En entradas pasadas empecé a discutir los argumentos que la filosofía ha ofrecido para defender la existencia de Dios, comenzando por el curioso Argumento Ontológico Clásico defendido por pensadores como San Anselmo y René Descartes. En esta entrada voy a empezar a discutir otro tipo de argumentos: los llamados “argumentos cosmológicos”. Al igual que con los argumentos ontológicos, existe más de un tipo de argumento cosmológico. En esta entrada, exploraré aquella variedad que apela al concepto de contingencia para argumentar la existencia de Dios.
A diferencia del argumento ontológico, el cual es tremendamente abstracto y por lo general únicamente discutido por quienes han tenido una formación en filosofía, los argumentos cosmológicos son mucho más populares y de hecho a menudo discutidos (aunque frecuentemente mal) en conversaciones sobre la existencia de Dios por parte del público en general. Los argumentos cosmológicos hacen la pregunta “¿por qué existe algo en vez de nada?”. En nuestro día a día estamos rodeados de objetos como mesas, vasos, rocas y árboles, objetos que sabemos no se crearon a sí mismos, sino que dependieron otros entes para empezar a existir. Es natural, entonces, preguntarse ¿cuál es la razón de que la suma de estos objetos, el universo, exista? Lo que los argumentos de tipo cosmológico intentan hacer es tomar esta poderosa intuición y argumentar que Dios es la respuesta.

Los argumentos cosmológicos tienen una larga historia, apareciendo ya en el medioevo en los escritos de Tomás de Aquino y en las escuelas Islámicas de filosofía. El célebre filósofo e inventor del cálculo Gottfried Leibniz y otros pensadores racionalistas también lo esgrimieron. En tiempos más recientes, el argumento ha sido defendido por filósofos y teólogos como Richard Swinburne, William Lane Craig y Samuel Clarke entre otros. En efecto, este tipo de argumentos han sido y son “estándar” en el repertorio de argumentos apologéticos por parte de quienes defienden la existencia de Dios. De hecho, estoy seguro de que el lector en algún momento se habrá encontrado con alguna forma del argumento.
Existen por lo menos dos variedades de argumentos cosmológicos: aquellos que dependen de ciertas consideraciones respecto de la naturaleza del tiempo, y otros que no. El argumento de la contingencia cae dentro del segundo grupo, lo que significa que este argumento no presupone ni requiere que el universo tenga un principio. En efecto, el argumento cosmológico de la contingencia es atemporal: presupone funcionar aunque el universo no haya tenido un principio y sea eterno. Es necesario tener esto en cuenta porque otros tipos de argumentos cosmológicos, como el argumento Kālam (el cual discutiré en un futuro), si dependen de consideraciones temporales.
Antes de abordar el argumento vale la pena dar unas definiciones preliminares:
Definiciones
Ente contingente: Un ente contingente es todo ente que depende de otro u otros para explicar por qué existe. Un ser humano, por ejemplo, existe en virtud de sus padres. La relación de contingencia puede ser causal, (como en el ejemplo del humano y sus padres), pero también puede ser de otros tipos. Una pared, por ejemplo, solo puede existir en virtud de los ladrillos que la componen. En este caso, la relación no es causal (los ladrillos no “causan” que la pared exista) pero compositiva (los ladrillos constituyen la pared).
Ente necesario: Un ente necesario es un ente que no depende de otros para explicar su existencia. Es lo opuesto a un ente contingente. Si un ente necesario existe, este no podría “no-existir” por lo que un ente como este, si existe, no podría empezar ni cesar de existir. La “explicación” de porque este ente existe sería entonces “interna”, ya que su propia incapacidad de no-existir sería lo que explique su existencia.
El Principio de la Razón Suficiente: Bautizado así por Gottfried Leibniz, el Principio de la Razón Suficiente (en adelante abreviado como “PRS”) indica que todo tiene una explicación. Para quienes creen en este principio nada puede simplemente ser así “porque sí”. No existe ente, evento, proceso o situación que ocurra sin explicación por lo que no pueden existir lo que se denominan “hechos brutos”.
Hecho bruto: (En inglés “brute fact”) Un hecho bruto es un hecho que no tiene una explicación ulterior, sino que simplemente existe. Un hecho bruto es diferente a un ente necesario en que el ente necesario se explica a si mismo mientras que el hecho bruto existe sin explicación: simplemente es (a pesar de que sea concebible que ese ente no haya existido).
Habiendo dado estas definiciones, presento a continuación el argumento en sí.
El Argumento de la Contingencia
A pesar de que distintos pensadores como Aquino, Leibniz, Swinburne o Clarke han presentado el argumento con distintos matices, creo que se puede hacerle justicia presentándolo del siguiente modo:
- Todo ente que existe debe tener una explicación para su existencia. (Dicho otramente, no existen hechos brutos. Esta afirmación simplemente una expresión del PRS).
- Existen entes contingentes.
- Solo hay dos formas de explicar la existencia de estos entes contingentes:
- Apelando únicamente a la existencia de otros entes contingentes o,
- Apelando además de ellos a la existencia de un ente necesario.
- Es imposible explicar la existencia entes contingentes únicamente apelando a la existencia de otros entes contingentes.
- Consecuentemente, la explicación de la existencia de estos entes contingentes debe incluir la existencia de un ente necesario.
- Consecuentemente, un ente necesario que explique la existencia de los entes contingentes existe.
- El único ente necesario que podría explicar la existencia de los entes contingentes es Dios.
- Conclusión: Dios existe.
Analicemos el argumento paso a paso.
Premisa (1): “Todo ente que exista debe tener una explicación para su existencia”.
La primera premisa, el PRS, no puede ser probada pero constituye una poderosa intuición metafísica. Nuestra razón nos inclina fuertemente a pensar que nada en este mundo ocurre simplemente “porque sí”, sino que debe tener una explicación. Ojo, eso incluye explicaciones sobrenaturales: si uno escucha una puerta cerrarse en la noche uno puede pensar que fue el viento (explicación natural) o un espíritu (explicación sobrenatural), pero lo que uno no piensa es que la puerta se cerró sin explicación alguna. De este modo, los fenómenos paranormales o milagrosos (si es que existen) no serían “inexplicables”, sino más bien sujetos a explicaciones no-naturales.
Premisa (2): “Existen entes contingentes”
Esta premisa simplemente constituye una observación empírica del mundo.
Premisa (3): “Solo hay dos formas de explicar la existencia de estos entes contingentes: apelando únicamente a la existencia de otros entes contingentes o apelando además de ellos a la existencia de un ente necesario.”
Es importante notar que esta disyuntiva presupone el PRS. Esto es así porque si el PRS fuese falso y existiesen entes o eventos sin explicación (hechos brutos), entonces la existencia de por lo menos algunos entes contingentes podría deberse a estos entes o eventos inexplicables.
Premisa (4): “Es imposible explicar la existencia entes contingentes únicamente apelando a la existencia de otros entes contingentes”.
Lo que esta premisa intenta hacer es eliminar una de las posibilidades de la disyuntiva que se estableció en (3). Sin embargo, aquí entramos en terreno pantanoso donde diversas intuiciones chocan.

En efecto, filósofos como David Hume han defendido la posibilidad de que la existencia de entes contingentes pueda explicarse apelando únicamente a otros entes contingentes. Imaginemos un universo poblado de N número de entes, donde la existencia de todos y cada uno de los entes esta explicada de modo que existen por lo menos N número de explicaciones. ¿No hemos dado una explicación completa de porqué ese universo existe? Si entendemos al universo simplemente como la suma de todos los entes contingentes y existe una razón suficiente que explique la existencia de cada ente contingente individual, parecería ser absurdo entonces pensar que se requiere una explicación adicional que explique porque existe el universo: la explicación de las partes constitutivas constituye la explicación del conjunto.
Sin embargo, este razonamiento no resulta convincente para todos. Imaginemos una isla poblada de gallinas. Cada gallina ha nacido de un huevo y cada huevo ha salido de una gallina. Imaginemos ahora que esta isla y sus habitantes emplumados siempre hayan existido de modo que no importa cuánto uno retroceda en el tiempo uno siempre encontrará huevos y gallinas en esa isla. Cada gallina salió de un huevo y cada huevo de una gallina por millones y millones de años ad infinitum. Si la explicación de Hume es correcta, entonces no tiene sentido preguntarse “¿por qué hay una población de gallinas en esa isla?”, ya que cada gallina individual tiene una explicación suficiente (un huevo) y la población de gallinas no es más que la suma de todas las gallinas. Sin embargo, para otros esta es una respuesta insuficiente que deja intacto el misterio de porque esas gallinas están ahí en primer lugar. En efecto, el misterio parece consistir en lo siguiente: es perfectamente concebible imaginarse que esa isla esté libre de gallinas. Consecuentemente, uno puede pensar que debe existir una explicación a la pregunta “¿por qué hay gallinas en esa isla en vez de no haberlas?” Para los defensores de este argumento, el hecho que sea concebible imaginar la isla como deshabitada hace necesario una explicación del conjunto que vaya más allá de una explicación de sus partes constitutivas. Haciendo el paralelo con nuestro universo, es perfectamente concebible que este esté vacío, que no exista ningún ente, que no exista nada. Consecuentemente, dicen estos pensadores, debe existir una respuesta a “¿por qué existen entes en vez de no existir?” que vaya más allá de la explicación de la existencia de cada ente individual.
Para Hume, y sus seguidores esto es una ilusión, un mero instinto que es irracional: la explicación de los particulares explica el conjunto y ese es el fin de la historia. Pero para los defensores del argumento la explicación de los particulares solo puede ser una explicación parcial que no explica por qué el conjunto existe en primer lugar.
Premisa (5) y (6): “Consecuentemente, la explicación de la existencia de estos entes contingentes debe incluir la existencia de un ente necesario, por lo que un ente necesario existe”
Si creemos que pensadores como Leibniz están en lo correcto y que no es posible llegar a una explicación adecuada para la existencia del universo apelando únicamente a entes contingentes, entonces parece ser que se necesita un ente cuya existencia no requiera de una explicación ulterior.
Una forma de ilustrar porque es recordando aquella vieja fábula en la que un curioso le pregunta a un sabio en que se apoya el universo a lo que el sabio le contesta “en una tortuga”. El curioso, no satisfecho, pregunta en que se apoya esa tortuga a lo que el sabio replica, “en otra tortuga”. Ante esto, el curioso insiste en saber en qué se apoya esa segunda tortuga a lo que el sabio le contesta, una vez más, que ella se apoya sobre una tercera tortuga. Y antes que el curioso le pueda preguntar sobre que se apoya esa tercera tortuga el sabio le dice “hijo mío, hacia abajo solo hay tortugas”. Si uno comparte la intuición de los defensores de este argumento, uno negaría la coherencia de esta imagen e insistiría que, en algún lugar, debe existir algo en lo que se apoyen todas las tortugas y que a su vez no se apoye en algo más.
Los defensores del argumento cosmológico insisten que es incoherente imaginarnos un universo compuesto únicamente de entes contingentes, por lo que debe existir por lo menos un ente cuya existencia no dependa de otros entes. Un ente necesario. Ahora bien, que debe entenderse por un ente “necesario” es la parte más importante, y problemática, de este argumento.
Premisa (7) y (8): “El único ente que podría ser un ente necesario es Dios, por lo que Dios existe”.
El argumento ha intentado establecer hasta ahora que la existencia de entes contingentes requiere la existencia de un ente necesario. Ahora los defensores de este argumento insisten que solo Dios podría ser calificar este ente necesario, por lo que la existencia de entes contingentes probaría que Dios existe. Sin embargo, como el lector se puede imaginar, esto no es tan sencillo como parece.
El problema radica en definir correctamente que debemos por entender por “ente necesario”. Un ente necesario está definido como un ente que, en caso de existir, no podría “no-existir”. En otras palabras, de existir un ente como ese, su inexistencia sería imposible. De esta definición podemos deducir que este ente no tendría principio ni final, ya que su existencia no estaría supeditada a ningún tipo de condición (ya que de lo contrario su existencia sería contingente a esa condición). Sin embargo, detrás de esta inocente definición yace una dificultad que es esencial para el éxito o fracaso del argumento: ¿qué debemos entender por necesidad? Cuando decimos que si un ente necesario existe es “imposible” que no exista, ¿que tipo de imposibilidad estamos empleando?

Es necesario hacer una distinción entre lo que podemos llamar necesidad lógica y necesidad física o nomológica. La necesidad lógica es una necesidad absoluta que nace del principio de no-contradicción. Así, negar una proposición lógicamente necesaria conlleva a una contradicción. Es lógicamente necesario, por ejemplo, que todo triangulo tenga tres lados, que todos los hombres solteros no tengan esposa y que todo objeto rojo tenga un color. Lo opuesto de una proposición lógicamente necesaria no solo es imposible, sino que es inconcebible (no podemos imaginar un triángulo de cuatro lados). Por otro lado, la necesidad física o nomológica es una necesidad que depende de las leyes de la naturaleza. Por ejemplo, la velocidad de la luz en el vacío es siempre de 299.792 km/s. Sin embargo, no existe contradicción alguna en imaginar un universo donde la luz viaje a 100.000 km/s. Simplemente es el caso que, en nuestro universo, debido a las leyes que lo gobiernan, la luz en el vacío necesariamente viaja a 100.000 km/s. La negación de algo nomológicamente necesario es concebible, aunque sea imposible.
Ahora bien, ¿cuál es el tipo de necesidad que se requiere para que el argumento funcione? Imaginemos un debate entre un creyente y un ateo donde el segundo diga: “El ente necesario al que te refieres no es otro que la totalidad de materia y energía del universo. La segunda ley de la termodinámica nos dice que la materia y energía no pueden ser ni creadas ni destruidas, por lo que su existencia se explica a sí misma. Aun si las formas que la materia toma pueden ser contingentes, la existencia de la materia es necesaria porque la materia es indestructible”. ¿Qué tipo de contestación le podría dar el creyente? Por lo general, cuando este tipo de intercambios se dan (cosa que ha ocurrido múltiples veces en la historia de la filosofía), el teísta normalmente da una respuesta según estas líneas: “La materia y energía no pueden ser el ente necesario porque se requiere una explicación de porqué existen en primer lugar. Si en todo el universo existe N número de toneladas de materia entonces debe existir una razón por la que N sea el número de toneladas y no otro número o incluso una razón por la cual N no sea igual a cero. No solo eso, sino que también debe existir una razón por la cual la segunda ley de la termodinámica es como es”. Ante una respuesta así, el escéptico entonces puede replicar: «En ese caso Dios tampoco podría ser el ente necesario, ya que según tu argumentación también se requeriría una explicación de porque existe solo un Dios en vez de dos o tres. Se requeriría una explicación de porqué existe un Dios en vez de nada».
De este intercambio debe quedar claro entonces que para que la línea (8) del argumento funcione, el tipo de necesidad que se debe emplear no puede ser nomológica. Esto es así porque si empleamos una necesidad puramente física, entonces no resulta para nada claro porque Dios es el único ente que podría ser calificado de necesario o porqué Dios es un mejor candidato a ser el ente necesario que una alternativa puramente natural. En efecto, en el dialogo anterior el creyente en realidad está diciendo lo siguiente: es concebible imaginar un universo donde haya más o menos materia y o que esta no exista, consecuentemente se necesita una explicación de por qué la materia existe en primer lugar. Expresado de este modo, resulta entonces evidente que lo que se está buscando es algo cuya negación sea inconcebible del mismo modo que un triángulo que no tenga tres lados es inconcebible. En otras palabras, algo que sea lógicamente necesario.
El argumento entonces parece indicar que la existencia de entes contingentes requiere entonces de la existencia de un ente cuya existencia sea lógicamente necesaria, de tal modo que negar su existencia lleve a una contradicción. Ahora bien, los entes naturales (como son la materia o la energía) no son lógicamente necesarios, ya que es concebible imaginar un mundo donde estos no existan: negar la existencia de entes naturales no causa una contradicción lógica.
¿Que tipo de entes podrían entrar dentro de esta clasificación? Los entes abstractos como los números, por ejemplo. En efecto, el número 17 es un ente necesario en el sentido que no es posible concebir un universo donde este no exista: la existencia de este ente se explica por su incapacidad de no-existir. Ahora bien, los entes abstractos como números, figuras geométricas y colores evidentemente no pueden explicar la existencia de entes contingentes, ya que los entes abstractos no pueden ejercer poder causal alguno. Consecuentemente, para los defensores del argumento cosmológico, este argumento prueba la existencia de un ser muy distinto al de cualquier ente natural o abstracto. En efecto, todo ente que existe en el universo es contingente en el sentido lógico (negar su existencia no conlleva contradicción alguna) y los entes abstractos no tienen poder causal alguno por lo que el ente necesario debe existir fuera del universo. Podemos ver ahora porque el teísta insiste entonces que solo Dios, puede ser ese ente, por lo que el argumento indicaría que Dios existe.

Ahora bien, la dificultad aquí radica en la coherencia del concepto de “existencia lógicamente necesaria”. Al no ser un ente abstracto, la «existencia necesaria» de este ente no puede ser de la misma naturaleza. Si un ser como ese existe, entonces negar su existencia conllevaría a una contradicción lógica del mismo modo que negar que un triángulo tenga tres lados conlleva a una contradicción. Pero eso no es otra cosa que el argumento ontológico, y ya vimos que el argumento ontológico (al menos en su versión clásica), fracasa ya que asume que la existencia es un predicado válido. En efecto, esta es la crítica que Immanuel Kant (y una buena parte de los filósofos modernos) hace a este argumento: el argumento cosmológico de la contingencia secretamente depende del argumento ontológico, y como el argumento ontológico está errado entonces este argumento tampoco funciona. En efecto, el argumento parece buscar probar la existencia de un ser cuya esencia (o definición) incluya su existencia, un ser que exista por definición por lo que su no-existencia sería una contradicción lógica. Pero la lógica moderna rechaza que la “existencia” sea una propiedad de los entes o parte de su descripción, sino que es simplemente indica que al menos un ente con esa descripción se encuentra en el mundo (para entender por qué recomiendo leer mi entrada sobre el argumento ontológico).
Esto coloca a los defensores de este argumento en un dilema. Por un lado, si la existencia del ente necesario que desean probar se refiere a un ser que existe por necesidad meramente física o nomológica, entonces no queda claro que es lo que hace a Dios un mejor candidato a ser en ente necesario, ya que otros entes naturales o incluso el propio universo puede gozar de existencia necesaria en el sentido nomológico. Por otro lado, si la existencia del ser necesario que se desea probar es lógica, entonces no queda claro que el concepto sea coherente, ya que parecería depender en un sospechoso uso del concepto de “existencia” tratándolo como un predicado del mismo modo que en el argumento ontológico.
Sin embargo, no todo está necesariamente perdido para este argumento cosmológico, ya que filósofos teístas modernos como Richard Swinburne, William Lane Craig y Alvin Platinga insisten que es posible entender el concepto de “existencia lógicamente necesaria” de un modo que evite los problemas inherentes al argumento ontológico clásico. Su razonamiento, sin embargo, es bastante complejo y difícil de resumir ya que necesitaría de una explicación anterior de en qué consiste lo que se conoce como Lógica Modal. Esta explicación será dada cuando discuta otros tipos de argumentos ontológicos que no sean el clásico. Basta aquí decir que las conclusiones de estos filósofos son, cuanto menos, controversiales.
En esta entrada he tratado de presentar, en lo mejor de mis capacidades, al argumento cosmológico de la contingencia de modo objetivo reservándome mi propia perspectiva al respecto. Debido a la ya excesivamente larga extensión de esta entrada, he decidido presentar mi opinión personal en otra, en caso de que el lector tenga curiosidad en conocerla.
Esta entrada forma parte de una serie no concluida que analiza argumentos filosóficos sobre la existencia de Dios. Las entradas de esta serie (a la fecha) son:
- Introducción a los Argumentos para la Existencia de Dios
- El Argumento Ontológico Clásico para la Existencia de Dios
- Anfibologías y en Argumento Ontológico
- El Argumento Cosmológico de la Contingencia para la Existencia de Dios
- Mi Perspectiva sobre el Argumento Cosmológico de la Contingencia
¿Te interesó esta entrada? ¡Visita la biblioteca para ver otras de la misma u otra serie!
El conocimiento de la existencia o no de Dios,es una discusión filosófica que tiene que ver directamente con lo que el hombre creé.
Si Dios existe, no puede ser uno solo.
De hecho Génesis habla en plural, y dijo Dios hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza.
Hablemos de Jesús, Lázaro tenia cuatro días de muerto.
Jesús lo restaura a la vida.¿violo Cristo alguna ley natural para esto? creo que no sino que utilizo un método científico que aun desconocemos.
Busquemos a Dios dentro de nuestras propias vidas, quizás los Dioses como los del pueblo Griego se acuerden de nosotros.
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Yo no me enredo en este pajonal. El Principio de la razón suficiente puede explicarse por el Principio de la razón insuficiente. Esa razón que, por no argumentar la consideramos insuficiente, porque es silencio, es conciencia y, al final, está por encima de los creen tener la razón suficiente, Él es único que sabe por ser: omnisciente, omnipotente, omnipresente y, además, ser Dios, tiene razones suficientes.
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¿La no existencia de Dios es necesaria lógicamente?
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Dios, sin lugar a equívoco, busca el bien. Pero como su poder es tan grande puede tornar lo malo en algo bueno para que se acerque a su Reino. Y si, en caso contrario, deja que el mal actúe Él sabe qué busca para sus fines.
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Muchas gracias por el artículo, lo encuentro bastante útil como una aproximación introductoria. Me gustaría notificar dos cuestiones por corregir:
1) Cuando se esta analizando (1)
«Ojo, eso incluye explicaciones sobrenaturales: si uno escucha una puerta cerrarse en la noche uno puede pensar que fue el viento (explicación natural) o un espíritu (explicación sobrenatural), pero lo que uno piensa es que la puerta «-NO-» (AQUÍ ME PARECE QUE FALTA UNA NEGACIÓN COMO LO SUGIERO) se cerró sin explicación alguna»
2) En el párrafo justo antes de la imagen de Kant
«En efecto, todo ente que existe en el universo es contingente en el sentido lógico (negar su existencia no conlleva contradicción alguna) y los entes abstractos no tienen poder «-casual-» (ME PARECE QUE AQUÍ VA CAUSAL EN VEZ DE CASUAL) alguno por lo que el ente necesario debe existir fuera del universo»
Luego, me permito expresar mi disentir sobretodo cuando se dice: «Para Hume, (…) esto es una ilusión, un mero instinto que es irracional: la explicación de los particulares explica el conjunto y ese es el fin de la historia». No quisiera generar polémicas extensas, simplemente me parece que Hume señala que la necesidad de tal relación, la que establece el PRS y la causalidad, debe ser demostrada de manera empirista, lo que según su tratado e investigación no puede hacerse. Pues cuando consideramos un objeto o suceso que llamaremos «B» no parecemos vernos obligados, desde una fundamentación empirista, a concebir una relación necesaria entre tal objeto o suceso «B» y una razón o una causa de tal objeto que denominaremos «A». Dicho de otra manera, no parece estar incluido en lo que percibimos empíricamente de un suceso u objeto (sus impresiones y posteriores ideas) que llamamos «B» su razón o su causa, es decir su «A», necesariamente. Hume, me parece, señala este asunto como una problemática en la que parece ser irracional e ilusoria tal relación desde una fundamentación empirista, sin embargo, no me apresuraría a concluir por ello que su intención fuera plantearlo simplemente como un «fin de la historia» ni mucho menos, considerando sobretodo la importancia y el protagonismo que tendrá el hábito en su filosofía para darle continuidad a la historia.
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No sé si entendí mal. Pero creo que se trata de negar el PRS con tal de dejar solo un sistema puramente empírico o científico para entender y explicar la realidad.
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