La vida del Buda: entre la historia y el mito

Este artículo es la continuación de la serie sobre el budismo. En la primera, presenté un breve resumen de la cosmovisión budista en general. En esta presentaré una breve biografía de su fundador, Siddhārtha Gautama, más conocido como el Buda.

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Siddhārtha Gautama milagrosamente saliendo del vientre de su madre

La Búsqueda del Buda Histórico: El Problema de las Fuentes

Aunque los materiales biográficos sobre la vida del Buda son abundantes, hoy en día la comunidad académica tiene dudas sobre la posibilidad de reconstruir una biografía históricamente confiable por varios motivos. 

En primer lugar, porque a pesar de que la comunidad de monjes fundada por el Buda empleó técnicas de memorización colectiva comunes en la antigua India para preservar las enseñanzas de su maestro (e.j.: recitaciones comunales), el material biográfico más antiguo que tenemos por escrito sobre su vida proviene del “Canon Pali”, un conjunto de textos redactados alrededor del siglo I d.C., es decir, más de cuatro siglos después de su muerte (-483 a.C). Otras fuentes biográficas son incluso posteriores. Por más excelentes que hayan sido las técnicas de preservación oral usadas por los monjes, el lapso de tiempo entre los eventos narrados y su puesta por escrito es demasiado grande como para asegurar una recapitulación fidedigna.

En segundo lugar, el foco de la memorización de la comunidad de monjes se centró en preservar los discursos y sermones del Buda más que en los detalles de su vida. Esto se debe, al menos en parte, a una idiosincrasia propia de la religión budista. Según esta fe, “el Buda sólo apunta hacia el camino”: el Buda es visto como alguien que a través de esfuerzos propios “redescubrió” el camino a la salvación y lo enseñó a sus discípulos para que ellos también se salven a sí mismos. La salvación no proviene del Buda, sino que proviene de las verdades descubiertas por él. Consecuentemente, los detalles biográficos del Buda son secundarios a sus enseñanzas, de la misma forma que la biografía de personajes como Platón o Aristóteles es secundaria al momento de entender sus teorías filosóficas. Lo que importa es el descubrimiento, no el descubridor.

Y, finalmente, porque como suele suceder con las figuras de importancia religiosa en la antigüedad, los relatos de la vida del Buda están atiborrados de relatos de milagros y hazañas sobrenaturales, las cuales son de dudosa historicidad. La presencia de estos materiales evidencian que pese a los esfuerzos de la comunidad de monjes, la biografía del Buda se mezcló con la leyenda, de tal modo que hoy en día es prácticamente imposible tener certeza de que eventos de su vida provienen de la historia y cuales de la imaginación.

Sin embargo, pese a las dificultades de reconstruir al “Buda histórico”, la comunidad académica hoy en día no tiene dudas serias de que haya existido realmente y se inclina a creer que el “bosquejo” general de su vida preservada en la tradición probablemente sí refleja hechos históricos, aunque embellecidos posteriormente. Pero al margen de todo esto, estudiar la vida del Buda “tal cual” como figura en la tradición budista es un ejercicio fértil si uno desea entender a esta fe. En efecto, dejando de lado las cuestiones de historicidad, la biografía tradicional del Buda articula de modo dramático muchas de las creencias y convicciones del budismo, por lo que su estudio es obligatorio si uno desea entender esta religión milenaria. Es por ello que en este artículo presentaré un recuento de la vida del Buda tal y como figura en la tradición budista, absteniéndome de comentar sobre la historicidad de los hechos en sí. Con esto, espero ayudar al lector a adentrarse en esta rica cosmovisión religiosa. Recomiendo al lector leer con anterioridad mi introducción al budismo, pues tener en mente la cosmovisión general de esta fe será de gran ayuda para entender como la tradición entiende la biografía de su fundador.

La Vida del Buda

El Buda y sus vidas pasadas

Al lector le podrá parecer extraño, pero dentro de la tradición budista la biografía del Buda no inicia con su nacimiento, sino con sus vidas pasadas. El budismo afirma que todos hemos vivido un incalculable número de vidas anteriores y el Buda no fue la excepción. Para esta tradición el excepcional carácter, poder y sabiduría del Buda fue el resultado cumulativo de miles de vidas dedicadas al cultivo de virtudes y purificación espiritual. 

Según la tradición budista, el momento clave que definió el destino del Buda ocurrió hace millones de años, momento en el cual éste vivía como un asceta llamado Sumedha. Sumedha tuvo contacto con el buda Dīpankara, un buda que vivía en aquel entonces, quién profetizó que Sumedha se convertiría en un buda como él en una vida futura. Esta profecía impulsó a Sumedha a buscar la perfección espiritual, impulso que perduró durante un enorme número de vidas hasta finalmente nacer como Siddhārtha Gautama, el buda de nuestro tiempo. La literatura budista ha sido extremadamente creativa al imaginarse estas serie de vidas. Uno de los corpus más populares se llama “Los Cuentos de Jataka”, un compendio de más de 540 poemas relatando las peripecias del Buda en sus vidas pasadas en camino hacia la perfección espiritual. Estas historias toman la forma de fábulas donde el futuro Buda, a veces como humano, a veces como animal, o incluso a veces como un ser celestial, es uno de los personajes que participa en un breve cuento que termina con una moraleja.

Sumedha
Sumedha, quien en una vida futura nacería como Siddhārtha Gautama, se postra en frente al buda Dīpankara. Esto habría ocurrido hace millones de años.

En todo caso, al haber ya llegado casi al tope de su perfeccionamiento espiritual, la penúltima vida del Buda (es decir su última vida antes de encarnarse como Siddhārtha Gautama) transcurrió como un ser celestial en el cielo Tuṣita (literalmente, “el cielo placentero”), el paraíso donde los próximos budas se preparan para encarnarse por última vez. De hecho, el budismo afirma que el próximo buda a encarnarse (llamado “Maitreya”) ya se encuentra ahí, preparándose para aparecer en el mundo humano en el futuro. Fue desde el cielo Tuṣita que el Buda descendió a la tierra para nacer por última vez.

El nacimiento e infancia del Buda

Los textos budistas indican que los padres del Buda eran aristócratas, miembros de la casta India de los kṣatriyas (casta a la que pertenecen nobles, reyes y guerreros). El padre de Siddhārtha se llamaba Śuddhodana, uno de los jefes tribales del clan de los Sakias, los cuales habitaban en el norte de India cerca de donde hoy es Nepal. Es por eso uno de los títulos por los cuales se le conoce al Buda es “Sakyamuni”, literalmente, “el sabio de la tribu de los Sakias”.

Como suele ocurrir con las figuras de importancia religiosa, los relatos del nacimiento del Buda están repletos de ocurrencias milagrosas. Se dice que los padres del Buda habían intentado durante años concebir sin éxito, hasta que un día su madre, Māyā, tuvo un sueño en el que cuatro seres celestiales la llevaron a los Himalaya. Ahí, un elefante blanco con seis colmillos bajó de las alturas y entró en su vientre desde su costado derecho, quedando embarazada al instante. Ese elefante habría sido la forma en la que el Buda eligió descender del cielo Tuṣita. Cuando llegó el momento del parto diez meses después (no nueve), Siddhārtha salió del vientre materno por el costado izquierdo de Māyā mientras estaba parada bajo un árbol, sin sentir dolor alguno y sin que el niño estuviese cubierto de sangre o mucosidad. Los milagros no se detuvieron ahí:

Cuando el Bodhisattva (el Buda) salió del vientre de su madre, dos flujos de agua cayeron del cielo, uno caliente y otro frío, para bañar al Bodhisattva y a su madre. (…) Tan pronto como el Bodhisattva nació se paró firme sobre sus pies y luego dio siete pasos viendo hacia el norte y con una parasol blanco sobre él anunció “¡Yo soy el más alto del mundo, yo soy el mejor del mundo! ¡Este es mi último nacimiento, ya no habrá existencia renovada para mí!” (…) Cuando el Bodhisattva salió del vientre de su madre, una gran luz apareció en el mundo, superando la divina majestad del mundo y sus dioses, Māra y Brahmā, y toda la población de ascetas y brahmanes, con sus dioses y seres humanos. (Acchariya-abbhūta Sutta)

Buddha before birth
Siddhārtha en el cielo Tuṣita antes de nacer, con dioses (devas) suplicándole se encarne como un buda

Siete días después del nacimiento de Siddhārtha, su madre Māyā falleció y subió al mismo cielo Tuṣita de donde bajó su hijo, renaciendo como una deva (una diosa). Así, Siddhārtha habría sido criado por su padre y su tía, Mahāpajāpatī.

Poco después de su nacimiento, el padre de Siddhārtha llamó a varios sabios para que vaticinen el destino de su hijo. Al observarlo, los sabios encontraron en él las “treinta y dos marcas de un gran hombre”, señales físicas que revelaban que el infante se convertiría sea en un buda, alguien que redescubre el camino a la salvación espiritual, o un chakravartin, un monarca que pacíficamente conquistará todos los reinos de la tierra. El padre de Siddhārtha, al ser el mismo un noble, prefirió que su hijo se convierta en este mítico rey en vez de un líder religioso, por lo que intentó empujar a su hijo hacia ese destino. 

Los cuatro avistamientos

Para lograr que Siddhārtha se convierta en un chakravartin en vez de un buda, su padre intentó a toda costa evitar que tuviera contacto con las realidades del sufrimiento, la enfermedad y la muerte, manteniendo su mente lejos de toda preocupación existencial. Así, la tradición budista afirma que el príncipe Siddhārtha pasó su juventud encerrado en los palacios de su padre, rodeado de placeres y completamente alejado de la enfermedad, vejez y muerte. Se afirma que en este periodo de tiempo Siddhārtha tuvo una esposa llamada Yaśodharā y un hijo, Rāhula.

Aunque los textos más antiguos indican que Siddhārtha renunció a su vida de palacio después de largas reflexiones, la versión del evento que más se ha popularizado proviene de textos posteriores. En ellos se dice que la vida de lujos de Siddhārtha llegó a un abrupto final cuando por fin salió del palacio alrededor de los 30 años. Afuera, Siddhārtha se encontró sucesivamente primero con una persona anciana, luego con una persona gravemente enferma y finalmente con un cadáver llevado a los campos de cremación. Siddhārtha entró súbitamente en contacto con el sufrimiento que es intrínseco a la condición humana, entrando en una profunda crisis existencial. Sin embargo, también fuera de las murallas del palacio Siddhārtha se encontró con una cuarta figura: la de un asceta, alguien que renunció a todos los placeres y preocupaciones del mundo en búsqueda de la verdad espiritual. Inspirado por este cuarto avistamiento, esa misma noche Siddhārtha se despidió de su familia y renunció a todas sus posesiones para para convertirse en un śhramana, un renunciante, con la intención de descubrir cómo escapar definitivamente del sufrimiento endémico a la condición humana.

Four sights
Siddhārtha y su conductor de carruajes, Channa, observando los cuatro avistamientos

Siddhārtha y sus maestros

Los śhramanas fueron un movimiento contracultural en la antigua India que ofrecía una alternativa al status quo religioso tradicional, el cual estaba basado en rituales y sacrificios con el propósito de obtener bienes terrenales. Los śhramanas, en cambio, renunciaban a su familia y posesiones con el fin de dedicarse exclusivamente a la meditación e investigación filosófica, viviendo como mendigos y ermitas en bosques. Es importante tener en cuenta que aunque todos los śhramanas tenían un estilo de vida ascética similar, no compartían una ideología común. Al contrario, las reflexiones filosóficas y experiencias meditativas de los śhramanas produjeron una multiplicidad de escuelas de pensamiento, sosteniendo a menudo opiniones diametralmente opuestas con respecto a temas como la naturaleza del universo, el alma y Dios, la existencia de vida después de la muerte, y la importancia de rituales religiosos. Aunque el paralelo no es exacto, la multiplicidad de escuelas de pensamiento generadas por los śhramanas pueden verse como análogas a las escuelas filosóficas que florecieron en la antigua Grecia. Fue en este complejo mundo que combinaba la investigación filosófica, prácticas de meditación, y la renuncia de todo lo material que el joven Siddhārtha se adentró con la intención de descubrir cómo salvar a la humanidad del sufrimiento.

Los textos budistas nos dicen que Siddhārtha originalmente estudió a los pies de dos grandes maestros de meditación. El primero, llamado Āḷāra Kālāma, enseñaba cómo acceder a un estado meditativo profundo, llamado “la esfera de la nada”, un estado de absorción mental donde la conciencia se vaciaba de todo contenido, quedando en la “nada”. Siddhārtha habría tenido un talento natural, logrando llegar a este estado meditativo en relativamente poco tiempo. Sin embargo, el joven renunciante no estaba satisfecho. A pesar de que al adentrarse en “la esfera de la nada” la mente se halla en paz y libre de sufrimiento, este estado meditativo solo era temporal, lejos de la solución definitiva que él buscaba. Así, a pesar de ser el discípulo estrella de Āḷāra, Siddhārtha abandonó su escuela para unirse a la de otro maestro de meditación llamado Udraka Rāmaputra. Este segundo maestro también habría enseñado la forma de entrar en un trance meditativo, llamado “la esfera de ni percepción ni no percepción”, un estado mental tan profundo y sublime que estaba más allá de las categorías de percepción o no-percepción. Una vez más, el joven renunciante habría demostrado talento para acceder a este estado mental, convirtiéndose nuevamente en el discípulo estrella. Sin embargo, nuevamente Siddhārtha no estaba satisfecho y por las mismas razones: el estado de “ni percepción ni no percepción” era solo temporal, por lo que no era la solución definitiva al problema del sufrimiento humano. Así, Siddhārtha Gautama también abandonó a su segundo maestro.

Ahora bien, si bien es verdad que Siddhārtha abandonó a sus dos primeros maestros, lo cierto es que ellos tuvieron una influencia profunda en su pensamiento. En efecto, si bien Siddhārtha rechazó la idea de que alcanzar trances meditativos sea respuesta suficiente al problema del sufrimiento, él nunca abandonó estas prácticas. Al contrario, como es sabido, la meditación es una de las prácticas centrales del budismo e incluso hoy en día a sus practicantes se les enseña cómo alcanzar “la esfera de la nada” y “la esfera de ni percepción ni no percepción” como parte de su entrenamiento. Sin embargo, para Siddhārtha, la salvación definitiva requería algo más. Así, Siddhārtha intentó una práctica muy diferente, uniéndose a un grupo de cinco śhramanas que practicaban la extrema mortificación. Junto a ellos, Siddhārtha experimentó con técnicas extremadamente dolorosas, como por ejemplo meditar la mayor cantidad de tiempo sin respirar, práctica que causaba intensos dolores de cabeza y la sensación de que todo el cuerpo estaba en llamas. Igualmente, Siddhārtha habría conducido un ayuno extremo que habría debilitado seriamente su cuerpo:

Mi cuerpo alcanzó un estado de demacración extrema. Por comer tan poco, mis extremidades se hicieron como los segmentos de una planta de bambú. Por comer tan poco, mi posterior se hizo como la pezuña de un camello. Por comer tan poco, las protuberancias de mi espalda se marcaron como nudos en una cuerda. Por comer tan poco, mis costillas sobresalían como vigas de un granero sin techo. Por comer tan poco, mis ojos se hundieron en lo profundo de sus cuencas, y su destello era como el reflejo del agua al fondo en un pozo profundo. Por comer tan poco, mi cuero cabelludo se marchitó como una calabaza verde se marchita bajo el sol y el viento. Por comer tan poco, la piel de mi vientre se pegó a la de mi espinazo, de modo que si tocaban mi vientre tocaban mi espinazo y si tocaban mi espinazo tocaban mi vientre. Por comer tan poco, si orinaba o defecaba perdía mi equilibrio y caía sobre mi rostro. Por comer tan poco, si intentaba aliviar el dolor de mis extremidades frotándolas con mis manos, su pelo, podrido en sus raíces, caía de mi cuerpo mientras me frotaba. (Mahāsaccaka Sutta)

Buddha emanciado
Estatua que retrata a Siddhārtha en su periodo de intensa autotortura y ayuno

Aunque los textos no lo dicen explícitamente, este periódo de extrema autotortura probablemente fue inspirado por el jainismo, una religión śhramana que se originó poco tiempo antes del budismo y con la que comparte varias creencias. Según Mahavira, el fundador del jainismo, la clave para la salvación se encontraba en limpiar el alma (“jiva”) de todo el mal karma acumulado en ella, para lo cual era necesario hacer grandes penitencias y mortificaciones, las cuales también tendrían el efecto de hacer que el practicante sea maestro del sufrimiento y pueda liberarse atadura terrenal. Sea cual fuere el caso, a pesar de intentar esta vía por varios años, Siddhārtha finalmente concluyó que era un callejón sin salida. Lejos de liberarlo del sufrimiento, estas prácticas extremas sólo parecían acrecentarlo. Así, Siddhārtha llegó a la conclusión de que el camino a la salvación no podía hallarse ni en una vida de lujos (como la que vivió en su palacio) ni en una vida de mortificaciones extremas. El camino debe de hallarse en el medio. Ese es el origen de la doctrina budista del “Camino Medio”: la creencia que para llegar a la iluminación es necesario rechazar una vida de placeres, pero también evitar una de extrema mortificación y razón por la cual los monjes budistas rechazan prácticas de autotortura. Los cinco śhramanas con los que practicaban la mortificación extrema, sin embargo, no fueron receptivos a su descubrimiento. Al contrario, al ver que Siddhārtha empezaba a comer con normalidad, concluyeron que había fracasado y lo abandonaron.

La batalla contra Māra y el despertar del Buda

Los textos budistas afirman que fue después de haber recuperado su salud y sus fuerzas que Siddhārtha, esta vez solo, intentó otro camino. Así, decidió sentarse a la sombra de un árbol con la firme resolución de no moverse de ese lugar hasta alcanzar la iluminación. Para ese momento, el perfeccionamiento espiritual de Siddhārtha, el cual realmente había iniciado milenios en el pasado, estaba prácticamente completo. Fue en ese momento, sintiendo que el despertar de un buda estaba próximo, que Māra decidió intervenir con la intención de detenerlo.

¿Quién es Māra?

Al igual que en la tradición cristiana Satanás tentó a Jesús en el desierto, en el budismo Māra trató de evitar que Siddhārtha se convirtiese en el Buda. Así, Satanás y Māra juegan un papel similar en ambas tradiciones: un antagonista y obstaculizador. Sin embargo, uno debe ser cuidadoso al comparar a Māra y Satanás, pues ambas figuras provienen de tradiciones religiosas muy distintas, por lo que el paralelo no es exacto.

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Māra, representado en el arte tibetano

En concreto, pese a ser frecuentemente retratado como un ser demoníaco, Māra propiamente hablando no es un ser malévolo. Más bien, Māra es la deidad (deva) que personifica el deseo y la muerte, las cuales son dos caras de la misma moneda para el budismo. En efecto, para el budismo el desear cosas (sean buenas o malas) es lo que causa que después de la muerte uno vuelva a renacer en una vida siguiente, cosa que te hará morir una vez más, y así sucesivamente. Al alcanzar la iluminación, los budas llegan a ver esto y por lo que entienden que el camino para escapar definitivamente del ciclo de vida y muerte es abandonar todo tipo de deseo. Así, por un lado, el objetivo de Māra es que las personas permanezcan dentro del mundo de los deseos donde estarán obligadas a nacer, vivir, y morir un número incalculable de veces. Los budas, en cambio, ofrecen una forma de escapar definitivamente de este mundo, precisamente abandonando todo deseo. Consecuentemente, los objetivos de Māra y los budas se hallan en total contradicción, razón por la que cuando Māra sintió que Siddhārtha estaba a punto de convertirse en uno de ellos, decidió bajar de su cielo para prevenirlo.

La batalla

Al principio Māra no se mostró directamente, sino que envió a sus tres hijas para que seduzcan a Siddhārtha, hijas que en la tradición budista simbolizan el apego (taṇhā), la aversión (arati) y la avaricia (rāga). Siddhārtha, sin embargo, entendió que la belleza de estas mujeres eran una simple ilusión y se mantuvo firme. Al ver a sus hijas derrotadas, Māra intentó otra estrategia, intentando esta vez sembrar miedo en la mente de Siddhārtha. Así, Māra envió a un ejército de seres monstruosos para que ataquen al renunciante. Sin embargo, una vez más, Siddhārtha se mantuvo completamente firme en su resolución y las armas del ejército de Māra fueron incapaces de tocarlo. Fue entonces que Māra en persona trató de detener a Siddhārtha, ahora tratando de llenar su mente de duda. Māra atacó a Siddhārtha, tratando de que él se cuestionara a sí mismo sobre si tenía realmente la capacidad de convertirse en un buda. ¿No sería más fácil simplemente desistir y conformarse con tener una vida placentera? Sin embargo, Siddhārtha simplemente tocó la tierra, llamándola como testigo de todos los sacrificios y esfuerzos que él había realizado a través de sus varias vidas. El cosmos entero bramó: Siddhārtha se había ganado el derecho a creer que él podía llegar a su meta.

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Siddhārta derrotando a los ejercitos de Māra

Iluminación

Derrotado a Māra, el último obstáculo en el camino de Siddhārtha fue superado. Así, los textos budistas relatan que él pudo acceder a un estado de profunda concentración (dhyāna) donde por fin descubrió los secretos que él estaba buscando. En ese estado él pudo recordar millones de vidas anteriores, como una cadena de existencia que se remontaba infinitamente al pasado, y entendió de manera clara las leyes que gobernaban el sufrimiento y la reencarnación. Igualmente, en ese momento Siddhārtha percibió de manera directa la verdadera naturaleza del universo en todas sus dimensiones. Entendió que la forma en la que cotidianamente se perciben las cosas, incluso la idea de que existe un “yo”, era realmente una ilusión. Pero lo más importante de todo Siddhārtha percibió con claridad el camino que llevaba lejos del ciclo de vida, muerte y dolor que gobierna toda existencia: nirvāṇa, el escape definitivo del universo y el cese de todo sufrimiento. Purificándose de modo completo, Siddhārtha entró en ese estado final de nirvāṇa, alcanzando finalmente su meta: Siddhārtha se había convertido en el Buda.

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Siddhārtha derrotando el ejercito de Māra, alcanzando la Iluminación y convirtiéndose en el Buda

Los inicios de la sangha

Las escrituras budistas relatan que al principio el recientemente iluminado Buda tuvo dudas sobre si enseñar su doctrina, pues temía que las verdades que había descubierto podían ser demasiado complejas y sublimes para ser entendidas por otros. De haber escogido permanecer callado, Siddhārtha se habría convertido en lo que se conoce como un pratyekabuda, un ser que alcanza la iluminación por esfuerzo propio (un buda) pero que luego elige no enseñar a otros cómo llegar a ese mismo estado. El Buda habría permanecido indeciso durante varias semanas hasta que un dios llamado Brahma Sahampati bajó de su cielo para suplicarle al Buda de que comparta sus descubrimientos para el beneficio tanto de los humanos como los dioses.

Así, el Buda quiso primero enseñar su doctrina a sus dos maestros de meditación, Āḷāra Kālāma y Udraka Rāmaputra, pero los dioses le dijeron que ellos ya habían muerto, cosa que el propio Buda confirmó usando poderes de clarividencia. Consecuentemente, el Buda optó por enseñarle a los cinco śhramanas con los que anteriormente había practicado mortificación extrema. Usando nuevamente sus poderes sobrenaturales, el Buda detectó que los cinco ascetas se hallaban en un parque de animales cerca de la ciudad de Varanasi (también conocida como Benarés) y emprendió rumbo hacia ese lugar.

Un excurso: el Buda y sus milagros 

Antes de proseguir, vale la pena aquí hacer un paréntesis para discutir cómo la tradición budista entiende los milagros del Buda, para así evitar cualquier confusión que pueda provenir por compararlos con los de otras tradiciones religiosas como el cristianismo. 

Los antiguos textos budistas le atribuyen una larga lista de habilidades sobrenaturales al Buda, incluyendo la capacidad de levitar, producir fuego, caminar sobre el agua, leer la mente, telepatía, estar en más de un lugar a la vez, curar heridas, teletransportarse, entre otras. Sin embargo, es importante tener en cuenta que el budismo y las religiones indias en general afirman que cualquier ser humano es capaz de conseguir estas habilidades, siempre y cuando se entrene rigurosamente (usualmente por varias vidas) para lograrlo. En efecto, para estas tradiciones religiosas este tipo de habilidades no son “sobrenaturales” propiamente hablando, pues se cree son el resultado natural del perfeccionamiento de ciertas técnicas de meditación y concentración. En efecto, las escrituras budistas indican que varios discípulos del Buda al igual que otros ascetas que no eran parte del movimiento eran capaces de obrar este tipo de prodigios aunque, naturalmente, el Buda siempre es presentado como el más proficiente de todos.

Buddha Miracle
El «milagro en Śrāvastī», donde se dice el Buda levitó y produjo fuego y agua delante de varios testigos

Ahora bien, al margen de lo que uno pueda creer sobre la historicidad de estas habilidades, es importante notar que los textos budistas más antiguos consistentemente minimizan su importancia. En efecto, en ellos el Buda es enfático en que dedicarle energía a tratar de obtener este tipo de poderes es una pérdida de tiempo, pues los mismos no son conducentes a la liberación del nirvāṇa. En una historia bastante curiosa, por ejemplo, el Buda se encuentra con un asceta que después de décadas logró dominar la habilidad de caminar sobre el agua, solo para decirle que su poder era inútil, pues tomar un barco solo le hubiese costado unos pocos centavos. Es más, para el Buda obtener poderes era en realidad peligroso pues los mismos podían fácilmente inflar el ego, creando un nuevo foco de deseos egoístas y convertirse así en un obstáculo en el camino a la salvación. Consecuentemente, pese a que estos poderes podían ser un feliz efecto secundario del dominio de ciertas técnicas de meditación, el Buda desaconsejó tratar de obtenerlos directamente y prohibió a sus discípulos usar sus habilidades en público sin una buena razón para evitar que los espectadores caigan en el error de creer que el objetivo de sus enseñanzas era la obtención de poderes.

En definitiva, contrario a otras tradiciones religiosas, el budismo le resta importancia a las supuestas habilidades sobrenaturales de su fundador. Para esta tradición el hecho de que el Buda haya sido capaz de obrar milagros no “prueba” que su mensaje haya sido el correcto, pues se cree que cualquier humano con suficiente entrenamiento puede adquirir ese tipo de poderes. Más bien, la verdadera hazaña del Buda que hace que valga la pena seguirlo es haber hallado la forma de escapar definitivamente del sufrimiento que es endémico a la condición humana. Es ese descubrimiento, y no sus poderes, aquello que a los ojos del budismo eleva al Buda por encima de humanos y dioses por igual.

El primer sermón del Buda

Cuando los cinco śhramanas vieron llegar al Buda al principio quisieron rechazarlo, pues todavía creían que él había fracasado en sus intentos por alcanzar la iluminación. Sin embargo, al ver su porte totalmente cambiado y la seguridad y sutileza con la que se movía, ellos entendieron que algo fundamental había cambiado en él, por lo que lo recibieron cálidamente. Una vez sentado entre ellos, el Buda pronunció su primer sermón, el cual tradicionalmente se dice se halla preservado en el texto llamado Dhammacakkappavattana Sutra (literalmente, “el discurso de la puesta en movimiento de la rueda del Dharma”). En este sermón, el Buda presenta los puntos más centrales de su doctrina: el Camino Medio, las Cuatro Nobles Verdades y el Noble Camino Óctuple, conceptos que hasta el día de hoy son centrales para el budismo. Al terminar su sermón, todos los dioses en el cielo y la tierra empezaron a gritar:

“En Varanasi, en el parque de Isipatana, la insuperable Rueda del Dharma ha sido puesta en marcha por el Bendito, la cual no puede ser detenida por ningún asceta, brahmin, dios, o Māra o Brahma, ni nadie en el mundo” (Dhammacakkappavattana Sutra)

Al oír el sermón del Buda, los cinco śhramanas inmediatamente se volvieron sus discípulos, convirtiéndose en los primeros bhikkhus, o monjes budistas y marcando así el inicio de la sangha o comunidad budista. A uno de ellos en particular, Kondanna, se le abrió completamente el entendimiento, alcanzando el nirvāṇa tan solo cinco días después y convirtiéndose en el primer arahant, es decir, alguien que ha alcanzado la liberación del nirvāṇa a través de las enseñanzas de un buda. Poco tiempo después, tras oír el segundo sermón del Buda (el cual tradicionalmente se dice está preservado en la Anātmalakṣaṇa Sūtra y que versa sobre la naturaleza ilusoria del ego), los demás monjes igualmente alcanzaron el nirvāṇa, transformándose así ellos también en arahants.

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Estatua de el Buda y sus primeros cinco dícipulos

Al lector le puede resultar sorprendente la facilidad con la que los discípulos del Buda alcanzaron el nirvāṇa, sobretodo tomando en cuenta el esfuerzo que el propio Buda necesitó descubrir como llegar a ese estado. En efecto, para el final de la vida del Buda, los textos budistas afirman que varias decenas de sus discípulos alcanzaron la salvación. Sin embargo, para la tradición budista, esta aparente facilidad tiene explicación. En primer lugar, porque es muchísimo más fácil llegar al nirvāṇa apoyándose en las enseñanzas de alguien que ya sabe como llegar ahí que descubrirlo por cuenta propia (dicho de forma más técnica, es muchísimo más sencillo llegar a ser un arahant que un buda). En segundo lugar, porque se cree que quienes tuvieron el privilegio de estar en contacto directo con el Buda no fueron simplemente afortunados, sino que nacieron en ese preciso tiempo y lugar a causa de que ellos mismos también habían acumulado grandes méritos espirituales en vidas pasadas, por lo que ellos mismos estaban ya bastante avanzados en el camino hacia la liberación. Y, finalmente, porque se cree que uno de los poderes sobrenaturales del Buda era precisamente poder detectar que personas estaban ya avanzadas en el camino espiritual, por lo que el Buda elegía como discípulos precisamente a personas que estaban ya relativamente cerca de la meta final.

El crecimiento de la sangha 

Después de la iluminación de los primeros cinco monjes, la comunidad budista habría crecido con relativa rapidez de tal modo que en poco tiempo el Buda estaba rodeado de 60 discípulos, todos los cuales igualmente alcanzaron el nirvāṇa en relativamente poco tiempo. Una vez alcanzado ese número, el Buda les encomendó que se conviertan en misioneros para esparcir su doctrina y enseñanzas: 

“Caminen, monjes, en peregrinación para la bendición de los muchos, para la felicidad de los muchos, por compasión al mundo, para el bienestar, la bendición, y la felicidad de los dioses y humanos” (Vinaya Pitaka, 21)

Así, tanto el Buda como sus discípulos se habrían convertido en maestros itinerantes, viajando principalmente alrededor de la cuenca del río Ganges. Fue durante estas travesías que el Buda consiguió a sus dos discípulos más importantes: Sāriputta, famoso por su sabiduría y capacidad de enseñanza, y Mogallāna, famoso por los poderes sobrenaturales que adquirió a través de la meditación. En estas travesías el Buda habría visitado el territorio de los Sakyas, su tierra natal, donde impartió sus enseñanzas a sus familiares. Su hijo Rāhula se habría convertido en monje mientras que su padre, Śuddhodana, se habría convertido en lo que se conoce como un śrotāpanna, literalmente “alguien que entra al río”, término que designa a alguien que entiende las enseñanzas budistas con la suficiente profundidad de qué está garantizado en alcanzar el nirvāṇa en no más de siete vidas futuras. Igualmente, habría sido bajo la persuasión de su tía Mahāpajāpatī que el Buda tomó la decisión de iniciar la orden de las bhikkhunīs, las monjas budistas, orden a la cual su tía y su esposa habrían sido las primeras en unirse.

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El Buda recibiendo a su tía Mahāpajāpatī como la primera monja budista

Así, la comunidad budista habría estado abierta a todos, sin importar sexo, casta o profesión. La condición social no jugaba ningún tipo de rol en la sangha. El budismo habría sido particularmente atractivo para la naciente clase mercante de la India. En efecto, las enseñanzas del Buda enfatizaban que el progreso en el camino espiritual dependía completamente del esfuerzo de cada uno, mensaje que habría resonado con el ethos individualista de los mercaderes y emprendedores. Sin embargo, las enseñanzas del budismo también resultaron atractivas para reyes y aristócratas, los cuales ofrecieron su protección y apoyo económico. Así, en las décadas siguientes el budismo pasaría de ser una diminuta secta śhramana a tener presencia importante dentro del panorama religioso de la India.

La muerte del Buda

El recuento más antiguo del último año de vida del Buda así como su muerte se halla preservado en el texto Mahāparinibbāṇa Sutta. Una característica notable de las escrituras budistas más antiguas es como las mismas retratan la vejez del Buda de un modo muy humano. Pese a los asombrosos poderes que las mismas le atribuyen, ellas indican que con la edad Siddhārtha empezó a sentir dolores en la espalda y que cada vez se sentía más cansado de viajar y enseñar. Pese a todo ello, el Buda no paró de desplazarse hasta que finalmente, a sus 80 años, cayó gravemente enfermo mientras visitaba el pueblo de Kusinārā, en el norte de India.

Preocupados por el futuro de la comunidad, los discípulos del Buda le preguntaron quién sería su sucesor. Sin embargo, él se rehusó categóricamente a designar a uno, indicando que después de su partida la comunidad de monjes debía ser gobernada democráticamente por sus integrantes. El Buda fue recostado por sus discípulos en un lecho situado al aire libre, entre dos árboles. Ahí, se reunió toda la comunidad de monjes y monjas alrededor suyo, y el Buda les preguntó si alguien tenía alguna duda respecto a sus enseñanzas. Al no haber respuesta, el Buda volvió a repetir la pregunta indicando que si alguien tenía miedo de preguntar lo hiciese a través de un amigo, pero una vez más nadie alzó la voz. Este silencio era la señal de que todos en la comunidad tenían claros sus preceptos, por lo que no quedaba nada más que aclarar. Fue entonces que el Buda pronunció sus últimas palabras: 

“Todas las cosas condicionadas están destinadas a desaparecer. Trabajen diligentemente por su salvación.” (Mahāparinibbāṇa Sutta)

Después de eso, entró en una serie de estados meditativos, los mismos que había aprendido en su juventud, y fue ahí que expiró. Según el budismo, cuando alguien que ha encontrado el nirvāṇa fallece este ya no vuelve a renacer ni en el Cielo ni en la Tierra, sino que entra en un estado conocido como parinirvāṇa, “el nirvāṇa completo”  un estado indefinido que existe más allá de las categorías de existencia y no-existencia. Así, con la muerte del Buda su larga cadena de vidas llegó a un final definitivo.

Death of buddha
La muerte de Siddhārtha Gautama, el Buda

Los discípulos del Buda, siguiendo las instrucciones de su maestro antes de morir, le dieron el mismo tipo de funeral que le correspondería a un chakravartin, el mítico rey legendario que pudo haber sido su destino. Así, tomaron su cuerpo y lo colocaron en un ataúd de madera bañado con especias y sustancias aromáticas antes de cremarlo. Una vez su cuerpo fue consumido por el fuego, los huesos y cenizas que sobraban fueron divididos y enterrados en varios montículos llamados stupas, en varios lugares de India.

La vida del Buda: Conclusiones

La vida de Siddhārtha Gautama, el Buda, llega a nosotros entremezclada con mitos y leyendas. Sin embargo, es perfectamente posible discernir en el bosquejo simple de su vida una biografía históricamente verosímil, la cual se resumiría en los siguientes puntos:

  • El Buda habría nacido como Siddhārtha Gautama dentro de una familia aristocrática en India,
  • Siendo joven, decidió abandonar sus posesiones para seguir un camino de ascetismo y espiritualidad,
  • Habría estado en contacto con varias sectas śhramanas de la antigua India, las cuales habrían sido fuentes de inspiración importantes para muchas de sus doctrinas,
  • Descontento con las doctrinas de las sectas śhramanas con las que había estudiado, el desarrolló su propia doctrina y se convirtió en el líder de su propio movimiento,
  • El Buda y sus discípulos habrían pasado la mayor parte de su tiempo viajando, trasmitiendo su doctrina en toda la región del Ganges (norte de India),
  • Finalmente, siendo ya anciano, el Buda habría sucumbido ante una enfermedad, indicando que el movimiento debía de seguir aunque sin designar un sucesor,

Pero más allá del esqueleto esquemático de su vida, las escrituras budistas nos presentan a nosotros la imagen de un gran hombre. Vemos en él la historia de alguien que entendió lo vacía y superflua que era una vida desperdiciada entre placeres y distracciones y que con valentía e idealismo abandonó las comodidades de su hogar con el propósito de librar a sus semejantes del sufrimiento endémico de la condición humana. Nos encontramos con una figura carismática, compasiva, y humanitaria, cuyas enseñanzas se han convertido en el pilar de una de las religiones más antiguas de todo el planeta. Al margen de si al final del día encontramos las enseñanzas del Buda convincentes o no, ciertamente el estudio de las mismas nos ayudan a entender mejor que significa ser un humano.

BIBLIOGRAFÍA

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  • Keown, Damien. Buddhism: a Very Short Introduction. Oxford University Press, 1996.
  • Schmidt-Leukel, Perry. Understanding Buddhism. Pentagon Press, 2007.
Esta entrada es parte de un grupo dedicado a explorar el budismo. Otras entradas dentro de esta categoría son:
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