La Natividad: Historia y Leyenda (2)

Esta entrada es la segunda parte de una serie de entradas dedicadas al análisis histórico de la Natividad de Jesús. En consecuencia, recomiendo al lector que antes de leer esta entrada lea la primera de la serie, donde analizo los problemas históricos que las narraciones de Mateo y Lucas nos presentan. En esta entrada, teniendo en cuenta los mencionados problemas, voy a analizar el contenido teológico presente en ambas narraciones bajo la hipótesis de que los relatos de la Natividad pueden ser elaboraciones de carácter místico o religioso más que el recuento de eventos históricos.

La Huida a Egipto es un pasaje clásico de la Natividad

Los Problemas Históricos de la Natividad: Un Resumen

Como analicé en la primera entrada de esta serie, los problemas históricos en el momento de reconstruir el nacimiento de Jesús son numerosos. Las narraciones apócrifas, como la que se encuentra en el Proto-Evangelio de Santiago, fueron compuestas demasiado tarde y estás demasiado empapas de elementos legendarios para ser de utilidad alguna y no hay ningún autor pagano o judío de la época que mencione su nacimiento. Igualmente, en el Nuevo Testamento solo hay dos lugares donde se mencionan los eventos de la Natividad: los primeros capítulos de los evangelios de Mateo y Lucas respectivamente. Absolutamente ningún otro texto del Nuevo Testamento (ej.: las cartas de Pablo, el evangelio de Marcos, etc.) menciona ningún dato respecto a la concepción o nacimiento de Jesús. 

Ahora bien, como exploré a detalle en la mencionada entrada anterior a esta, esas narraciones están plagadas de problemas históricos, los cuales resumo a continuación:

  1. Son narraciones que aparecen relativamente tarde en el registro histórico del Nuevo Testamento y son imposibles de datar antes de la redacción de los evangelios de Mateo y Lucas (cosa que probablemente ocurrió no antes del 85 d.C, incluso posiblemente tan tarde como el 100 d.C),
  2. Una comparación de ambos relatos revela que se contradicen prácticamente en cada punto y una reconciliación de ambas narrativas es esencialmente imposible,
  3. Presentan serios problemas históricos individualmente (ej.: es imposible que el censo mencionado por Lucas haya ocurrido de la forma que él describe),
  4. Contradicen una tradición anterior con buenas posibilidades de ser histórica la cual es mencionada por en el evangelio de Marcos (y aludida en el de Juan). Concretamente, que la familia de Jesús se sorprendió y no creyó en Jesús al inicio de su ministerio, cosa que no tendría sentido si ellos sabían de su nacimiento sobrenatural,
  5. Su contenido, (incluyendo que Jesús haya sido concebido virginalmente o que haya nacido en Belén), no es mencionado ni aludido en ningún otro lugar del Nuevo Testamento a pesar que uno esperaría que así fuera,
  6. No existe ninguna fuente confiable fuera del Nuevo Testamento que corrobore las fantásticas ocurrencias que figuran en estos relatos (ej.: ningún autor menciona el censo de Lucas o la masacre de los inocentes de Mateo),
  7. Fueron redactados en un medio cultural donde comúnmente se fabricaban relatos fantásticos de los nacimientos de grandes personajes,

Estas dificultades deben llevarnos a considerar una hipótesis alternativa: que los relatos de Mateo y Lucas son leyendas elaboradas por los cristianos primitivos como resultado de reflexiones de carácter más teológico que histórico. En efecto, si adoptamos esta óptica (la cual es aceptada por la virtual totalidad de la comunidad de investigadores modernos), podemos ver de modo transparente como varios detalles de las narraciones de Mateo y Lucas son en realidad mecanismos mediante los cuales se transmiten mensajes religiosos respecto a la persona de Jesús.

Los Elementos Teológicos en las Natividades de Mateo y Lucas

La Huida a Egipto

Como expliqué en una entrada anterior, el Evangelio de Mateo es el evangelio que más se esfuerza en colocar a Jesús dentro del judaísmo y los primeros capítulos de su evangelio sirven para este propósito. En efecto, piensen por un momento en la siguiente narración: un infante nace milagrosamente en una familia judía, pero un tirano busca destruirlo. El tirano asesina a todos los niños varones, pero el infante es protegido sobrenaturalmente del peligro en Egipto. Este individuo más tarde abandona Egipto y cruza a través de las aguas y entra en el desierto donde permanece un largo tiempo. Después de esto, este personaje va a la cima de una montaña desde donde entrega la Ley de Dios a sus seguidores.

¿Suena familiar? En efecto, los primeros capítulos del Evangelio de Mateo evocan de modo transparente los eventos en la vida de Moisés y del pueblo hebreo durante el Éxodo. El rey Herodes es semejante al Faraón, el agua del bautizo es semejante al cruce del Mar Rojo, los cuarenta días en el desierto se asemejan a los cuarenta años que los hijos de Israel vagaron en el desierto y finalmente el Sermón de la Montaña es una duplica de la revelación de Moisés en el Monte Sinaí.

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La fuerza de esta conexión alegórica entre Jesús por un lado y Moisés y el pueblo Hebreo por otro se refuerzan cuando prestamos atención al texto en sí. Para empezar, Mateo nos indica que la huida y retorno a Egipto cumplen lo vaticinado por el profeta al escribir “de Egipto llamé a mi hijo” (2:15). Sin embargo, al leer la cita en su contexto original (Oseas 11.1), queda claro que esta cita no hablaba del Mesías sino del pueblo hebreo, el cual es en ocasiones referido por como el “hijo de Dios” en el Antiguo Testamento. En efecto, la cita empleada por Mateo literalmente se refería al Éxodo en su contexto original: el pueblo hebreo, el hijo de Dios, es «llamado» desde Egipto para establecerse en la tierra de Israel. Sin embargo, la creatividad teológica del evangelista vió en ese evento el vaticinio de que el otro hijo de Dios, el Mesías, replicaría el viaje y también saldría de Egipto. Esta asociación entre la infancia de Jesús y los eventos del Éxodo se ve reforzada cuando notamos que las palabras del ángel “Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel, que ya murieron los que amenazaban con quitarle la vida al niño” (2:20) son casi copiadas del Éxodo (4:19) donde en su contexto original hacían referencia a Moisés.

Consecuentemente, podemos ver en el relato de Mateo de la persecución de Herodes, la masacre de los inocentes y la huida a Egipto son una profunda expresión teológica que afirma la continuidad de la historia del pueblo judío en la persona de Jesús.

José, el Soñador.

El vehículo principal mediante el cual la narración de Mateo se mueve es a través de los sueños de José, el padre putativo de Jesús. Es a través de un sueño que se le dice a José que su prometida ha concebido virginalmente (1:20). Es también mediante sueños que se le ordena escapar a Egipto para evitar la ira de Herodes (2:13) y posteriormente a través de ese mismo mecanismo se le dice de regresar a Israel (2:19) y establecerse en la región de Nazaret en vez de Judea (2:22). El hecho que José constantemente tenga sueños sobrenaturales es una expresión de la teología propia de este evangelista. En efecto, Mateo está transparentemente creando un paralelo entre José, el padre de Jesús, con José, el hijo de Jacob en el Génesis.

El libro del Génesis relata cómo Jacob tuvo doce hijos y como uno de ellos, José, tenía el don de tener sueños premonitorios. El texto luego nos cuenta cómo, por culpa de una maquinación de sus envidiosos hermanos, José fue vendido como esclavo a Egipto, pero que su don le permitió escalar en la sociedad hasta convertirse en consejero del Faraón. Finalmente, José perdonó a sus hermanos y convenció al Faraón de que les permita a ellos y sus familias ingresar a Egipto, salvándolos así de una hambruna que azotaba sus tierras. El relato concluye indicándonos que los numerosos descendientes de estos doce hermanos se convertirían en las doce tribus de Israel, constituyendo así el pueblo israelita.

El paralelo es claro. Ambos personajes comparten el nombre de José, tienen sueños sobrenaturales, y protegieron al hijo de Dios (el pueblo hebreo en el Génesis, Jesús en Mateo) trayéndolo a Egipto. Mediante este paralelismo consciente, Mateo una vez más articula sus convicciones teológicas: que Jesús es el Mesías judío y que su vida refleja los grandes eventos del pasado de Israel.

La Estrella de Oriente

En tiempos antiguos las estrellas y otros signos astrológicos eran frecuentemente conectados con el nacimiento o muerte de grandes personajes. Esta creencia aparece reportada en varios autores más o menos contemporáneos con Mateo. Plinio el Joven nos dice que existía una creencia popular de que el nacimiento de grandes personajes iba acompañado con la aparición de estrellas brillantes (Historia Natural 2:28). Suetonio cita a Julio Marathus diciendo que pocos meses antes del nacimiento de César Augusto una brillante estrella apareció en el cielo (Augusto 24). Tácito, por otro lado, nos reporta que un cometa anunció la muerte de Nerón y el auge de su sucesor (Anales 14:22). En efecto, el relato de la Estrella de Oriente que figura en el evangelio de Mateo no es único en la antigüedad, sino que al contrario refleja una creencia común en esa época.

Yendo más allá, la estrella del relato de Mateo parece no solo reflejar la creencia popular de esa entonces que el nacimiento de grandes personajes estaba asociada con eventos cósmicos, sino que también parece expresar ciertas expectativas judías de la época sobre la llegada del Mesías. En efecto, varios comentaristas asocian el relato de Mateo con el pasaje recogido en el libro de Números, el cual reproduzco a continuación:

“Lo veo, pero no ahora;
lo contemplo, pero no de cerca.
Una estrella saldrá de Jacob;
un rey surgirá en Israel.
Aplastará las sienes de Moab
y el cráneo de todos los hijos de Set.
Edom será conquistado;
Seír, su enemigo, será dominado,
mientras que Israel hará proezas.
De Jacob saldrá un soberano,
y destruirá a los sobrevivientes de Ar”.
(Números 24:17-19)

Si bien el contexto original del pasaje no hablaba del Mesías, en épocas de Mateo este era frecuentemente interpretado como una profecía mesiánica, con varios grupos judíos asociando la “estrella que saldrá de Jacob” con la llegada Mesías. Esta identificación figura, por ejemplo, en los Rollos del Mar Muerto (Documento de Damasco 7:19-20), el Testamento de Leví (18:3), y varias traducciones arameas (targumim) del pasaje. No solamente eso, sino que Simón Bar Kojba, otro «Mesías» que apareció más o menos alrededor de la época de Jesús y que causó la revuelta contra Roma en el año 132 d.C., adoptó ese nombre precisamente en referencia a ese pasaje, ya que “Bar Kojba” significa literalmente “Hijo de la Estrella” en arameo. En consecuencia, la Estrella de Oriente conecta expectativas populares sobre el nacimiento de grandes personajes con expectativas mesiánicas comunes en tiempos de Mateo.

Los Sabios de Oriente

La visita de los Sabios de Oriente también tiene señales de reflejar particular perspectiva teológica de Mateo y su comunidad. El evangelio de Mateo, muy probablemente producido en una comunidad mixta de judíos y paganos conversos, se esfuerza en incluir a los no-judíos dentro del plan salvífico de Dios realizado en la persona de Jesús. La visita de los Sabios, quienes serían no-judíos (concretamente, astrólogos Zoroastrianos), se contrapone con la crueldad de Herodes y sus escribas quienes, a pesar de ser judíos, intentaron acabar con su propio Mesías. Así, la visita de los Sabios crea un espacio donde Mateo puede introducir la participación de no-judíos en la vida de Jesús desde su inicio.

Pero más allá de eso, la narración de los Sabios también conecta con el pasaje de Números 24:17-19 que cité en el apartado anterior. Para entender por qué, es necesario saber el contexto del pasaje en cuestión. La profecía citada fue pronunciada por Balán, un hechicero no-judío contratado por el malvado rey Balac, quién pretendió que este eche una maldición sobre el pueblo hebreo. Sin embargo, Balán es impedido por el espíritu de Dios en lanzar su maldición y en vez de ella él pronuncia una serie de oráculos respecto al pueblo hebreo, incluyendo el citado pasaje. El contexto de este pasaje es relevante porque hay motivos para pensar que Mateo tácitamente indica que los Sabios de Oriente son descendientes de Balán. En efecto, ¿que otros paganos de Oriente habrían estado enterados de su profecía? El Padre de la Iglesia, Orígenes (siglo III), da testimonio de esa asociación de ideas:

Image result for origin church fatherSe dice que de Balán nació la casta e institución de los Sabios, los cuales florecieron en el Oriente. Ellos tenían en su posesión las profecías de Balán, incluyendo «Una estrella saldrá de Jacob y un hombre surgirá de Israel.» Los Sabios tenían esos escritos consigo. Consecuentemente, cuando Jesús nació, reconocieron la estrella y comprendieron que la profecía se había cumplido” (Homilía sobre el Libro de Números 13:7)

Igualmente, también es probable que ciertos eventos históricos hayan suplido inspiración a Mateo y su comunidad en la creación del relato de los Sabios. Concretamente, alrededor del año 60 un el rey armenio Tiridates y su séquito vinieron a adorar al Emperador Nerón de modo semejante al modo que los Sabios vinieron a adorar a Jesús en el relato de Mateo. Al relatar el evento, Plinio el Joven se refiere a Tiridates y a su séquito como “Sabios” (Historia Natural 30:6, 16-17). Pero no solo eso, sino que el historiador Dion Casio nos indica que este grupo de “Sabios” después de adorar a Nerón regresaron a su hogar por otro camino, cosa que también ocurre en el relato de Mateo (2:12).

El Nacimiento en Belén

Uno de los pocos elementos que Mateo y Lucas tienen en común es que concuerdan en que Jesús nació en Belén de Judá para luego crecer en Nazaret, a pesar de que no se ponen de acuerdo respecto a cómo ocurrió eso. Mateo indica que la familia de Jesús era de Belén, pero que tuvieron que reubicarse en Nazaret (escapando primero a Egipto) para huir de la ira de Herodes y su hijo Arquelao. Lucas en cambio opina que la familia de Jesús era de Nazaret, pero tuvieron que temporalmente viajar a Belén a causa de un censo, lugar donde el parto les tomó por sorpresa.

Sin embargo, es clave tener en cuenta que la ubicación de Belén no es neutra, sino que está fuertemente conectada con expectativas mesiánicas comunes en la antigüedad. En la tradición judía el Mesías restauraría la línea sucesoria del Rey David, la cual se perdió cuando Judá fue invadida por los Babilonios. En otras palabras, el Mesías sería un descendiente de David que retomaría el control de Israel y lo llevaría a una época de paz, justicia y gloria. Tanto Mateo como Lucas están conscientes de este “pre-requisito” para ser el Mesías, cosa que es evidente al revisar sus respectivas genealogías las cuales, a pesar de ser contradictorias (en la siguiente entrada las exploraré con más detenimiento), incluyen a David en ellas (Mt. 1:1-16 // Lc. 3:23-38).

Ahora bien, muchos judíos no solamente creían que el Mesías sería un descendiente de David, sino que éste provendría de la misma localidad de donde él provino: Belén de Judá (ver 1 Samuel 17:15). Esta expectativa tuvo sus bases en la profecía de Miqueas:

«Pero de ti, Belén Efrata, pequeña entre los clanes de Judá, saldrá el que gobernará a Israel; (…) surgirá uno para pastorearlos con el poder del Señor, con la majestad del nombre del Señor su Dios. Vivirán seguros, porque él dominará hasta los confines de la tierra. ¡Él traerá la paz!» (Miq. 5:2-5),

Esta profecía es citada (aunque con cambios) por Mateo (2:6). En efecto, el Talmud Palestino, escrito por judíos, preserva de forma independiente esta expectativa, indicando que el Mesías emergería de “la ciudad real de Belén en Judá” (Berakhot 5a).

El Pesebre y los Pastores

A diferencia de la Natividad de Mateo donde Jesús y su familia se hallan en una casa (Mt. 2:11), Lucas sitúa su Natividad en pesebre, lugar donde María y José fueron obligados a recostar al niño “porque no había lugar para ellos en la posada” (Lc. 2:7). Una vez ahí, Lucas (y sólo Lucas) nos relata que mensajeros celestiales avisan a un grupo de pastores del nacimiento del mesías, los cuales van a adorarlo (2:16).

Ahora bien, este detalle encaja perfectamente dentro de la teología propia del evangelio de Lucas. De todos los evangelios, Lucas es el que más se preocupa de la justicia material y la dignidad de los pobres. Esto puede evidenciarse, por ejemplo, en la forma única que Lucas presenta las bienaventuranzas (6:20-26), el discurso de Juan Bautista (3:10-14) y la historia de Lázaro y el Rico, la cuál es única a él (16: 19-31). Debido a estas fuertes inclinaciones, no es sorpresa que Lucas sitúe el nacimiento de Jesús en un medio tan humilde y que los primeros en visitarlo hayan sido pobres pastores.

Sin embargo, la presencia de pastores y la sensación pastoril general que impregna la Natividad de Lucas no solo responde a sus fuertes preocupaciones sociales, sino que también conectan con expectativas mesiánicas. En concreto, la escena pastoril parece aludir a David, quien originalmente era un pastor, y la profecía de Miqueas, la cual se interpretaba en el sentido de que el Mesías aparecería en la llamada “Torre del Rebaño” en Belén:

“En aquel día reuniré a las ovejas lastimadas, dispersas y maltratadas. Con las ovejas heridas formaré un remanente, y con las desterradas, una nación poderosa. El Señor reinará sobre ellas en el monte Sión desde ahora y para siempre. Y tú, Torre del Rebaño, colina fortificada de la ciudad de Sión: a ti volverá tu antiguo poderío, la soberanía de la ciudad de Jerusalén.” (Miq. 4:6-8)

La Torre del Rebaño se situaba en los campos donde se cuidaban rebaños para su sacrificio en el Templo y donde originalmente David hubiese sido pastor. En efecto, es probable que Lucas tácitamente implique que el lugar donde se hallaba el pesebre no era otro que la Torre del Rebaño, idea que cobra fuerza si uno nota que el ángel que se le aparece a los pastores no indica donde se hallaba el pesebre, por lo que los pastores (judíos y conocedores de la profecía de Miqueas) habrían sabido donde se hallaba.

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Ruinas de una torre de pastores

Así, la escena pastoril de Lucas combina tanto expectativas mesiánicas con su particular preocupación por los pobres y excluidos en una misma escena.

La Natividad como Teología hecha Historia: Conclusiones

Como debe quedar claro del análisis anterior, varios de los elementos presentes en las narrativas de la Natividad están completamente impregnados de significación teológica. Esta observación, sumada a las enormes dificultades históricas que presentan estos relatos (dificultades que resumí al inicio de esta entrada y que exploré en detalle en la entrada anterior) inclinan a la mayoría de investigadores modernos, independientemente de confesión religiosa, a rechazarlos como realidades históricas. En vez de ello, los investigadores se inclinan a interpretarlos como elaboraciones legendarias que surgieron de meditaciones de carácter místico por parte de los primeros cristianos a la luz del Antiguo Testamento.

Raymond Brown

Así, por ejemplo, el reconocido investigador sobre el Jesús Histórico y sacerdote católico John P. Meier concluye que “el historiador debe de cuidarse de usar las Narrativas de la Infancia como fuentes de información histórica sobre Jesús. Ambas narrativas parecen ser en gran parte el producto de reflexiones hechas por los primeros Cristianos respecto al mensaje salvífico de Jesucristo a la luz de profecías del Antiguo Testamento” (Un Judío Marginal, Vol I), afirmación que hace eco de las conclusiones llegadas por el célebre exegeta también católico Raymond Brown en su libro “El Nacimiento del Mesías”. Por su parte, el reconocido E.P. Sanders, de tradición protestante, indica que “Las narrativas de la infancia son un caso extremo. Mateo y Lucas las usan para situar a Jesús en la historia de la salvación. Parece que tenían muy poca información histórica sobre el nacimiento de Jesús (histórica en nuestro sentido), por lo que acudieron a su otra fuente, las escrituras Judías” (La Figura Histórica de Jesús). De esa misma tradición los renombrados investigadores W.D. Davies y Dale C. Allison concluyen que estas narrativas “no son el tipo de cosas de lo que la historia está hecha”, juicio que es citado por el erudito judío Geza Vermés en su libro “La Natividad”. Por su lado, el académico Arthur Bellinzoni expresa el mismo punto de una manera más cruda diciendo que “es evidente que las narrativas del nacimiento e infancia en Mateo y Lucas no tienen ningún tipo de valor como historia, pero expresan el importante punto teológico que, incluso antes del nacimiento de Jesús, Dios identificó a Jesús y lo consagró para una misión especial” (El Nuevo Testamento p. 338).

Las citas de académicos y exegetas podrían multiplicarse, pero el punto debe de ya haber quedado claro. La combinación de graves problemas históricos, contradicciones y transparente simbolismo teológico que impregnan estas narraciones inclinan a la mayoría de investigadores que se adhieren al método histórico-crítico a dudar de la historicidad de los relatos de la Natividad de Mateo y Lucas. Los relatos de la Natividad parecen ser un caso de “Teología hecha Historia”, donde reflexiones de carácter religioso, místico y metafísico se expresan bajo la forma de narrativas a pesar de que estas no ocurrieron literalmente.

Vale la pena indicar que esto no significa que los evangelistas necesariamente hayan conscientemente fabricado falsedades. En efecto, lo más probable es que sus relatos de la Natividad se hayan formado poco a poco a través de las tradiciones orales de sus comunidades bajo la influencia de experiencias místicas (sueños, visiones) y reflexiones religiosas respecto a los relatos del Antiguo Testamento y su relación con Jesús de Nazaret, todo esto en un medio cultural donde simplemente se presuponía que el nacimiento de grandes personajes estaba acompañado de portentos y signos sobrenaturales. Para los primeros cristianos el Antiguo Testamento anticipaba la vida y obra de Jesús, el cuál lo llenaba de significado. Consecuentemente, para ellos era perfectamente válido «descubrir» detalles sobre la vida de Jesús en las páginas del Antiguo Testamento (los relatos de la infancia no son el único lugar donde esto ocurre, pero si son el caso más extremo).

Ahora bien, ¿significa esto que los relatos de la Natividad son completamente inútiles en el momento de recuperar información sobre el nacimiento del Jesús Histórico? Un juicio así sería demasiado apresurado. En efecto, como expliqué en la entrada anterior, todo parece indicar que las narrativas de Mateo y Lucas fueron escritas de forma independiente y que provienen de tradiciones igualmente independientes. Consecuentemente, aquellas (pocas) áreas donde estas tradiciones se ponen de acuerdo pueden constituir memorias de eventos realmente históricos o por lo menos estar basadas en ellos, incluso si han sido incorporadas a relatos en su mayoría legendarios. Esto es así porque, al menos en principio, el hecho que existan elementos en común en dos tradiciones independientes eleva la probabilidad de que esos elementos provengan de hechos reales. En concreto, a pesar de las masivas contradicciones entre los relatos de Mateo y Lucas, estos están de acuerdo en los siguientes puntos fundamentales:

  1. Jesús fue el primogénito de su familia,
  2. Sus padres se llamaban José y María,
  3. Nació alrededor de la muerte de Herodes el Grande,
  4. Su padre era descendiente de David,
  5. Su madre era virgen y concibió cuando estaba comprometida,
  6. Nació en Belén de Judá,
  7. Creció en Nazaret de Galilea.

¿Es posible que algunos de estos elementos sean realmente históricos o por lo menos inspirados en hechos reales? Para la mayoría de los investigadores la respuesta es afirmativa. En efecto, a pesar de que las narraciones de la Natividad sean composiciones con un alto contenido legendario de ellas pueden extraerse ciertos datos que probablemente sean históricos. Para hacerlo, sin embargo, es necesario evaluar críticamente uno por uno cada uno de estos puntos comunes, cosa que haré en la siguiente y última entrada en esta serie.

BIBLIOGRAFÍA:

  • Bellinzoni, Arthur J. The New Testament: An Introduction to Biblical Scholarship. Wipf And Stock Pub, 2016.
  • Brown, Raymond E. The Birth of the Messiah: A Commentary on the Infancy Narratives in the Gospels of Matthew and Luke. Doubleday, 1999.
  • Crossan, John Dominic., and Richard G. Watts. Who Is Jesus?: Answers to Your Questions about the Historical Jesus. Westminster John Knox Press, 1999.
  • Ehrman, Bart D. The New Testament: A Historical Introduction to the Early Christian Writings. Oxford University Press, 2016.
  • Meier, John P. A Marginal Jew: Rethinking the Historical Jesus. The Roots of the Problem and the Person. I, Doubleday, 1991.
  • Sanders, E. P. The Historical Figure of Jesus. Allen Lane, 1993.
  • Vermès Géza. The Nativity: History and Legend. Doubleday, 2006.

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Esta entrada es parte de una serie dedicada a reconstruir el Jesús Histórico. Las entradas que forman parte de esta serie a la fecha son:

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2 comentarios en “La Natividad: Historia y Leyenda (2)

  1. Si el nacimientos de Jesús es una farsa montada por Lucas y Mateo, entonces prácticamente toda la Biblia lo es, y el cristianismo es un fraude, porque entonces donde esta el fundamento de la fe cristiana, porque prácticamente toda la narración de la Biblia es pura mentira y de que valdría la pena creer en algo que no tiene ningún fundamento.

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    • ¡Gracias por su comentario! Sin embargo su conclusión es un poco apresurada. Recordemos que los relatos que tenemos sobre el nacimiento de otras grandes figuras históricas (Augusto, Alejandro Magno, Julio César) también están atiborradas de elementos legendarios y no por eso vamos a concluir que no podemos saber nada históricamente de esos personajes. En el Nuevo Testamento los relatos de la Natividad son un caso extremo de elaboración legendaria, pero otras secciones contienen información mucho más confiable sobre Jesús y sus primeros seguidores. La clave es analizar de modo crítico el contenido.

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