probablemente redactado en una etapa temprana del cristianismo. Consecuentemente, los investigadores modernos tienden a fechar la redacción de “Q” relativamente temprano, alrededor del año 50 d.C. aunque todavía haya debate sobre ese extremo. La resolución del problema sinóptico nos indica entonces que, a pesar de tener cuatro evangelios, en realidad tenemos cinco fuentes independientes que podemos usar: Marcos, Q, L, M y Juan.
Una vez más, los argumentos y evidencias que han llevado a los investigadores modernos a estas conclusiones no serán presentados aquí por motivo de espacio. Para el lector que desee conocerlos le remito a esta entrada dedicada exclusivamente al tema.
Los Evangelios son Textos Teológicos
Si bien no hay duda alguna que los evangelistas emplearon fuentes anteriores a ellos para elaborar sus escritos, lo cierto es que ellos no pretendieron elaborar relatos históricos objetivos y desinteresados sobre la vida de Jesús. Al contrario, un análisis del contenido literario de los evangelios revela que su estructura, edición y presentación del material están diseñados para expresar sus respectivos mensajes teológicos.
Marcos, por ejemplo, elabora su evangelio de tal forma que su clímax sea la confesión de Pedro debido a su particular interés en el “Secreto Mesiánico”. La narración del nacimiento e infancia de Jesús en Mateo, por otro lado, esta diseñada para evocar un paralelo entre Jesús y Moisés. Lucas, en cambio, presenta el ministerio de Jesús como el preludio del crecimiento de la Iglesia. En efecto, todos y cada uno de los evangelistas han conscientemente estructurado su narración para expresar y trasmitir sus convicciones teológicas, a menudo deliberadamente alterando elementos de sus fuentes. Esto no es mera especulación, sino una conclusión inevitable del estudio comparativo de los evangelios canónicos (comparen, por ejemplo, el relato de la crucifixión de Lucas con la de Marcos, su fuente).
Consecuentemente, al emplear estos evangelios como fuentes para reconstruir al Jesús Histórico es imperativo estar en guardia del sesgo teológico de los evangelistas, motivo por el cual debe tratar el material escrito por ellos de forma crítica.
¿Pueden Ayudarnos las Epístolas del Nuevo Testamento?
Además de los cuatro evangelios, el Nuevo Testamento contiene un gran numero de epístolas las cuales, en principio, podrían contener información biográfica para la reconstrucción del Jesús Histórico. Lamentablemente, estas epístolas son por lo general de poco uso para este fin por dos motivos:
- La mayoría son seudoepigrafías escritas considerablemente después de la muerte de Jesús, y;
- La mayoría no contiene ningún dato biográfico sobre Jesús,
Sin embargo, vale la pena mencionar que las auténticas epístolas de Pablo, las cuales fueron escritas alrededor del año 50 d.C., son notables excepciones a la regla, motivo por el cual son invaluables no solo para darnos información biográfica de Jesús sino también para darnos contexto sobre las primeras décadas del cristianismo.
El Nuevo Testamento como Arqueología Literaria
Podemos imaginarnos entonces al Nuevo Testamento como un lugar de excavación arqueológica, compuesta de varias “capas” sedimentarias y donde entre más profundo se excava más antiguo probablemente es el material. Esto puede representarse visualmente de este modo:
Es importante tener claro que el mero hecho que algo se encuentre en una capa posterior no significa necesariamente que ese material sea inauténtico. En efecto, ningún investigador duda que en Juan, “M” y “L” se encuentran materiales biográficos auténticos que pueden ser usados para reconstruir la vida de Jesús. Sin embargo, naturalmente los investigadores se inclinan a preferir los materiales que se encuentran en Pablo, “Q” y Marcos, ya que probablemente ellos fueron redactados con anterioridad.
Los Criterios de Historicidad
Habiendo identificado las fuentes relevantes del Jesús Histórico, es hora de pasar a la segunda etapa: someterlas a un análisis riguroso para distinguir que materiales probablemente se remontan a Jesús y cuales son probablemente elaboraciones teológicas o legendarias de la Iglesia primitiva.
John P. Meier, uno de los más reconocidos investigadores contemporáneos de la materia (y sea dicho de paso, sacerdote católico), expresa esta dificultad:
“Debido a que estos Evangelios están impregnados de la fe Pascual de la Iglesia primitiva y fueron escritos entre cuarenta y setenta años después de los eventos que narran, nos debemos preguntar: ¿Cómo podemos distinguir entre lo que proviene de la vida de Jesús (Etapa I, aproximadamente 28-30 d.C.) de lo que fue creado por la tradición oral de la Iglesia primitiva (Etapa II, aproximadamente 30-70 d.C.) y aquello que fue producido por la actividad editorial de los evangelistas (Etapa III, aproximadamente 70 – 100 d.C.)?” (Un Judío Marginal: Volumen I)
En otras palabras, una vez identificadas las fuentes del Jesús Histórico, es necesario establecer criterios metodológicos que nos ayuden a separar aquellos datos que probablemente provienen de la vida de Jesús de aquellos que probablemente fueron creados en las décadas subsiguientes a su muerte. Si bien los investigadores están en libertad de ser creativos respecto a la metodología que emplean, lo cierto es que la mayoría de ellos ha convergido en una lista mas o menos estándar de denominados “criterios de historicidad”, los cuales describo a continuación.
El Criterio de la Dificultad
El llamado “Criterio de la Dificultad” (también conocido como «Criterio de la Vergüenza») indica que un material presente en los evangelios que resulte “vergonzoso” o problemático para la Iglesia primitiva tiene más probabilidades de ser auténtico. Esto es así porque es poco probable que la Iglesia primitiva haya inventado historias, dichos o relatos sobre Jesús que les hayan causado problemas.
Un ejemplo clarísimo de esto es la Crucifixión: si el Jesús Histórico no hubiese sido crucificado (como sostienen, por ejemplo, algunos seguidores del Islam), entonces, ¿por qué la Iglesia hubiese inventado ese hecho? La muerte por crucifixión era una de las ejecuciones más humillantes y degradantes en el Imperio Romano. Consecuentemente, es inverosímil creer que los primeros cristianos se hubiesen inventado que su líder y maestro haya muerto de ese modo. El veredicto: el Jesús Histórico fue con práctica certeza crucificado.
Otro excelente ejemplo es el bautizo de Jesús por Juan. El cristianismo antiguo entendía al bautizo como un gesto ritual de arrepentimiento por los pecados en el cual el bautista era visto como espiritualmente superior al bautizado. Para los cristianos Jesús fue libre de pecado y no existía un ser espiritualmente superior a él, consecuentemente es inverosímil que la Iglesia primitiva haya fabricado la historia del bautizo de Jesús. En efecto, si uno lee los evangelios cronológicamente (Marcos > Mateo > Lucas > Juan) notará un patrón progresivo mediante el cual se intenta dejar en claro que Jesús era superior al Bautista, hasta llegar al Evangelio de Juan donde ni siquiera se menciona que Jesús haya sido bautizado por él o por nadie. El veredicto: el Jesús Histórico probablemente fue bautizado por Juan Bautista.
El Criterio de la Discontinuidad
Este criterio es semejante al criterio de la vergüenza, pero tiene sus propias aristas. Según el “Criterio de la Discontinuidad”, si una historia, dicho o relato sobre Jesús es “discontinuo” con el entorno del judaísmo del Siglo I y/o la Iglesia primitiva, entonces la probabilidad de que ese material sea auténtico aumenta. En otras palabras, si encontramos materiales que no parezca puedan provenir ni del judaísmo ni de la Iglesia, entonces eso probablemente indica que provienen del propio Jesús Histórico.
Un ejemplo de esto es la terminante prohibición de Jesús de dar cualquier tipo de juramento, la cual aparece en Mateo 5:34. Esta prohibición del dar juramentos simplemente no encuentra paralelos en otros textos judíos de la época ni tampoco en la Iglesia primitiva (es más, el propio apóstol Pablo viola esta prohibición en Gal. 1:20). En otras palabras, la prohibición de dar cualquier tipo de juramento es discontinua tanto con respecto al judaísmo de esa época, así como de la Iglesia primitiva. El veredicto: esta prohibición probablemente proviene del Jesús Histórico. (Noten aquí que este material es probablemente histórico a pesar de encontrarse en una de las capas menos antiguas del Nuevo Testamento, concretamente en “M”).
El Criterio de la Atestación Múltiple
Este criterio nos indica que si un material se repite en más de una fuente independiente (por ejemplo, en Pablo y Marcos) entonces la probabilidad de que este material provenga de la vida del propio Jesús Histórico aumenta. Esto es así, evidentemente, porque si dos fuentes que no se han copiado entre ellas coinciden en algo, esa coincidencia evidentemente indica que ninguna de ellas pudo inventarla por separado, sino que ese material debe provenir de una tradición que antecede a ambas fuentes.
Un ejemplo de esto, por ejemplo, es el hecho de que Jesús haya tenido a un hermano llamado Santiago. La referencia a Santiago como hermano de Jesús aparece en Pablo, en Marcos, así como en Flavio Joséfo, el historiador judío. El veredicto: el Jesús Histórico probablemente tenía un hermano llamado Santiago.
El Criterio de la Coherencia
Según este criterio, si un material en nuestras fuentes “encaja” o es “coherente” con otros materiales que han sido declarados probablemente auténticos por otros medios, entonces la probabilidad de que este material también sea auténtico aumenta.
El Criterio de la Verosimilitud Histórica
A diferencia de los otros criterios donde se busca identificar materiales que probablemente provengan de la vida del Jesús Histórico, este criterio busca identificar que materiales probablemente no son auténticos. El criterio funciona identificando materiales que parecen no ajustarse al contexto histórico de Jesús de Nazaret, por lo que probablemente fueron producidos por cristianos posteriores.
Un ejemplo de esto es el dialogo de Jesús con Nicodemo en el capítulo 3 del Evangelio de Juan. La razón por la que este dialogo probablemente no es histórico es que depende del doble sentido de la palabra griega “anothen” (ἄνωθεν), palabra que dependiendo del contexto puede significar “del cielo” o “una segunda vez”. Este doble significado es fundamental para entender este dialogo. Jesús le dice a Nicodemo que es necesario nacer “del cielo” (es decir, espiritualmente) para entrar en el Reino de Dios (3:3). Sin embargo, Nicodemo no comprende y piensa que Jesús dice que hay que nacer “una segunda vez” y pregunta consternado “¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y volver a nacer?” (3:4). La palabra usada en ambos casos es “anothen”: la confusión de Nicodemo nace del doble sentido de esta palabra.

Ahora bien, el problema es que Jesús y Nicodemo (si es que existió) eran judío de la palestina del siglo I, por lo que con casi total seguridad no hubiesen hablado griego entre ellos, sino arameo. El doble sentido de “anothen» no aparece en ese otro lenguaje, motivo por el cual este dialogo probablemente nunca sucedió, o no sucedió del modo relatado en el evangelio.
El Criterio del Rechazo y Ejecución
Este criterio se distingue de los demás empleados en que no busca identificar materiales concretos como auténticos o inauténticos, sino que más bien nos indica que la imagen completa del Jesús Histórico debe de cuadrar con el hecho que este fue crucificado por sedición en contra del Imperio Romano. Consecuentemente, este criterio nos permite descartar reconstrucciones del Jesús Histórico donde este sea simplemente un maestro inofensivo y pacifista.
La muerte del Jesús Histórico nos indica indudablemente que este debió ser un hombre conflictivo, cuyas enseñanzas de algún modo resultaron ofensivas o amenazantes para las autoridades de su tiempo, motivo por el cual decidieron ejecutarlo.
El Criterio del Silencio Incomprehensible
Un criterio que a menudo no figura en el listado “estándar” de criterios de historicidad, pero que a mi personalmente encuentro útil. Este criterio busca extraer información histórica de la ausencia de materiales. Si nuestras fuentes históricas callan respecto a algún extremo de la vida de Jesús donde ese silencio es incomprehensible, entonces estamos en una posición de interpretar ese silencio como una ausencia.
Por ejemplo, en absolutamente ninguna de nuestras fuentes se indica que Jesús tuviese una esposa, a pesar de que nuestras fuentes nos den detalles más o menos consistentes sobre los padres, hermanos y asociados de Jesús. Consecuentemente, estamos en una posición donde podemos interpretar el silencio de nuestras fuentes como una ausencia: si Jesús hubiese estado casado, entonces nuestras fuentes probablemente lo reflejarían, de lo que concluimos que probablemente era soltero.
El Criterio del Testimonio Injustificable
Otro criterio a menudo no figura en el listado “estándar” de criterios de historicidad, pero que a mí personalmente me parece útil. En los evangelios a menudo se relatan eventos donde no parece haber un testigo que haya podido reportarlo. La oración de Jesús en el Jardín de Getsemaní (donde expresamente se indica que sus acompañantes estaban dormidos), el pago del dinero a Judas, y el interrogatorio de Jesús ante Pilato (el cual habría sido conducido en privado dentro del praetorium) son todos eventos donde aparentemente no parece haber habido un testigo que luego haya podido reportar lo ocurrido. Este tipo de eventos, consecuentemente, fueron probablemente construidos sea por la tradición oral o evangelística para llenar los vacíos presentes en su narrativa.

Esta entrada es parte de una serie dedicada a reconstruir el Jesús Histórico. Las entradas que forman parte de esta serie a la fecha son:
- La Búsqueda del Jesús Histórico: Fuentes y Criterios
- ¿Existió Jesús?
- La Natividad: Historia y Leyenda (1)
- La Natividad: Historia y Leyenda (2)
- La Natividad: Historia y Leyenda (3)
- ¿Tuvo Jesús Hermanos?
- Jesús de Nazaret, Profeta Apocalíptico
- Los Actos Apocalípticos de Jesús
- Las Enseñanzas Apocalípticas de Jesús
- Movimientos Milenarios y los Orígenes del Cristianismo
- Un Jesús Apocalíptico: Conclusiones y Reflexiones (no publicado aún)
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