Jesús, el Salvador Universal: el Evangelio según San Lucas

En una entrada anterior empecé a analizar el contenido de los cuatro evangelios canónicos desde la perspectiva histórico-crítica. Habiendo ya hecho una exégesis de los evangelios atribuidos a Marcos y Mateo. En esta entrada me centraré en el tercer y último de los evangelios sinópticos, el Evangelio según San Lucas.

 

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El Evangelio según San Lucas es el que más se esfuerza en presentar a Jesús no solo como el mesías judío, sino como un salvador universal

Antes de empezar, creo necesario volver a mencionar que la perspectiva de este análisis no es teológica, sino histórico-crítica. Consecuentemente, este análisis seguirá una serie de reglas de interpretación que expliqué en detalle en una entrada anterior y que recomiendo sea leída antes que esta. Igualmente, este análisis asume las conclusiones modernas respecto a la autoría de este evangelio, pero seguiré refiriéndome al autor como “Lucas” por simplicidad.

Además de analizar el contenido del evangelio en sí, este también será analizado desde una perspectiva editorial y comparativa, perspectivas que describo a continuación:

  • Perspectiva Editorial: La hipótesis dominante hoy en día es que Lucas empleó a Marcos como fuente, editando su contenido y usándolo de base para su propio evangelio. Consecuentemente, esto nos pone en posición de analizar los cambios que Lucas le hizo a Marcos, cosa que nos permite ahondar en su perspectiva teológica.
  • Perspectiva Comparativa: A pesar de que lo más probable sea que Lucas y Mateo hayan compuesto sus evangelios independientemente, igualmente comparar a ambos evangelios nos puede iluminar respecto a la diversidad de perspectivas cristianas en el Siglo I.

Mi intención no es ofrecer un análisis exhaustivo del evangelio, cosa que requeriría varios libros, sino ofrecer un “mapa” de sus características más relevantes, invitando al lector a luego leer el evangelio por sí mismo.

El Evangelio según San Lucas: Características Generales

La perspectiva general de Lucas se puede entender mejor si uno toma en cuenta que su intención era que su evangelio sea leído junto al libro de los Hechos de los Apóstoles, del cual también es autor. En efecto, el evangelio inicia un patrón que continúa en el libro de Hechos: el mensaje de Jesús llega a los judíos, pero es rechazado, por lo que luego va hacia los extranjeros. Así, Lucas se esforzará en retratar a Jesús como un profeta rechazado por Israel, cuyo mensaje en consecuencia será dirigido a los paganos. Para Lucas entonces Jesús no solo es el mesías judío, sino un profeta universal cuya función fue fundar una comunidad de creyentes: la Iglesia.

El énfasis que Lucas le coloca a la continuidad entre el ministerio de Jesús y el crecimiento de la Iglesia explica sus esfuerzos por atenuar la inminencia apocalíptica del evangelio de Marcos, para lo que edita algunos de los pasajes más problemáticos de ese evangelio que indicarían que el Fin estaba cerca. Por ejemplo, mientras Marcos indica que los discípulos «no sufrirán la muerte sin antes haber visto el Reino de Dios llegar con poder» (Marcos 9:1)», Lucas elimina «con poder» (Lucas 9:27). Del mismo modo, mientras que el Jesús de Marcos amenaza a sus acusadores diciendo que «ustedes verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo» (Marcos 14:62), Lucas cambia esas palabras a «ahora en adelante el Hijo del hombre estará sentado a la derecha del Dios Todopoderoso.» (Lucas 22:69).

En efecto, si bien Lucas también cree que algún día el Hijo del Hombre se manifestará y traerá el Reino de Dios a la tierra con poder (Lucas 21: 7-32), este cree que de cierto modo el Reino ya está presente en el ministerio de Jesús y la comunidad de creyentes. Así, en este evangelio Jesús dice que el Reino está presente en su ministerio (Lucas 11:20) y en su propia persona (Lucas 17:21). El Fin llegará, pero el ínterin entre el ministerio de Jesús y ese Día Final se ha alargado para darle espacio a la naciente comunidad de creyentes en el Imperio Romano: la Iglesia, el reflejo del Reino que llegará un día.

El alargamiento de ese ínterin y énfasis en la comunidad cristiana resulta en otra característica propia de este evangelio: su especial preocupación por la justicia material. Frecuentemente Lucas presentará a la riqueza como un obstáculo para entrar en el Reino de Dios, por lo que el creyente rico debe de empeñarse en usar sus riquezas para aliviar el sufrimiento del prójimo en su comunidad. Es necesario usar los medios materiales que uno tiene a su alcance para hacer el bien aquí y ahora, hasta que algún día llegue el Reino. Esto puede evidenciarse, por ejemplo, en la forma única que Lucas presenta las bienaventuranzas (Lucas 6:20-26), el discurso de Juan Bautista (Lucas 3:10-14) y la historia de Lázaro y el Rico (Lucas 16: 19-31).

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La Parábola del Buen Samaritano es única a Lucas

En definitiva, Lucas nos presenta un evangelio dirigido a una Iglesia madura, mayormente compuesta de paganos conversos que ya se entiende a sí misma como distinta del judaísmo y como el vehículo de la salvación universal hasta el día que regrese Jesús, día que se ha movido hacia el futuro.

La Anunciación del Nacimiento del Salvador Universal

Al igual que Mateo, Lucas desecha el concepto del «Secreto Mesiánico» de Marcos. Para este evangelista, la identidad de Jesús como el mesías era conocida incluso antes de su nacimiento. Lucas empieza su narración desde la doble anunciación del nacimiento de Jesús y del nacimiento de Juan Bautista, quién en este evangelio (y solo en este evangelio) es descrito como su primo.

La forma que Lucas describe la anunciación de estos nacimientos hace eco a la anunciación del nacimiento de grandes profetas del antiguo Israel. En efecto, la anunciación del nacimiento de Jesús exhibe fuertes paralelos con el relato del nacimiento del profeta Samuel. En ambos relatos una devota mujer judía concibe de forma milagrosa para el asombro y alegría de su familia y ella responde mediante una canción de alabanza hacia el Dios de Israel. Basta solo comparar la canción de Ana, la madre de Samuel (Samuel I 2:1-11) con la Magnificat cantada por María (Lucas 1: 46-56) para ver el profundo paralelo. Así, Lucas inicia su evangelio situando a Jesús dentro de la tradición profética de Israel, dándole un nacimiento de profeta.

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La Anunciación es única a Lucas

El Nacimiento del Salvador Universal

La perspectiva comparativa: Lucas y Mateo

Al igual que Mateo, Lucas narra el nacimiento de Jesús. Su narrativa presenta algunos paralelos con la versión de Mateo: en ambos relatos la madre de Jesús es virgen, el niño nace en Belén de Judá, y luego crece en Nazaret de Galilea. Sin embargo, quizá lo más impactante no sean las similitudes, sino las diferencias entre ambos relatos.

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La huida a Egipto es única a Mateo

En la versión de Mateo la familia de Jesús vive en Belén donde nace el niño. Poco después, Herodes se entera del nacimiento del mesías por boca de los Sabios de Oriente y busca matarlo. Mateo nos indica que Herodes decidió matar a todos los infantes menores a dos años «de acuerdo con el tiempo que había averiguado de los sabios» (Mateo 2:16), por lo que se deduce que para ese evangelista Jesús ya habría vivido algunos meses en Belén antes del incidente. Sin embargo, Jesús escapa a Egipto donde permanece hasta la muerte del tirano. La familia de Jesús decide entonces regresar, pero no a Belén, sino que se reubican en Nazaret. Así, la cronología de Mateo es la siguiente: La familia de Jesús reside en Belén donde nace el niño > el niño vive en Belén por unos meses > la familia escapa a Egipto por unos años > la familia se reubica en Nazaret.

 

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Jesús en el pesebre es único a Lucas

Lucas en cambio tiene una cronología completamente distinta. Para él, la familia de Jesús vivía en Nazaret, lugar donde María quedó encinta. Sin embargo, a causa de un censo universal, la familia de Jesús tuvo que ir a registrarse a Belén. Es durante ese viaje que María da a luz a Jesús y, debido a que «no había lugar para ellos en la posada» (Lucas 2:7), María y José se ven obligados a recostar al niño en un pesebre. Después de una visita al Templo de Jerusalén (el cual se encontraba cerca de Belén), Lucas nos indica que «regresaron a Galilea, a su propio pueblo de Nazaret» (Lucas 2:39) indicando una corta estancia en esa ciudad antes de regresar a Galilea. Para Lucas entonces la cronología de eventos es la siguiente: La familia reside en Nazaret > viajan a Belén por un censo > nace el niño en un pesebre > visitan el Templo en Jerusalén> regresan a Nazaret. La travesía completa no habría durado más de algunas semanas.

Durante siglos se han hecho increíbles esfuerzos para reconciliar estos relatos aparentemente incompatibles. Como indiqué al inicio de esta serie, me voy a abstener en pronunciarme sobre la historicidad de los eventos narrados (cosa que haré en una serie aparte). Sin embargo, lo que sí diré aquí es que las diferencias en los relatos pueden explicarse al nivel literario (no histórico) si uno coloca los relatos en el contexto de su respectivo evangelio. En efecto, como mencioné en mi análisis del evangelio de Mateo, en ese evangelio el nacimiento de Jesús, la persecución de Herodes y la huida a Egipto están llamados a evocar un paralelo entre Jesús y Moisés, paralelo que es fundamental para ese evangelista. Lucas, sin embargo, no tiene los mismos intereses o perspectivas que Mateo, por lo que naturalmente su relato será distinto. Ahora bien, ¿cuáles son esos intereses y perspectivas? Y, ¿como se manifiestan en el relato?

El Nacimiento de Jesús en su Contexto Lucano

El relato de Lucas presenta varios rasgos distintivos suyos. Que la familia de Jesús tenga que viajar a Belén debido a un censo imperial se conecta con la preocupación de Lucas de situar el ministerio de Jesús y el crecimiento de la Iglesia en el gran contexto del Imperio Romano. Asimismo, el hecho que Jesús haya tenido que nacer en un humilde pesebre y haya sido adorado por pobres pastores (Lucas 2:8-20) se conecta con la profunda preocupación de este evangelista por la justicia material y la dignidad de los más necesitados. Sin embargo, parece ser que la preocupación principal del relato es conectar a Jesús con Jerusalén, y en especial con su Gran Templo. En efecto, Lucas indica que el recién nacido es llevado ahí donde es reconocido como el mesías por Ana y Simeón, dos judíos con dones proféticos. La conexión entre Jesús y el Templo es reforzada inmediatamente después, cuando se relata que el joven Jesús (ahora de 12 años) se separó de su familia en una visita a Jerusalén, quedándose tres días en el Templo.

Pero la conexión entre Jesús y Jerusalén en el relato de Lucas no solo se manifiesta en la narración de su nacimiento e infancia, sino que re-emerge en varios otros lugares. En efecto, cuando Lucas presenta las tentaciones de Jesús en el desierto, la tentación final ocurre en lo alto del Templo (tentación que ocurre en segundo, no tercer lugar, en el relato de Mateo). Del mismo modo, como veremos en detalle más adelante, la estructura narrativa de Lucas se centra en el viaje de Jesús desde Galilea a Jerusalén, viaje que constituye la gran parte de su evangelio. Igualmente, Lucas difiere de Marcos y Mateo en que los discípulos se encontraron con el Jesús resucitado en Jerusalén y no en Galilea, motivo por el cual Lucas insiste que el movimiento cristiano tuvo su origen en aquella ciudad.

 

Artwork by Alex Levin, Israel.
El Grant Templo de Jerusalén

¿Por qué esa insistencia en conectar a Jesús y el movimiento cristiano con Jerusalén y su Templo? Esta maniobra tiene perfecto sentido en la meta-narrativa de Lucas. En efecto, para Lucas la historia de Jesús y la Iglesia es la historia de un profeta enviado al corazón mismo del judaísmo, a Jerusalén y su Templo, lugar donde el mensajero de Dios fue rechazado y asesinado. Y será desde ese mismo corazón del judaísmo donde el mensaje será enviado a los oídos paganos. Así, para Lucas, Jerusalén será el lugar donde la semilla del cristianismo será plantada y supeditará al judaísmo, el cual no supo recibir al Enviado de Dios. De este modo, mediante su particular narración del nacimiento e infancia de Jesús, Lucas prepara el escenario para este drama por venir.

El Bautizo y Genealogía del Salvador Universal

Al igual que Mateo, Lucas toma la escena bautismal de Marcos y la incorpora en su evangelio, siguiendo muy de cerca la redacción marcana. Igual que en Marcos, el Bautista es presentado de modo similar al profeta Elías, profeta que la tradición judía indica aparecerá antes del Final de los Tiempos (ver, por ejemplo, Malaquías 4:5). Sin embargo, Lucas le añade al discurso del Bautista de Marcos palabras que reflejan su preocupación por la justicia material:

“¿Entonces qué debemos hacer?, le preguntaba la gente. “El que tiene dos camisas debe compartir con el que no tiene ninguna” les contestó Juan, “y el que tiene comida debe hacer lo mismo.” Llegaron también unos recaudadores de impuestos para que los bautizara. “Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?” le preguntaron, “No cobren más de lo debido” les respondió. “Y nosotros, ¿qué debemos hacer?” le preguntaron unos soldados. “No extorsionen a nadie ni hagan denuncias falsas; más bien confórmense con lo que les pagan”. (Lucas 3: 10-14)

Jesús es bautizado por el Bautista y, al igual que en Marcos, una voz divina lo proclama “hijo de Dios”. Justo después de esas palabras Lucas decidió incluir una genealogía que profundiza en el significado esa expresión. Una vez más, una comparación entre esta genealogía y la genealogía de Mateo resulta iluminadora. En efecto, mientras que la genealogía de Mateo solo va hasta Abraham, el padre de los judíos, la genealogía de Lucas va hasta Adán, el padre de la humanidad. No solo eso, sino que en esa genealogía Adán también es descrito como “hijo de Dios”. Una vez más Lucas nos demuestra su orientación universalista: Adán, el primer hijo de Dios, fue el padre de la humanidad y su descendiente Jesús, el segundo y definitivo hijo de Dios, es quien le traerá la salvación.

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Vale la pena mencionar, aunque sea de paso, que la genealogía expuesta por Lucas muy diferente a la expuesta por Mateo. En efecto, si bien ambas genealogías son idénticas en el tramo que conecta a Abraham con el rey David, estas son totalmente diferentes en el tramo que conecta a David con Jesús. Tanto Mateo como Lucas (a diferencia de Marcos) se han preocupado de establecer el linaje de Jesús dentro de la línea Davídica, pero es evidente que han empleado fuentes discrepantes.

El Ministerio del Salvador Universal

Un Inicio Estrepitoso

Después de ser tentado en el desierto, Jesús regresa a su tierra para iniciar su ministerio. Sin embargo, Lucas describe este inicio relatando una historia que aparece mucho más adelante en Marcos y Mateo: el rechazo de Jesús en la sinagoga de Nazaret. En efecto, tanto en Marcos como Mateo, esa historia aparece más o menos en la mitad de sus respectivos evangelios (en el capítulo 6 de Marcos y el 13 de Mateo). Pero Lucas no se ha limitado a mover la ubicación de esta historia en su narración, sino que la ha editado fuertemente. Así, Lucas ha decidido una vez más modificar a Marcos, su fuente, para transmitir un poderoso mensaje teológico.

Jesús llega a Nazaret y entra en su sinagoga, donde lee un pasaje del profeta Isaías donde indica que el espíritu del Señor ungirá a su enviado. Jesús cierra el rollo y anuncia “hoy se cumple esta Escritura en presencia de ustedes” (Lucas 4:20), implicando que él es ese enviado de Dios. Los oyentes de la sinagoga al principio se muestran receptivos, incluso entusiasmados, esperando que Jesús haga algún prodigio. Sin embargo, Jesús destruye sus expectativas:

“Pues bien, les aseguro que a ningún profeta lo aceptan en su propia tierra.  No cabe duda de que en tiempos de Elías, cuando el cielo se cerró por tres años y medio, de manera que hubo una gran hambre en toda la tierra, muchas viudas vivían en Israel. Sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de ellas, sino a una viuda de Sarepta, en los alrededores de Sidón. Así mismo, había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán el sirio» (Lucas 4:24-27)

Mediante este discurso único a Lucas, Jesús no deja duda alguna respecto a su posición. Jesús es un enviado de Dios, pero será un enviado que será rechazado por su propio pueblo y cuyo mensaje en consecuencia irá hacia los extranjeros. Este discurso enfurece a los oyentes, quienes intentan matarlo. Irónicamente, esta reacción es el inicio del cumplimiento de lo que Jesús acaba de predecir: el profeta de Dios es antagonizado por los suyos quienes clamarán por su muerte, lo que causará que su mensaje sea enviado a otros.

El Gran Viaje

Lucas relata el ministerio de Jesús siguiendo más o menos de cerca la narración de su fuente Marcos, si bien intercala historias provenientes de la fuente “Q” (la fuente que Lucas comparte con Mateo) y también historias únicas suyas, como la resurrección del hijo de una viuda en Naín (Lucas 7:11-17), la curación de una mujer inválida (Lucas 13: 10-17) o la curación de diez leprosos (Lucas 17:11–19). Adicionalmente, Lucas también intercala una serie de conmovedoras parábolas, como la del Buen Samaritano (Lucas 10:29–37), el Hijo Prodigo (Lucas 15:11–32), y Lázaro y el Rico (Lucas 16:19–31)

Sin embargo, Lucas no se ha limitado a intercalar materiales al relato de Marcos, sino que ha hecho un importante cambio estructural que reorienta toda la narrativa. Mientras que en Marcos el viaje de Galilea a Jerusalén ocurre de modo casi instantáneo, ocupando solo un capítulo (el capítulo 10), Lucas le dedica casi todo su evangelio, iniciando la travesía en el capítulo 9 y concluyendo en el capítulo 19 (¡10 capítulos!). En efecto, mientras que en Marcos la mayoría de la acción ocurre en Galilea, la estructura narrativa de Lucas la sitúa en el trayecto entre Galilea y Jerusalén. Esta decisión por parte de Lucas no solo le añade más dinamismo a su narración, sino que incrementa su tensión dramática y elocuencia teológica. Tanto el lector como Jesús saben perfectamente que en Jerusalén le espera rechazo, crucifixión y muerte, lo que impregna toda la narración de un tono de inevitabilidad y dramatismo.

Pero no solo eso, sino que el Gran Viaje a Jerusalén también transmite un mensaje teológico que fácilmente puede pasar desapercibido si uno no es familiar con la geografía de Israel. La ciudad de Jerusalén se encuentra en una topografía alta, motivo por el cual los viajeros a esa ciudad literalmente suben a Jerusalén. En efecto, la expresión “subir” a Jerusalén ya fue empleada por Lucas anteriormente (Lucas 2:41). ¿Cuál es la significación de esto? Pues que en el evangelio de Lucas (y solo en el de Lucas) se relata la ascensión física de Jesús al cielo. Así, el Gran Viaje a Jerusalén para Lucas marca el inicio de la ascensión de Jesús, ascensión que concluirá al final de su evangelio.

La Muerte del Salvador Universal

Lucas una vez más sigue más o menos de cerca a Marcos. Jesús hace una entrada triunfal a Jerusalén donde la multitud lo aclama como mesías (Lucas 19:38), protagoniza un violento incidente en el Templo (Lucas 19: 45-46) y tiene una serie de confrontaciones verbales con las autoridades. Asimismo, da un discurso apocalíptico prediciendo la destrucción del Templo y la llegada del Hijo del Hombre (Lucas 21:5-37), Judas lo traiciona (Lucas 21: 1-6) y finalmente tiene una Última Cena Pascual con sus discípulos (Lucas 22: 7-38). Sin embargo, la narración de Lucas sobre el arresto, juicio y ejecución de Jesús presenta importantes desviaciones respecto de Marcos, desviaciones que nos revelan la perspectiva única de este evangelista.

En efecto, la característica más impactante de la Pasión de Lucas es la forma que este evangelista ha eliminado todo signo de angustia, sufrimiento o desesperación por parte de Jesús. Mientras que Marcos (y Mateo) indican que en Getsemaní Jesús «comenzó a sentir temor y tristeza» y les dijo a sus discípulos que “es tal la angustia que me invade que me siento morir” (Marcos 14:32- 34), estas frases está ausente en la versión de Lucas. Mientras que Marcos nos dice que Jesús “se postró en tierra” y oró “no me hagas beber este trago amargo, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” tres veces (Marcos 14:36), Lucas nos indica que Jesús simplemente se arrodilló y oró una única vez “Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).

Luego, mientras que en Marcos Jesús permaneció completamente callado durante el suplicio, Lucas nos indica que sostuvo una serie de conversaciones que demuestran su calma. Un grupo de mujeres se lamentan, pero Jesús les dice “hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.” (Lucas 22:28). Cuando Jesús es clavado en la cruz, el ora “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 22:34). Mientras que en Marcos todos los criminales ejecutados junto a Jesús se burlan de él, Lucas indica que uno le pidió que se acuerde de él cuando llegue en su Reino, a lo que Jesús respondió sin titubeo, “te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 22:43). Finalmente, mientras Marcos (y Mateo) nos indica que sus últimas palabras fueron “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Marcos 15:34), Lucas las sustituye por “¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!” (Lucas 22:46).

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Las diferencias son impactantes. Mientras que Marcos nos presenta un Jesús temeroso y agonizante en su muerte, Lucas nos presenta a un Jesús que nunca pierde la compostura. En este evangelio Jesús nunca muestra ni la duda, ni la desesperación, ni el aparente abandono de Dios que figura en Marcos, la fuente de Lucas.

Un excurso: ¿Y el Sudor de Sangre?

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El Sudor de Sangre es el único pasaje de la Pasión de Lucas donde Jesús demuestra angustia

En toda la narrativa, una sola y única vez Jesús se muestra angustiado. El momento ocurre después de la oración de Jesús en Getsemaní donde se dice entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. Pero, como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor, y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra.” (Lucas 22:43-44). Es entonces un dato revelador notar que estos dos versículos no figuran en un gran número de los manuscritos más antiguos y fiables.

En efecto, estos pasajes se hallan ausentes de varias de las copias más antiguas del evangelio de Lucas, como P69, P75, el Codex Sinaiticus, el Codex Alexandrinus y el Codex Vaticanus, entre muchas otras. Sorprendentemente en algunos manuscritos antiguos estos versículos no aparecen en el evangelio de Lucas, sino en el de Mateo. Estos versículos tampoco son mencionados en los comentarios de Clemente ni Origen. Pero no solo eso, sino que un análisis más detenido del pasaje en cuestión revela que estos versículos interrumpen un quiasmo, una figura literal común en la literatura greco-romana. En efecto, si eliminamos esos versículos de la narración, el pasaje se lee así:

  • (a) Cuando llegaron al lugar, les dijo: «Oren para que no caigan en tentación».
    • (b) Entonces se separó de ellos a una buena distancia,
      • (c) se arrodilló y empezó a orar:
        • (d) «Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya».
      • (c’) Cuando Jesús se levantó después de orar
    • (b’) y volvió a los discípulos, los encontró dormidos, agotados por la tristeza.
  • (a’) «¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para que no caigan en tentación».

Este es un ejemplo perfecto de un quiasmo greco-romano. Las frases a, b, y c encuentran un paralelo temático perfecto en sus contrapartes a’, b’ y c’, paralelo que sirve para resaltar la importancia de la proposición central del pasaje: la oración (d). Sin embargo, este quiasmo se ve arruinado en aquellas versiones del evangelio donde los versículos 43 y 44 están presentes.

La coincidencia es demasiado grande. Toda esta evidencia lleva a la mayoría de expertos modernos concluir que estos dos versículos no figuraban en el manuscrito original de Lucas, sino que fueron añadidos posteriormente por escribas cristianos. En efecto, parece ser que la falta de angustia en las horas finales de Jesús invitaba a la herejía docetista, la cuál negaba que Jesús tuviese un cuerpo real y tangible, motivo por el cual algunos escribas decidieron modificar el pasaje. En efecto, Bruce Metzger, reconocido experto del Nuevo Testamento (y sea dicho de paso, cristiano conservador), nos indica que:

bmmetzger“Estos versículos están ausentes de algunos de nuestros mejores más antiguos testimonios, incluyendo la mayoría de los manuscritos Alejandrinos. Es sorprendente notar que los testimonios más antiguos que testifican a estos versículos provienen de tres Padres de la Iglesia – Justinio, Ireneo, y Hipólito – todos los cuales usan estos versículos para atacar perspectivas cristológicas que sostenían que Jesús no era completamente humano y que no experimentaba todas las emociones y sufrimientos humanos. Es bastante posible que estos versículos hayan sido añadidos al texto precisamente por este motivo, para oponerse a quienes sostenían una Cristología docetista.” Bruce Metzger. El Texto del Nuevo Testamento, su Transmisión, Corrupción y Restauración.

La Resurrección del Salvador Universal

Una de las diferencias más marcadas entre el evangelio de Lucas con Marcos, su fuente, es la forma que ellos narran la resurrección de Jesús. En efecto, como expliqué en mi análisis del evangelio de Marcos, ese evangelista decidió terminar su relato de manera abrupta: un grupo de mujeres va a la tumba de Jesús, donde se encuentran con un hombre vestido de blanco que les indica que Jesús ha resucitado y que “él va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán, tal como les dijo” (Marcos 16:7). Las mujeres, sin embargo, aterrorizadas salen del sepulcro y no le dicen anda a nadie. Marcos concluye ahí su narración, tácitamente indicando que los discípulos se encontrarán con Jesús en Galilea. Mateo, quién también empleó a Marcos como fuente, sigue más o menos el mismo relato, solo que el indica que el hombre de blanco era un ángel y que las mujeres si les dijeron a los discípulos de ir a Galilea, lugar donde efectivamente se encuentran con Jesús.

Sin embargo, Lucas presenta una perspectiva completamente distinta. El grupo de mujeres van a la tumba donde se encuentran con dos hombres vestidos de blanco. Aunque quizá Lucas hable de dos ángeles, hay una pista interna en el evangelio que inclina a un número de investigadores a pensar que Lucas en realidad está aludiendo a Moisés y Elías. En efecto, estos dos profetas son descritos por Lucas usando un vocabulario griego prácticamente idéntico en la escena de la Transfiguración.

En cualquier caso, estos dos individuos les anuncian a las mujeres que Jesús ha resucitado, pero que los discípulos deben de permanecer en Jerusalén donde se encontrarán con él. Las mujeres no callan, sino que transmiten el mensaje a los discípulos. Paralelamente, Jesús se les aparece en secreto a dos de sus seguidores que iban de camino a Emaús (localidad cercana a Jerusalén). Finalmente, Jesús se les aparece a directamente a sus discípulos en Jerusalén donde come y bebe para demostrar que su resurrección fue corpórea y no meramente espiritual. Jesús es enfático. Les dice que ellos han de permanecer en Jerusalén y que su misión evangelizadora ha de empezar ahí, mandato que es obedecido. Esto una vez más encaja en la meta-narrativa Lucana: el movimiento cristiano no inicia en Galilea (contra Marcos y Mateo) sino que empieza en el corazón mismo del judaísmo: Jerusalén.

Lucas concluye su evangelio con un relato único a él. Jesús lleva a sus discípulos a Betania donde después de bendecirlos empieza a ascender físicamente al cielo. Jesús ha sido glorificado y ahora se sentará a la derecha de su Padre, hasta el día que regrese para traer a su Reino. El ministerio de Jesús ha terminado, ahora empieza la labor de la comunidad de creyentes: construir su Iglesia, cosa que empezarán a hacer en el segundo libro de Lucas, los Hechos de los Apóstoles.

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Esta entrada es parte de una serie sobre la exégesis histórica de los evangelios canónicos. Las entradas que componen esta serie son:

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