En esta entrada es la segunda en una serie dedicada a analizar la autoría de los cuatro evangelios canónicos. En la primera introduje el problema de forma global, explicando porque la mayoría de investigadores bíblicos modernos han puesto en duda la autoría tradicional de los cuatro evangelios. En esta entrada, profundizaré sobre el tema concentrándome en el primero de ellos, el Evangelio según San Mateo.

Vale la pena empezar este artículo resumiendo brevemente lo discutido en la entrada anterior, donde expliqué porqué la virtual totalidad de investigadores bíblicos contemporáneos (con la excepción de los extremadamente conservadores) cuestionan que evangelios sean realmente la obra de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Dos datos son particularmente relevantes para entender el motivo detrás de esta opinión generalizada.
En primer lugar, aunque pueda parecer sorprendente, en ningún lugar de los cuatro evangelios se indica quienes fueron sus autores, por lo que son todas obras anónimas. En efecto, la razón por la cual se atribuyen estos cuatro textos a la mano de los cuatro evangelistas tradicionales es a raíz de una tradición ecclesiástica, es decir, una opinión que no consta en ningún lugar del Nuevo Testamento, sino que fue sostenida y defendida por los Padres de la Iglesia.
En segundo lugar, no hay evidencia que esa tradicción haya existido antes de finales del siglo II, es decir, más de un siglo después de la composición de los evangelios. Dicho otramente, la evidencia que tenemos indica que estos cuatro textos fueron conocidos y usados por las comunidades cristianas por más de cien años sin que hayan sido atribuidos a Mateo, Marcos, Lucas y Juan. En efecto, los dos primeros textos que tenemos donde se indica que los evangelios fueron escritos por esos personajes son la obra de un Padre de la Iglesia llamado Ireneo de Lyons (concretamente su obra «Adversus Haereses«) y el fragmento de un texto anónimo llamado el «Fragmento Muratorio», ambos escritos alrededor del año 180 d.C. Antes de ese momento, toda obra cristiana que hace referencia o cita a los evangelios nunca indica que hayan sido escritos Mateo, Marcos, Lucas o Juan.
La situación entonces es la siguiente: tenemos cuatro textos anónimos, los cuales no fueron conectados con ningún autor en particular sino hasta finales del siglo II, es decir, mas de un siglo después de su redacción. El hecho que este cambio de actitud haya ocurrido en ese momento no parece ser coincidencia. En efecto, durante el siglo II tenemos constancia de una verdadera explosión de nuevos evangelios, los cuales hoy se conocen como «apócrifos». La abundancia de estos evangelios obligó a la los Padres de la Iglesia a articular razones que expliquen a sus seguidores porqué algunos evangelios eran autoritativos mientras que otros eran falsos. Fue en ese contexto que los cuatro evangelios, los cuales habían circulado anónimamente durante un siglo, fueron finalmente atribuidos a la mano autora de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. En su obra introductoria al Nuevo Testamento, el académico Arthur Bellinzoni resume la situación bastante bien:
Ninguno de los cuatro evangelios canónicos indica quién fue su autor de ninguna forma o manera. Los títulos familiares «el Evangelio según San Mateo», «el Evangelio según San Marcos», etc. fueron invenciones de cristianos en el siglo segundo, probablemente para el propósito de combatir ciertas tendencias teológicas que se desarrollaron en ese periodo junto con la proliferación de evangelios. (The New Testament: An Introduction to Biblical Scholarship, pp 306)
Ahora bien, ¿por qué se atribuyó el Evangelio de Mateo a este personaje y no a otro? Y, ¿como pueden estar tan seguros los académicos que los Padres de la Iglesia del siglo II, como Ireneo de Lyons, cometieron un error al hacerlo?
¿Por qué se atribuyó el «Evangelio de Mateo» a Mateo?

Para saber por qué el Evangelio según San Mateo fue atribuido a ese personaje concreto, es necesario primero familiarizarse con un fragmento escrito por Papías de Hierápolis, un pensador cristiano que escribió alrededor del año 120 d.C. A pesar de que sabemos que Papías fue un escritor prolífico, lamentablemente ninguna de sus obras ha sobrevivido el paso del tiempo y se hallan perdidas, con la excepción de los fragmentos de sus libros que otros autores cristianos citaron en sus propias obras, las cuales si sobrevivieron. Una de esas obras es la «Historia Eclesiástica«, escrita por el historiador cristiano Eusebio de Cesarea en el siglo IV. En esa obra, Eusebio incluye estas citas de Papías:
“Y el Anciano decía lo siguiente: Marcos, quien fue intérprete de Pedro, escribió con exactitud todo lo que recordaba, pero no en orden de lo que el Señor lo dijo e hizo. Porque él no oyó ni siguió personalmente al Señor, sino que, como dije, a Pedro quien adaptaba sus enseñanzas de acuerdo con las necesidades de sus oyentes, pero sin la intención de dar un relato corrido de las palabras del Señor, por lo que Marcos no se equivocó en absoluto cuando escribía ciertas cosas como las tenía en su memoria. Porque todo su empeño lo puso en no olvidar nada de lo que escuchó y en no escribir nada falso”. Esto relata Papías referente a Marcos. Sobre Mateo dice así: “Mateo puso por escrito sus oráculos en hebreo y cada cual lo fue interpretando como pudo”.
Aquí vale la pena hacer énfasis en dos cosas. En primer lugar, Papías no es testigo directo de lo que relata, sino que está repitiendo una tradición que le llega de segunda mano a través un personaje conocido como Juan el Anciano (o «Juan el Presbítero» ya que la palabra griega para «anciano» es πρεσβύτερος «presbiteros«). Y, en segundo lugar, una simple lectura del fragmento deja claro que Papías en realidad no está diciendo que Mateo escribió el texto hoy conocido como el «Evangelio según San Mateo», sino que lo único que hace es reportar que en su tiempo existía una tradición o rumor de que Mateo dejó por escrito una recopilación de dichos u oráculos de Jesús en hebreo o arameo. Teniendo eso en mente, la pregunta a contestar entonces es: ¿Qué hizo que los Padres de la Iglesia del siglo II concluyeran que esa hipotética recopilación de enseñanzas en hebreo o arameo mencionada por Papías era el texto que hoy conocemos como «el Evangelio según San Mateo» ?
Aunque es imposible saberlo a ciencia cierta (pues los Padres de la Iglesia no dejaron constancia de su razonamiento en ningún texto al que tengamos acceso hoy), lo cierto es que los investigadores pueden hacerse una buena idea de cuál fue su lógica. En efecto, lo cierto es que este evangelio posee algunas características que pudieron invitar a la idea de que fue escrito por ese apóstol.
Para empezar, el Evangelio de Mateo es el evangelio que tiene más rasgos «judíos» o «rabínicos» que cualquiera de los otros cuatro. Mateo insiste más que ningún otro evangelista en que Jesús cumplió las profecías judías, salpica su evangelio con numerosas citas del Antiguo Testamento, traza varios paralelos entre Jesús y Moisés, y defiende la validez de la Ley Judía. En consecuencia, el Jesús presentado en este evangelio es un Jesús que parece ser «más judío» del que el que aparece en los otros evangelios canónicos. En efecto, fue precisamente esta percepción la razón por la cual durante décadas biblistas y teólogos asumieron que Mateo era el evangelio más antiguo. Ese exacto razonamiento también es la razón probable por la cual este es el primero de los evangelios que aparece en el Nuevo Testamento, seguido después por Marcos, Lucas y finalmente por Juan, insinuando también que este fue el primero en ser escrito. Así, su fuerte conexión con el judaísmo le habrían dado razones a los Padres de la Iglesia del siglo II para creer que este documento era la recopilación de enseñanzas en hebreo/arameo mencionada por Papías.
En segundo lugar, este evangelio es el único de los cuatro evangelios donde el propio Mateo aparece con ese nombre. En efecto, los tres evangelios sinópticos indican que entre los doce discípulos de Jesús se encontraba un recaudador de impuestos (Mc. 2:14, Mt. 9:9 y Lc. 5:27), pero solo este evangelio dice que su nombre era «Mateo» mientras que los otros dos indican se llamaba «Leví». Esta anomalía pudo haberse interpretado en la antigüedad como una especie de «marca personal» del evangelista, el cual prefería que se refieran a él como «Mateo» en vez de «Leví» (la tradición resolvió la aparente contradicción sugiriendo que el discípulo realmente se llamaba «Leví Mateo»).

Por lo tanto, la lógica detrás de la atribución de este evangelio a Mateo parece haber sido la siguiente: Existía una tradición antigua y conocida por los Padres de la Iglesia que indicaba que Mateo había dejado por escrito un texto recopilando algunos «oráculos» o enseñanzas de Jesús en hebreo/arameo. Por otro lado, existía un evangelio conocido y empleado por la Iglesia que era muy antiguo (remontándose al siglo I), que parecía ser más «judío» que los otros, y que tenía la peculiaridad de llamar al apóstol Leví como «Mateo». Así, los Padres de las Iglesias del siglo II, como Ireneo, parecen haber usado estas «pistas» para concluir que ese evangelio, el cual había circulado anónimamente durante un siglo, realmente era la colección de oráculos escrita por apóstol Mateo a la que hace referencia Papías.
Una vez más, vale la pena volver a insistir que esta hipotética reconstrucción es meramente probable. No tenemos un documento de la época que nos diga de forma explícita porque en el siglo II la Iglesia concluyó que el «Evangelio de Mateo» fue escrito por Mateo. Sin embargo, lo que sí podemos afirmar con un alto grado de probabilidad es que cometió un error.
Porque la Atribución es Incorrecta
Para empezar, como quizá el propio lector se haya ya percatado, la descripción que ofrece Papías del documento supuestamente escrito de Mateo simplemente no coincide en lo absoluto con el Evangelio de Mateo que conocemos hoy. En efecto, lo que Papías describe es una recopilación de «oráculos» o dichos, una especie de «lista» de enseñanzas de Jesús, mientras que el Evangelio de Mateo es una composición narrativa la cual presenta un relato continuo del nacimiento, ministerio, muerte y resurrección de Jesús. No solo eso, sino que Papías es explícito en indicar que esta lista de enseñanzas fue escrita en hebreo o arameo mientras que sabemos a ciencia cierta que el Evangelio de Mateo fue compuesto en griego.
En efecto, hoy en día hay muy pocas dudas respecto al hecho que el autor de este evangelio empleó por lo menos dos fuentes anteriores: el Evangelio de Marcos y una fuente escrita a la que los investigadores modernos han bautizado como «el Documento Q». No voy aquí a explayarme sobre este punto, pues le dediqué un artículo completo. Basta simplemente indicar aquí que el Evangelio de Mateo es el resultado de fusionar por lo menos dos textos anteriores escritos en griego, cosa que refuta de plano la idea de que este haya escrito originalmente en hebreo o arameo.
De hecho, este último punto es sumamente problemático para cualquier teoría que sostenga que el autor de este evangelio haya sido testigo directo de los hechos que relata. En efecto, si esta obra fue escrita por alguien que presenció directamente los eventos, presumiblemente un judío que hablaba arameo, ¿por qué copiarlos de fuentes anteriores en griego? ¿Por qué no simplemente relatarlos de forma directa? Más aún, si esa persona de verdad fuese Mateo, ¿por qué se refiere a si mismo en tercera persona en su propio evangelio?
En definitiva, las probabilidades de que el hipotético documento descrito por Papías y el «Evangelio según San Mateo» que conocemos hoy son nulas. Sea cual haya sido su razonamiento, los Padres de la Iglesia del siglo II erraron completamente al identificar a ambos textos.
Ahora bien, ¿significa esto que Papías estaba equivocado al afirmar que Mateo dejó algo por escrito? No necesariamente. En efecto, es posible que Mateo el discípulo haya en efecto dejado por escrito algunas de las cosas que Jesús dijo. De ser este el caso, también es concebible que algunos de esos dichos hayan sido transmitidos e incorporados en algunas de las fuentes empleadas por los verdaderos autores de los evangelios, incluyendo el verdadero autor del Evangelio de Mateo. Sin embargo, esto es especulativo. A los ojos de la historia, si Mateo en realidad puso por escrito algunos dichos de Jesús, ese documento, como tantos otros de la época, lamentablemente está perdido. El Evangelio según San Mateo que conocemos hoy en día simplemente no puede ser el mismo documento al que se refiere Papías.
¿Quién escribió el Evangelio de Mateo?
Ahora bien, ¿qué cosas podemos afirmar sobre el autor de este evangelio? Para empezar, por el mero hecho de poder escribir en griego podemos afirmar que el autor pertenecía a una clase relativamente alta, uno de los pocos afortunados dentro del Imperio Romano que tuvo acceso a una educación que le permitió leer, interpretar, editar y componer una obra como la que es este evangelio.
En segundo lugar, el contenido del evangelio nos indica que este autor probablemente pertenecía a una comunidad de judíos-cristianos, es decir, cristianos que se adherían a la Torá y sus leyes (incluyendo leyes «étnicas» como leyes sobre comida, el Sábado, y la circuncisión) y que por lo tanto estaban en desacuerdo con otros grupos cristianos que no seguían estas normas «judías». Esta ultima afirmación puede parecer chocante, y necesitaría de una exégesis más profunda del propio evangelio para ser sustentada. El argumento, en corto, es que si uno lee el evangelio de Mateo con detenimiento se percatará que absolutamente nada en él indica que Jesús haya abolido en todo o parte de las leyes Mosaicas, cosa que si hace en otros evangelios. Al contrario, en este evangelio Jesús enfatiza que:
«No piensen que he venido a anular la ley o los profetas; no he venido a anularlos, sino a darles cumplimiento. Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido. Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos.» (Mt. 5:17 – 19)
O quizá más sorprendente aún:
«Jesús dijo a la gente y a sus discípulos: «Los maestros de la ley y los fariseos tienen la responsabilidad de interpretar a Moisés. Así que ustedes deben obedecerlos y hacer todo lo que les digan. Pero no hagan lo que hacen ellos, porque no practican lo que predican.» (Mt. 23:1-4)
Pero no solo eso, sino que cada vez que Mateo edita el contenido de Marcos, este omite o modifica cualquier aserción que indique que la Ley de Moisés deja de ser aplicable, sea removiéndola o suavizándola. Por ejemplo, si uno compara la controversia sobre la pureza de los alimentos descrita en Mc. 7:14-23 con la versión que aparece en Mt. 15:10-20, uno puede fácilmente notar que Mateo ha eliminado la aseveración de Marcos que «(c)on esto Jesús declaraba limpios todos los alimentos» (Mc. 7:19).
En efecto, al autor del evangelio de Mateo parece estar sumido en una polémica en contra de otros grupos y pensadores cristianos que insistían la Ley Mosaica no era aplicable para los cristianos. El Evangelio de Mateo es único en su fuerte énfasis que muchos de los que se llaman a sí mismos cristianos no conseguirán la salvación, porque a pesar de creer en Jesús han fallado en actuar según su voluntad:
No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?” Entonces les diré claramente: “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!” (Mt. 7:21-23)
Esta misma perspectiva impregna muchas de las parábolas únicas del Evangelio de Mateo (ver, por ejemplo, Mt. 22:1-14).
Debido a este énfasis en el cumplimiento de la Ley y la polémica con otros grupos cristianos que no compartían la misma perspectiva, muchos estudiosos especulan que el evangelio fue redactado en Antioquía, ciudad donde se cree existió una importante presencia de judíos-cristianos y donde el conflicto sobre la relevancia de la Ley Mosaica tuvo que haber sido importante en el día a día de las comunidades cristianas de la región. Esta intuición se ve reforzada por el hecho que las primeras citas que tenemos del evangelio (antes que este fuese atribuido a Mateo) están relacionadas con Antioquía, apareciendo en las cartas de Ignacio de Antioquia (∼110), a la vez que el texto parece guardar relación con la Didaché, texto judío-cristiano también probablemente compuesto en Antioquía. Igualmente, el Evangelio de Mateo es el único que indica que la fama de Jesús «se extendió por toda Siria» (Mt. 4:24) siendo Antioquía la capital de dicha provincia romana. Sin embargo, la evidencia que apunta la conclusión que el evangelio fue redactado en esa ciudad no es del todo sólida, por lo que debe ser considerada solo como una teoría probable.
BIBLIOGRAFÍA
- Bellinzoni, Arthur J. The New Testament: an Introduction to Biblical Scholarship. Wipf And Stock Pub, 2016.
- Brown, Raymond E., and Marion L. Soards. Introduction to the New Testament. Yale University Press, 2016.
- Ehrman, Bart D. Forgery and Counter-Forgery: the Use of Literary Deceit in Early Christian Polemics. Oxford University Press, 2012.
- Ehrman, Bart D. The New Testament: a Historical Introduction to the Early Christian Writings. Oxford University Press, 2016.
- Goodacre, Mark S. The Synoptic Problem: a Way through the Maze. Sheffield Academic Press, 2001.
- Gray, Patrick. The Routledge Guidebook to the New Testament. Taylor & Francis Ltd, 2017.
- Kloppenborg, John S. Q, The Earliest Gospel: an Introduction to the Original Stories and Sayings of Jesus. Westminster John Knox Press, 2009.
- Meier, John P. A Marginal Jew: Rethinking the Historical Jesus: The Roots of the Problem and the Person. I, Doubleday, 1991.
- Piñero, Antonio. Aproximación Al Jesús Histórico. Trotta, 2018.
- Sanders, E. P. The Historical Figure of Jesus. Penguin Books, 1996.
- Stein, Robert H. The Synoptic Problem: an Introduction. Baker Book House, 1994.
- Vermes Géza. Christian Beginnings: from Nazareth to Nicea. Yale University Press, 2013.

Esta entrada es el parte de una serie dedicada a la autoría de los cuatro evangelios canónicos. Las entradas que forman parte de esta serie son:
- ¿Quienes Escribieron los Evangelios Canónicos?
- ¿Quién Escribió el Evangelio según San Mateo?
- ¿Quién Escribió el Evangelio según San Marcos?
- ¿Quién Escribió el Evangelio según San Lucas?
- ¿Quién Escribió el Evangelio según San Juan?
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Genial, acabo de encontrar este blog y me encantó lo que leí.
Pero ahora, sobre el último punto, de que el autor era quizá un judaizante. No coincido del todo.
Por ejemplo, que Jesús dijera en Mateo 23,1-4 que hay que obedecer a los escribas y fariseos y hacer lo que ellos dicen.
Sí, Jesús dice eso, pero también es el mismo Mateo el que muestra que Cristo dará esa autoridad a su Iglesia (Mateo 16,17-19), que a ella hay que escuchar (Mateo 18,17-18), y que el reino le será quitado a los judíos para dárselo a la Iglesia (Mateo 21,28-46).
Jesús manda a obedecer a los escribas y fariseos porque «se sientan en la cátedra de Moisés», pero con el establecimiento de la Iglesia ya pierden toda autoridad, porque quienes se sentarán en la cátedra serán los Apóstoles.
Pero ahora, no olvidemos que los Apóstoles condenaron a los judaizantes en el año 50 (Hechos 15,6-35). Por lo que no se entendería porqué el autor diría «Oh, los Apóstoles tienen las llaves del Reino para atar y desatar», pero luego sea judaizante cuando los Apóstoles los condenaron.
Sobre Mateo 7,21-23, simplemente habla de las obras de misericordia, como se puede ver en Mateo 25,31-46.
Sobre que omitiera el «Y con esto declaraba puros todos los alimentos». Pues Mateo suele dejar de lado las precisiones que hace Marcos. E igualmente, Mateo dice «No lo que entra por la boca contamina al hombre», cosa que igualmente escandalizaba a los fariseos.
Pero igual no sé, solo una vaga idea es.
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Jesús, en su conocido sermón del monte (Mateo capítulos 5,6 y 7) afirmó: “No piensen que he venido a anular la ley o los profetas; no he venido a anularlos, sino a darles cumplimiento”… Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos.” (Mateo 5:17 – 19)
Con esto, magnificó la Ley de manera espiritual, es decir, no destacó –como ejemplo- leyes sobre comida, sábado, o circuncisión; más bien, subrayo la manera importante de proceder en beneficio del prójimo, con amor y obediencia a Dios y lo hizo de forma excelente, tanto que las multitudes estaban impactadas con su manera de enseñar.
En síntesis leemos a lo largo del sermón algunos ejemplos:
Versículos 21 al 22.
”Ya oyeron que a sus antepasados se les dijo: ‘No asesines, y todo el que cometa un asesinato tendrá que responder ante el tribunal de justicia’. Pero yo les digo que tendrá que responder ante el tribunal de justicia todo el que siga furioso con su hermano. Y todo el que insulte con desprecio a su hermano tendrá que responder ante el Tribunal Supremo…
Versículos 27 y 28
”Ustedes oyeron que se dijo: ‘No cometas adulterio’. Pero yo les digo que todo el que sigue mirando a una mujer hasta el punto de sentir pasión por ella ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Versículos 43 al 48
”Ustedes oyeron que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo’. Pero yo les digo que amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen. Así demostrarán que son hijos de su Padre que está en los cielos, ya que él hace salir su sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos. Porque, si aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿Acaso no hacen lo mismo los cobradores de impuestos? Y, si solo saludan a sus hermanos, ¿qué tiene eso de especial? ¿Acaso no hace lo mismo la gente de las naciones? Por lo tanto, sean perfectos, tal como su Padre celestial es perfecto”.
Así, a lo largo de todo éste sermón instruye sobre la hipocresía, humildad, la oración, el perdón, la avaricia, la riqueza espiritual, la confianza en Dios, el Reino de Dios y la justicia. Sobre juzgar prójimo, no tomar venganza por su cuenta y algunos detalles más.
Y, en los últimos versículos aparece:
No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?” Entonces les diré claramente: “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!” (Mateo 7:21-23)
Al respecto podemos cuitar lo que expone en (Mateo 25: 35 al 40) destacando nuevamente su espiritualidad y un excelente modo de convivencia y misericordia al prójimo:
“…Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer. Tuve sed y me dieron de beber. Era un extraño y me recibieron con hospitalidad. Estuve desnudo y me vistieron. Me enfermé y me cuidaron. Estuve en la cárcel y vinieron a verme’. Entonces los justos le contestarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer, o con sed y te dimos de beber?¿Cuándo fuiste un extraño y te recibimos con hospitalidad? ¿Cuándo vimos que estabas desnudo y te vestimos? ¿Cuándo estuviste enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?’. Y el Rey les responderá: ‘Les aseguro que todo lo que le hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños me lo hicieron a mí’…”.
Claramente se muestra que la esencia de las palabras de Jesús no son normas judías y que en ningún momento quiera imponer, como prioridad, las leyes Mosaicas. Por consiguiente el autor del evangelio de Mateo de ninguna forma se aprecia como alguien dentro de una comunidad que pudieras ser “hostil hacía otros grupos cristianos que no seguían estas normas “judías” o peor aún, que las denunciaban como no-cristianas”.
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